EPICA BATALLA DE FANTASÍA 1

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Nota: Este Fanfic pertenece a un juego. Por lo que los nombres de los conjuros, armas y algunos sucesos son originales del juego.

Gracias por leer.

A veces los grupos se forman sin saber que lazos los une. Bueno, de seguro no se puede esperar nada de un grupo formado por un amante de los videojuegos, una maga, una niña naturaleza y un exnazi. Recorrer el mundo encontrando tesoros y luchando contra las bestias eran sus tareas diarias; no obstante, esa felicidad puede destruirse y poner en peligro el corazón.
Hubo una ocasión que el grupo se quedó en una posada a petición de las chicas. A Ana, –la niña naturaleza–, no le molestaba dormir bajo las estrellas, pero si quería bañarse en una bañadera. Natalie, –la maga–, fue la que más razones lógicas dio para quedarse. Los chicos acabaron aceptaron los caprichos femeninos con tal de no seguir discutiendo. Con las llaves de sus habitaciones en manos, chicos y chicas se separaron.
Ana y Natalie tomaron lo necesario para darse un baño en las calderas calientes. Ambas amigas conversando acerca de temas tribales, tuvieron la oportunidad de conocer a dos chicos que salían del baño. Miradas conectaron y a pesar de tener dudas sobre lo muy caliente que estaría el agua o cómo era el lugar, negaban que por su cabeza pasara la absurda idea de preguntarles. Natalie hizo expresión como si los conociera, pero no recuerda el nombre. El chico de camisa de rayas sonrió haciéndole un guiño, el corazón de la maga saltó al igual que su memoria. Llamándolo “Romeo”, lo abrazó contenta de volver a verse con un viejo amigo de la universidad.
–Hacía tiempo que no te veía–Natalie se separó para que el joven se recuperara de su sorpresa–Ella es Ana, una amiga–presentó a la niña que saludó con timidez–Ana, él es Romeo, un viejo amigo.
–Un gusto. De seguro no te acordaras de Fabio, mi hermano menor–Romeo colocó su mano encima del hombro del chico a su lado.
– ¿Fabio? ¡Increíble! La última vez que lo vi apenas era un niño.
–A mí también me tocó crecer–Fabio no supo que decir, sus ojos apenas se levantaban del suelo.
– ¿Qué haces por aquí? –quiso saber Romeo ya que su último recuerdo era de cuando Natalie había dejado los estudios.
–De paso–una voz masculina se escuchó en el fondo– ¿El baño es mixto o individual?
–Individual–respondió Fabio ya que el resto no quiso hacerlo.
–Natalie, Ana, tenemos reservación en el restaurante–dijo el nazista y entró a bañarse sin saludar a los presentes.
–Ese Lance nunca aprenderá modales–Natalie susurró para ella.
– ¿Le conocen? –Fabio curioso preguntó con santa inocencia.
–Es parte de nuestro grupo. Se llama Lance, aunque a veces puede ser gruñón es un buen tío.
–Ana, retira eso último–Natalie corrigió a su amiga conociendo a Lance.
–Admite que Lance nos ha ayudado con muchas bestias. Puede que al principio haya sido malo, pero pidió disculpas y se rindió.
–Eso no lo hace un buen tío.
– ¿Ustedes pelean? –la pregunta de Romeo sacó de contexto a las chicas.
–Sí–Ana se adelantó–Natalie tiene grandes poderes de luz. No me gusta presumir, pero se me da bien el arco.
–Genial, a mí también–Fabio se emocionó por encontrar una compañera que le gustara su misma arma.
Con intenciones de compartir más sobre cada uno, acordaron verse después de la cena. Natalie y Ana hablaron en el baño sobre lo agradable que eran Fabio y Romeo, aparte de guapos. Sus cotilleos llegaban al otro lado donde Lance casi terminaba de bañarse. De vuelta a su cuarto observó con el rabito del ojo a los dos hermanos muy animados. Rodó los ojos sin restarle importancia, viejas amistades no salvarían el planeta; no obstante, por alguna razón odiaba al que hablaba con la maga. Bajo su posición de jefe despertó a Matt, –el amante de los videojuegos–, recordándole que iban a cenar todos juntos. El restaurante no era un lugar de lujo, más, optar por ir presentables no era mala opción. Lance sabía acerca de formalidades por reuniones con grandes capitanes, Matt si conocía que existía un accesorio llamado “corbata", era mucho.
Siendo los primeros en estar listos bajaron a esperar a las chicas. Quién puede culpar al destino porque ambas mesas quedarán frente a frente en alas diferentes. Otra vez Lance hizo caso omiso, cuando en realidad imaginaba que su tanque de guerra los aplastaba. Sonreía de forma macabra, suerte que la carta cubría su rostro. Las estrellas de la noche fueron Natalie y Ana con vestidos largos y joyas tanto en el cuello como en las manos. Saludaron a los recién conocidos de camino a su mesa.
– ¿Ya pidieron? –Natalie se sentó en su silla pasando su larga cabellera por encima del espaldar– ¿Me pasas la carta Matt?
–La tiene Lance–señaló a su amigo embobado por la belleza frente a sus ojos.
–Gracias–Ana se la quitó de las manos haciéndole despertar–Yo quiero esto–señaló un plato con ensalada–Natalie decide.
–Gracias Ana–tomó la carta viendo la sección de dulces–Elijo este postre.
–Nosotros ya decidimos que comer–Matt dijo emocionado.
–De seguro pediste carne.
– ¿Eres adivina Ana?
–Por favor Matt, es fácil predecir lo que quieres si siempre lo dices. ¿Y tú Lance?
–Yo pedí un estofado. En la guerra comíamos mucho estofado de ternera.
Un camarero se acercó con una botella de licor y a pesar de no haberlos pedidos, el joven les informó que era un regalo de los caballeros al frente suyo. Iban a aceptarla, no obstante, Lance tomó la botella en sus manos y tras inspeccionarla pidió que la cambiaran por un vino tinto. Fue un gesto raro, una actitud que nadie esperaría de él. Natalie creyó que aquello fue una ofensa, sin embargo, mantuvo su boca cerrada por no querer ser siempre la que inicia las peleas. Como acto de rebeldía no bebió del vino a pesar de que Ana y Matt le afirmaron que estaba bueno.
–Oye Lance, en lugar de nazista debiste de haber sido príncipe. Sabemos mucho acerca de estos refinados gustos–Matt borracho sonreía burlón.
–Y tú ya estás borracho–Lance le quitó la copa de la mano a su amigo mirándolo con vergüenza.
–Ya no puedo seguir bebiendo–Ana admitió su derrota sin llegar a los límites de Matt.
–Habrá que subirlo y que descanse. Queda para mañana el acuerdo de salir a medianoche.
–Yo lo llevo, Matt no pesa mucho.
Lance con Matt a cuestas logró llegar a las escaleras. Se equivocó, Matt pesaba mucho y como dormía era más difícil subirlo. Romeo y Fabio ofrecieron su ayuda, algo que no iban a poder negarse por necesitarla en serio. Ni el peor enemigo del nazi pudo contra su terquedad. Dijo de forma seria y fría que “No”. Insistió en que podía y cargándolo en su espalda dejó claro lo evidente. Ana con su poder de curación subió tras despedirse a ver si lograba hacer algo por su amigo. Natalie con los dos hermanos al pie de las escaleras se disculpó dejando la cita para otro momento.
Entre los tres dejaron al amante de los videojuegos encima de su cama durmiendo felizmente. Todo esfuerzo merecía un buen descanso, pero Natalie antes de salir le preguntó a Lance sus razones para rechazar tanto el regalo como la ayuda. Sin recibir respuestas se marchó enojada, cuando en realidad Lance aún investigaba porque le eran insoportables.
Romeo visualizó a Natalie en el pasillo de vuelta a su cuarto. Verla desde lejos, su hobby favorito.
¿Amarla?
Sí. Romeo siempre estuvo enamorado. Lo único que le detuvo a ir y hablarle, fue ver que Lance se le aproximaba. Desde una esquina vió como la detenía, sonrió que su chica clavara su mirada de odio al zafarse. Ver que ese chico la tratara sin respeto fue que naciera un fuego alimentado por la rabia. Cada gesto de burla o cada silencio a sus respuestas se volvieron leña en la fogata de Romeo. Un paso y ya, algo tan simple para separarlos. Ana ocupó ese papel pidiéndole ayuda a Natalie con su vestido, aunque nuevamente quedaban en el aire las preguntas.
A la mañana siguiente los cuatros estaban listos para partir. En la entrada fue que Matt conoció a los viejos amigos de la maga. Como todos se dirigían al mismo lugar decidieron ir juntos. Por supuesto, cada cosa conllevaba a otra. Chicas al fin, les gustaba la idea de tener dos chicos más en el grupo. Ana iba conversando con Fabio sobre arcos y flechas. Matt hizo que las intenciones de Romeo de querer hablar con Natalie se vieran obstaculizadas por relatos divertidos. Gruñes y silenciosos, los dos restantes.
– ¿Y Sin Patas? –preguntó Natalie al no ver el gato entre ellos.
–Sin Patas se adelantó, dijo que iba a hacerse más fuerte–agregó Matt antes de seguir con su relato.
La pelea se redujo a cuatros miembros masculinos, las chicas ya casi ni peleaban. Fabio y Romeo se ganaron la popularidad por sus tratos encantadores y ofrecimientos en fuerza física. Dos chicos salidos de un cuento de hada. Se detuvieron a descansar en un claro del Bosque Místico, llevaban varios días caminando. Matt solo se quejaba del hambre que tenía, mientras que los dos nuevos integrantes se preparaban para cazar.
–Tengan cuidado–Ana les advirtió al verlos irse.
–Regresaremos pronto–gritó Fabio desde la lejanía.
– ¡Al fin! –exclamó Lance sentándose debajo de un árbol–Creí que nunca se irían.
–Tengo hambre–Matt se acostó encima de una baba mordiéndola como si fuese comida.
–Matt eso no es comestible. Te traeré agua del río–Ana con las mejores de las intenciones se levantó hiendo al riachuelo más cercano en busca de agua. 
–Esos chicos no son malos–le quiso hacer ver Natalie a Lance que se equivocaba en su forma de tratarlos.
–Son una molestia–ese comentario hizo que la maga se enfadara aún más, algo que el nazi a veces disfrutaba–Mis habilidades de lucha son mejores.
–Celoso–Natalie dispuso de sobar la espalda de Matt que vomitaba la baba para dar por incorregible a Lance y sus comentarios.
–No me digas eso cuanto tú ya casi no peleas. Lo mejor que tienes es tu habilidad para la magia.
Ante ese último comentario Natalie no supo que responder. Ana vió como Lance se introducía solo al bosque sin llevarse ningún arma. Desde hace un par de días se preguntaba mentalmente si entre ellos dos pasó algo en el secuestro. Soltó una rosita ante la posibilidad de una pareja en el grupo, una pareja de gruñones.
–Lance tiene razón–Matt limpiándose la boca agregó aún poco mareado por el malestar de su estómago–Desde que Ana y tú dejaron de pelear, el equipo no se coordina como antes–hizo una pausa–Fabio y Romeo son buenos, sin embargo, con ustedes terminamos en menos tiempo.
Aquellas palabras las hicieron reflexionar y sin decir nada saludaron a los cazadores que llegaron con buen botín.

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