Libre

6 1 0
                                    

Es demasiado lo que pasa por nuestras cabezas. Cuantos problemas tenemos que soportar y ninguno sin solución. Escapé de casa a donde mis pies me llevarán, no soportaba discutir. Escuché a un hombre hablar sobre una nueva exhibición en el acuario. Antes de seguí vagando preferí ir a verla. Entré al acuario y nada me llamaba la atención. Era un aburrido lugar, o eso pensaba. La enorme pecera que venía después del recibidor se robó mis ojos. Peces y más peces mirara por donde mirara. Era tan bello que me quité mis audífonos de casco porque se caerían de tanto alzar la cabeza. Me acerqué a los peces payasos, esperaba que me hicieran reír. Como una niña pequeña, mis manos salieron solas de los bolsillos de mi pantalón y se apoyaron en el cristal. Los peces se alejaban, pero otros se acercaban curiosos. Quería ver de cerca a la almeja que iba a abrir por eso me di me golpeé en la frente. El cristal se agrietó de repente. ¿Era mi culpa? ¡Oh no! ¿Provoqué una inundación? La grieta siguió y no pude moverme para avisarle a las personas. Cuando la grieta llegó al techo ya no podía abrir los ojos mucho más.
Muévete, muévete, me repetía seguido con desespero. ¿Por qué no te mueves? No quiero ser la responsable de la muerte de millones de vidas. No tengo dinero para pagar la vivienda de cada uno. Encima que primero me atrevasaran antes que el agua me moje.
No tuve tiempo de decir adiós, cerré los ojos para no ver mi cuerpo ser atravesado. Sentí el agua mojarme, pero no sentía dolor. Abrí los ojos despacio. No pude ocultar mi asombro de verme flotando en medio de un océano. Los peces nadaban por debajo de mí y las ballenas cantaban al pasar. Una onda marina me envolvió que me hizo girar en el lugar. Era raro. Me sentía liviana y en paz, mis preocupaciones desaparecieron. La sonrisa que se formó en mis labios al ver la concha abrirse me hizo recordar cuando sonreía sin parar. El olor del agua salada llenó mis pulmones de nuevo oxígeno. Por primera vez pude relajarme y reír a carcajadas que a nadie molestaría. Las anémonas me hacían cosquillas con sus descargas. Los corales con el reflejo del sol brillaban y florecían. Estar en un ambiente colorido era lo que necesitaba desde un principio. Me daba sueño tanta paz, tras un bostezo cerré los ojos acostada sobre los corales. Los volví a abrir por una incomoda pestaña y aún seguía de pie frente al acuario. Miré a los lados y las personas que entraron conmigo seguían allí. Al parecer nadie notó cuando aquello sucedió. Un momento...¿qué sucedió? No lo entendía muy bien, pero la misma sensación que experimenté allí, aún la tenía.
Suspiré, ya era hora de regresar. No quería irme, más no podía dejar de sonreír. Supongo que esto es lo que llaman sentirse en paz.

Cuentos Para DormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora