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El siguiente fin de semana Nick pasó por mí a medio día para acompañarme a la única sesión que tomaría con su "vieja" amiga y cuando dijo "vieja" no se refería a que tenían mucho tiempo de conocerse, en realidad era una señora muy mayor, con aspecto de gitana; cabello canoso con mechones pintados de colores; vestía una falda suelta y larga, su conjunto se complementaba con el pañuelo rojo atado a su cabeza. Más tarde le diría a Nick que su amiga podría ser la abuela de Esmeralda y él me diría que también lo había pensado.

Esperaba ver bolas de cristal y cartas de tarot, pero no fue así, su departamento era como el de un terapeuta cualquiera, limpio y ordenado, con cientos de libros de psicología y plantas medicinales.

Extraña combinación, pensé.

Nos condujo a su sala de terapia y ofreció un par de tés que ella misma había preparado. Le platiqué a grandes rasgos mi situación. Tenía pesadillas con dos asiáticos que me hacían daño, despertaba con moretones justo en los lugares donde en sueños me lastimaban. Ella escuchó con atención mientras tomaba notas ocasionalmente.

— Bien Sophie, ¿qué es lo que buscas específicamente? ¿Olvidarlos? ¿Dormir tranquila?

— Quisiera recordar

— ¿A quién?

— A ÉL.

— ¿Quién es él?

— No lo sé, por eso quiero recordarlo.

La mujer miró a Nick quien asintió, como dando su aprobación para lo que fuera a hacerme, me pidió que me recostara para comenzar la sesión.

— Cierra los ojos y respira profundo — decía la anciana — cuando llegue a cero entrarás en un sueño profundo, 10, 9, 8 ...

Había funcionado o eso creía; todo estaba negro a mi alrededor, frente de mí pude ver palabras descendiendo como los créditos de una película.

— ¿Sophia? — escuché la voz de la anciana proviniendo de algún lugar por encima de mí — ¿Me escuchas?

— Sí puedo escucharte.

— ¿Dónde estás? ¿Puedes ver algo?

— Palabras, Bayview, Clement, Meadwood, Pacific Heights, Chinatown, SOMA.

— ¿Estás sola?

— Si, creo, no lo sé, está oscuro.

— Piensa en luz Sophie, trata de encender una luz.

Era más fácil decirlo que hacerlo, no sé cuánto tiempo habrá pasado pero la oscuridad no cedía, en un último intento una tenue luz apareció detrás de mí. Si fuera una película, los espectadores dirían que lo último que tienes que hacer es ir hacia la luz, pero la amiga de Nick me invitó a hacerlo apenas lo mencioné, respiré profundo y avancé con pasos temerosos hacia allá.

— Es una habitación verde con papel tapiz floreado, me recuerda a una novela de Jane Austen.

— ¿Qué hay ahí?

— Una cama; un librero; sillones; un florero ...

— ¿Algo ahí llama tu atención?

— Sí, los libros.

— Muy bien, acércate y toma uno.

Así lo hice; era un álbum de fotos, aparecían diferentes jóvenes que nunca había visto pero tampoco me resultaban del todo desconocidos. Conforme pasé las páginas noté la persona que más aparecía era ... el hombre de mis pesadillas, lo solté.

Amargas PesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora