Imaginación nocturna

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Te imagino sobre la cama con el cabello todo regado por la almohada, tu cara roja y el sudor resbalando por tu frente. Tus ojos que se cierran ante el deleite y los gemidos que se escapan de tu boca. A veces pidiendo más, a veces lento, a veces rápido.
Tu pecho subiendo y bajando por lo agitado así como tu cuerpo moviéndose a un ritmo. Las manos de esa persona sujetando tus caderas, sus labios besando desde tu nuca hasta tu cintura.

-Manuel.

Adoras como ella dice tu nombre. Te calienta el alma de escuchar de sus labios tu nombre.
Tú sin responder dejas que te guíe haciendo donde quiere ir. Y te das cuenta que sus labios buscan los suyos.
[El beso siempre es la parte más complicada, quieres dominar pero tienes miedo a que te dominen. No acostumbras a ser el pasivo de la noche, pero no puedes dejar de besarla. Adoras como sus labios no solo recorren tu boca, sino hacen un viaje de ida y vuelta. Recorren tu rostro dándote chance a respirar, recorren tus ojos obligando a que cierres los párpados, y después interrumpe tu recuperación volviendo a sellar tu boca.
El beso nunca es suficiente, quieres seguir, pero lo que deseas realmente aún no ha llegado. Quieres que te de más atención pero no sabes si estar acostado o ser por una vez quien le demuestre quién domina. Para tu suerte tomaste sus hombros empujándola a la cama. Con tus dedos repasas su delgado cuerpo atacando su cuello sin necesidad de permiso. A pesar de los gemidos lames, muerdes, eres tal vampiro en luna roja de eclipses
Quieres ir arriba, pero bajas lentamente. Sigues bajando dando el primer paso a aquello que alarga la noche.

"¿Que hacer?", te preguntas mientras no puedes dejar de mirar tanto a sus ojos como a el centro de sus piernas. Cuando te llenas de valor te detiene, se va sentando poco a poco y te pide te que acerques. Lo haces y de pronto, al ver sus manos por encima de tu cuello dientes algo de miedo. Debiste de haberle hecho caso a tu instinto, pues ahora cuelgas un collar. Te toca ser el pasivo quieras o no
La cadena no esta muy apretada, pero si le gusta, tú no pones peros.

-Ven y lame.

Dice, pero tu atinas a soltar una risita. Le miras a los ojos tomando la cadena de sus manos. La pasas por encima de su cuello con delicadeza y agarras con ambas manos las dos partes. Le acercas, sus rostros casi se tocan, pero como hombre te respetas.

-Lame tú.

Ordenas y cuando ves su fingida inocencia lames su oído susurrando que tiene que lamer. Escuchas su risa y de momento, sueltas un gemido porque lo ha sostenido, pero no dura mucho ya que vuelve a empujarte y a sostener la cadena. Te hala y de rodillas te lo ordena otra vez.
Una vez arrodillado decides ser el sirviente rebelde. Al momento ella sonríe como patrona satisfecha por darle un castigo a sus empleados. Y ya sabe con que darte aquel castigo.

-No vas a correrte.

-Lo haré tarde o temprano.

-Con mi cintura no vas a lograrlo.

-Yo puedo jugar más rudo.

-No lo harás, porque no te dejare.

Con delicadeza ella deja que te acuestes otra vez. Sentada sobre tu cintura te sostiene en las manos aferrándote a la cama moviéndose arriba y abajo. Es un castigo para ti tener que verla y no tocarla. Ella sigue ahí, bajo su propio ritmo, obviamente es una experta. A pesar de haberse acostado contigo infinitas veces, sus conocimientos de mujer le permiten cerrar y abrir las piernas castigandote. Eres un niño malo y con eso tienes que pagárselo. Otra vez te debates en querer cerrar los ojos, o simplemente seguirla viendo tan erótica. Ella se detiene, se aproxima a ti y te besa. Aquello sirvió para no gemir mientras sientes un calor justo donde sus cuerpos se unen. La miras triunfador, ella te mira confusa.

-Te dije que no ibas a lograrlo.

Ella sale lentamente viendo todo manchado de blanco. Sonríe aceptando la derrota, pero tú no quieres que la noche termine simplemente porque te viniste primero. Es momento de que seas romántico, no solo rudo. Agarras un puñado de rosas que habías esparcido por la cama rociándolo por encima de su cuerpo.

-Manuel, ¿me amas?

-¿A que viene esa pregunta?

Ves que su cuerpo tiembla, la abrazas depositando suaves besos y dulces caricias en su cabello. Quieres darle paz pero no lo consigues solo con eso.

-Te amo. Eres mía y de nadie más.

-¿Preparaste la cama con rosas, los inciensos en las esquinas y la música por mí?-te abraza más fuerte.

-Así es, fue por ti. Y porque hoy que cumplimos aniversario quiero preguntarte algo.

Con una manta del juego rosado que pusiste a juego con las cortinas cubres su delgado cuerpo. Te cubres tú buscando entre los cajones aquello que es especial. Al encontrarlo se lo enseñas, pero antes que puedas hablar ella se te lanza a besarte diciéndote que "Sí".
Feliz de que haya aceptado vuelves al juego pero contigo encima y ella debajo, no obstante, no dejas mirar el anillo sabiendo que pronto la verás vestido de blanco aceptando ser tu esposa.

Cuentos Para DormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora