Amargas Pesadillas

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Recordé la historia de Mizuki, el día que Kyle y ella me llevaron a Berkeley, dijo que un agente estaba infiltrado en el hospital y después de todo era cierto, sólo que se equivocó de "jefe" no era Alex para quien trabajaba, sino Luan.

El chico vietnamita acababa de volver de entre los muertos, con una mueca burlona y maliciosa, nada que ver con el chico que recordaba en sueños, aquel con el que había conversado y me había salvado de que Mizuki me matara justo cuando Alex llegaba a rescatarme.

— Creí que estabas muerto, creí que Alex te había matado.

— No mi querida Zuki, Alexander pecó de confiado, el chico a quien asesinó esa noche, fue al hijo bastardo de mi padre, quien por fortuna tenía un gran parecido conmigo y sirvió para mis propósitos.

— Bien hecho Luan, estoy orgullosa de ti, ahora desátame ...

— ¿Desatarte? ¡Qué buen chiste! No Zuki, tengo otros planes para ti — me miró — así que tú eres la famosa Sophia Vera, es un placer conocerte en persona.

Ok, si salía viva de esto, en definitiva, nombraría este día como el día oficial de la carencia de palabras, no entendía absolutamente nada de lo que estaba sucediendo, en primera ¿cómo es que Nick y Luan eran amigos?, segundo ¿qué paso con la alianza entre él y Mizuki? Y tercero ¿cómo rayos sabía mi nombre y porque ansiaba conocerme?

— Pareces confundida querida — dijo en tono amable — permíteme explicarte:

— No entraré en los detalles del pasado y el origen de la guerra con los europeos, seguro debes estar cansada de escuchar esas historias, no querida mía, mi historia comienza en el hospital UCSF. Entre las idas y venidas de una cacería constante entre asiáticos y europeos, noté que el hijo pródigo de los Embery empezó a ausentarse, su participación bajó considerablemente por un extraño motivo que tardé un tiempo en encontrar y más aún en comprenderlo, tú.

Jamás había visto a Alexander tan poco comprometido en las misiones que su padre le encomendaba; tan poco participativo con sus amigos; tan carente de emoción por atraparnos: hasta que descubrí que su interés estaba centrado en una chica misteriosa a quien visitaba en la madrugada.

Me resultó sumamente extraño, la chica estaba en coma. Desconocía si mantenían algún tipo de relación hasta antes de su accidente, pero él estaba determinado a cuidarte y vigilar el hospital; fue entonces cuando decidí aprovecharte como distracción e ir tras los Kugler.

>> Verás, durante mucho tiempo susurré al oído de mi padre las injusticias que los europeos habían cometido, pero este parecía ser sordo, tenía que buscar otra cabeza cuya autoridad se ajustara a mis planes. Hao no era viable dada su gran amistad y admiración por Owen, pero su hermano Jian era todo lo contrario; los odiaba casi tanto como yo, tras envenenar sus oídos con las palabras que en el fondo deseaba escuchar, planeamos la muerte de su hermano mayor para inculpar a los europeos e incluso formar una poderosa alianza a base de resentimiento.

Por desgracia, Hao era muy listo y supo de nuestro plan, contactó a un asesino de la Triada para pedirle un favor, nos enteramos justo a tiempo, supimos de su reunión y Jian fue a encargarse personalmente de ese soplón cobarde.

El destino me sonrió, las últimas personas que lo habían visto con vida fueron Owen y Giorgio; pero esa sonrisa se desvaneció en la primera junta del consejo; sí se formó una alianza, pero contra mis deseos. Los europeos votaron por no hacer nada. Lo cual no fue del todo malo porque los asiáticos empezaron a dudar de la justicia.

Poco después mi padre fue a reunirse con los Kugler, grave error el habérmelo contado, porque me anticipé a su visita y los asesiné. Oculté las evidencias que probaban su inocencia para demostrar al resto que la balanza estaba desequilibrada, de ese modo Jian lograría convencer a los Satō de unirse.