Una buena mañana de sol resplandeciente, un pescador se dirigía a su habitual roca en el canal cerca de la playa. Con su caña y su cubeta lanzó el anzuelo esperando que algún pez perdido picara. Los peces por el canal ya no abundaban y todo ocurrió sin tener noción de cuánto tiempo había sucedido. Las personas empezaron a pescar en otros canales, pero él se sentía complacido de pescar en el canal donde venía con su padre cuando era un niño. Normalmente tomaría un libro para pasar el tiempo, pero sin poder abrir la maleta la campana de alerta empezó a sonar. Tirando del sedal, se emocionó porque era un pez grande. El pez haló tanto el hilo que el pescador acabó cayendo al agua. Nadando a una pequeña costa que antes no estaba vió como una niña también salía del agua. Preocupado de que infantes estuvieran nadando solos se acercó a ella llevándose una gran sorpresa. La niña era una pequeña sirena que luchaba por quitarse el hilo enredado en la aleta. En sus años de pescador nunca había visto algo parecido. Escalando las piedras hasta arriba agarró las pinzas para desatorar en las escamas de los peces los anzuelos volviendo a lanzarse al agua nadando en su dirección. La sirena lo miró asustada, no sabía qué hacer, ni podía huir nadando por los hilos. Con una mirada dulce le brindó confianza y despacio, el pescador cortó los hilos dejándola libre. Ella se alegró mucho volviendo a las profundidades tras agradecerle. Feliz, el pescador se retiró de la costa para irse a su casa. A la mañana siguiente volvió a su lugar de siempre, pero vigilando que la pequeña no estuviera cerca, decidió cambiar de lugar por primera vez. A la media hora de leer el libro, una niña se acercó a él interrumpiendo su lectura. Con una sonrisa le entregó una caracola que llevaba en sus manitas. El hombre tomó la caracola viendo el orificio que tenía. Sacando una bonita cadena la atravesó convirtiendo la caracola en el dije de la cadena. Regalándoselo a la niña, la pequeña se enojó declarando que era para él. A la hora volvió con un pez que dejó en la cubeta y otra después regresó con una estrella de mar. El pescador la veía y se reía de sus locuras, aunque le daba curiosidad que traería para su próxima salida. Por ese día no le trajo nada más, se volvió una rutina que ella le esperara para darle un pez apenas le veía llegar. Una tarde no trajo nada y estaba cabizbaja, algo raro para una revoltosa.
- ¿Pasa algo pequeña? -Le preguntó preocupado el pescador.
- ¿Me enseña a nadar?
Era natural que de tanto ir a la playa sintiera curiosidad por el mar. Las lecciones de natación duraron unos cuantos días, la niña aprendía rápido. Caía la noche y debían de salir del mar, sin embargo por mucho que la llamara la niña no salía. Al ocultarse el sol detrás del horizonte las piernas de la niña brillaron volviéndose una pequeña aleta. En una piedra, una pareja de tritón y sirena se sentaron llamando a su hoja. La sirenita dio las gracias de nuevo, el pescador la detuvo sacando de su maletín el collar de caracola que no quiso aceptar. Suspirando, aceptó el regalo nadando hasta sus padres. Despidiendo a la familia marina desde la orilla, se marchó a su casa observando encima de un estante la pecera que había hecho con todos los peces y estrellas de mar que le había traído.
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Cuentos Para Dormir
Short StoryVariedades de cuentos cortos y relatos para el gusto del lector. Muchos incluso pueden considerarlo como novelitas cortas.