Burlada en la noche

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Me tocó trabajar en mi turno de noche, y no lo veo incómodo. Tampoco que no dormir sea mi actividad favorita, pero aprecio a veces cambiar la visión del trabajo de la luz a la oscuridad. Me encuentro en mi oficina, la cual ahora es silenciosa y todo lo que escuchan mis oídos es el sonido de mis dedos en el teclado. El sonido del teléfono me distrae, lo descuelgo al tenerlo cerca y atiendo la llamada. Nada diferente, mi madre queriendo saber como me va. Nada mejor que el amor de una madre. Vuelvo a lo mío, y siento mi barriga gruñir.

-De acuerdo, hora de un descanso.

Digo buscando las llaves en el bolso para cerrar la oficina al salir. En otro momento preferiría bajar por las escaleras, pero verlas tan oscuras me hacen desconfiar. Mejor uso el elevador y mientras lo espero escucho pasos. No soy la única en un sitio tan grande, mi centro tiene ocho pisos. Los pasos son más fuertes y se detienen de una forma que no me agrada. Es como si quisieran jugarme la clásicos broma del susto. Odio lo clásico. No mentiré, me inquieta. Uno nunca sabe que puede haber en un sitio tan oscuro, por lo que no dejo de mirar constantemente a las escaleras. Hablar o preguntar delata mi presencia. Las puertas del elevador se abren, la campana de llegada me saca de mi inquietud. Entro, estoy sola.
He tenido la bendita suerte de nunca quedarme estancada, para todo hay una primera vez.
Supe que se quedó trabado porque no abrió cuando llegamos al piso uno.

-¿Y esto? -presiono en el botón y no abre-¿Por qué hoy?

Me siento a esperar después de sonar la alarma interna. Alguien tiene que escucharme. Nada, nadie me oye.

-¿Qué sigue?-dijo enojada-¿Morirme de hambre? Vamos elevador, ¿quieres cargar con un cadáver toda la noche?

Inmediatamente las puertas se abrieron. Me he quedado sorprendida en muchas ocasiones, pero no se si sentirme decepcionada de que nadie quera cargar conmigo; ni siquiera un aparato. Con una mezcla de alivio y decepción salí hiendo al comedor. Un bocado de comida me hará sentir mejor, y no es que tuviese mala suerte, sino que todo lo que no vive conspira contra mí. Agarro la bandeja con mi comida, y el pantalón que llevaba se me manchó con el potaje, incluso la blusa se me manchó. Estoy nerviosa por lo recién, debo de calmarme. Termino de comer pensando en las series inconclusas que tengo que terminar de ver, entrego la bandeja y salgo satisfecha de haberme llenado la barriga. De vuelta al pasillo que escaleras y elevador comparten, me detengo meditando que hacer. Toda persona con un sentido del juicio normal usa las escaleras, y eso hice. Lista para subir el primer escalón, coloco un pie y al subir el otro; la zandalia se despegó de la suela. Busco paciencia. Mis zapatos me dicen que es hora de dejar de gastar el dinero y emplearlo en algo útil. Si subo los cinco pisos que me quedan con las zandalias en este estado conseguiré que lleguen al zapatero peor que ahora. Resignada al ataque, me quito los zapatos y presiono el botón en la pared para que se abra el ascensor. La pantalla que tiene encima me dice que está por el séptimo piso, y los otros andan subiendo.
Suspiro pesadamente mirando mis pies descalzos.

-Subo las escaleras, así me hace digestión la comida.

Con esa idea fui me dediqué a subir los primeros escalones, volteé a ver la pantalla y ya iba por el piso tres. Bajo hasta la base, lo espero. El número tres de la pantalla desaparece, eso significa que se detuvo. Ni que decir de los otros, esos aún no bajan.

-Lo que me estas haciendo me duele-le digo como si fuesen personas-No voy a subirme ni hoy ni mañana, ni en toda la semana. ¡Esto es para los tres! Voy por las escaleras.

Estoy que suelto chispas, y cuando veo las puertas abrirse, sigo subiendo descalza los escalones. Subo al dos y llego al tres, y el elevador se abre ante mi como si me suplicara que me subiera. Soy más fuerte, sigo subiendo soportando la frialdad del suelo que es un poco refrescante por el calor del verano. Cansada, me tomo un descanso de unos cinco minutos. Trabajo en el seis, y como alguien que no ha tenido una buena noche me toco los bolsillos por si la llave se me quedó en el comedor. No las encuentro en mis bolsillos y siento pasos rápidos. Puede ser cualquiera con prisa, pero no vi a nadie detrás de mí. Lo malo de estos lugares es que todo ruido en un ambiente lleno de silencio provocan un eco de película.

-Seguro se me cayeron en el pasillo.

Parezco optimista, pero estoy muerta de miedo. Subo rápido rezándole a todos los santos y a quiénes escuchan mis súplicas que las llaves aparezcan. El condenado elevador se abre y en medio del suelo se encuentra mi llavero. No quiso cargar con mi cadáver, pero es egoístay no quiere que me mante nadie. Me apresuro a entrar presionando el botón que mantiene las puertas abierta en lo que recojo las llaves. Salgo del elevador abriendo la puerta como si fuese un día normal. Entrar y encerrarme me hace sentir el alivio recorrer mi cuerpo. Para el colmo el teléfono suena. Cuando descuelgo la llamada el custodio me pide que cierre las puertas del balcón. Ni siquiera me di cuenta que estaban abiertas. Al salir me encuentro con otro custodio que venía a hacer la misma operación. Dejo que lo haga, son puertas difíciles de cerrar y muy gruesas. La fuerza de un hombre es necesaria. A la espera de la entrega de las llaves me doy cuenta que ha pasado más tiempo del que mis compañeros de trabajo necesitan para eso. Queriendo asegurarme de que todo estuviese bien, no veo al custodio, y las llaves a centímetros del marco. Cerré, mi sueño reparador me espera. Por la mañana escuché comentarios acerca de la rotura del elevador que está frente a las escaleras. Le pregunto a un custodio por el hombre de ayer y me desayuno que no trabajaba en el centro desde hace diez años. Me encuentro en el medio de la realidad y mi imaginación. Sonrío, no soy ignorante a que hay espíritus entre nosotros; pero mi risa se vuelve carcajadas de pensar que fui el juguete de diversión de un fantasma. A los días sufrimos traslado por reparación del techo, a una oficina en el primer piso. Sin escaleras y sin elevador. Vamos a ver con que me va a asustar el fantasmita la próxima noche que me toque quedarme de turno.

Cuentos Para DormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora