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Cuando abrí los ojos a la mañana siguiente, Alex ya se había marchado, me dejó una nota con los números telefónicos de todos los especialistas, incluyendo el suyo en caso de que necesitara algo y notificándome que Vernon estaría afuera en su camioneta esperándome para llevarme a mi departamento.

Apenada por el tiempo que el hombre de Alex llevaba esperándome me vestí y salí a su encuentro. No intercambiamos ni media palabra durante los 20 minutos de trayecto a causa del tráfico. Antes de bajar de la camioneta le agradecí, me respondió con una sonrisa cortés, en cuanto me vio entrar se marchó.

Cuando salí del elevador me encontré con Eugene trapeando el piso donde se encontraba mi departamento.

— Buenos días niña — sonrió amablemente.

— Hola Eugene ¿cómo estás?

— Meh, no me quejo, tengo hambre, pero el administrador me pidió que limpiara antes de desayunar.

— Lo siento — saqué la llave.

— Su visita la espera adentro.

— ¿Visita?

— Sí, vino un joven muy temprano, le dijo al portero que era su amigo y lo dejó pasar.

— ¿Pudiste verlo? ¿Sabes cómo es? ¿Se parecía al hombre que me hiciste el favor de ahuyentar el otro día?

— Wo, wo, wo ¿quién crees que soy? ¿una secretaria? no vi nada, sólo te digo lo que escuché, pero si dices que no lo conoces tal vez debas llamar a la policía.

Pensé hacerlo, pero cometí el error de pensar que probablemente sería Nick, ya que no me molesté en devolver ninguna de sus llamadas y ahora había venido hasta aquí para que no pudiera evadir ni posponer la conversación por más tiempo.

Me acerqué a la puerta con el teléfono en mano y el número de Dasha listo para marcarle, sabía que el resto de los europeos estaban ocupados, o a mitad de un vuelo en el caso de Alex. Respiré hondo, miré a Eugene recoger sus cosas y subirse al elevador para ir a limpiar otro piso. Introduje la llave y giré la perilla, lo más preparada que pude para conocer a mi extraño visitante.

Para mi sorpresa no fue Nick sino Kyle, estaba sentado en el comedor comiendo de un plato de cereal.

— ¿Qué haces aquí?

— Desayunando mientras llegas.

Me di cuenta de que no sólo había un plato de cereal, también dos tazas de café y dudaba que lo hubiera preparado para mí, porque aunque me conocía bastante bien, era imposible que adivinara en qué momento llegaría, además sabía que odiaba el café frío.

Antes de que pudiera preguntar, la puerta del baño se abrió y salió Mizuki.

— Hola, Sophie — sonrió con amabilidad.

— ¿Y está? Entiendo que tú vinieras, pero ella no es bienvenida.

— Cálmate — intervino mi amigo antes de que su novia hablara — venimos en son de paz. Sólo queremos hablar.

— Lo que sea que tengan que decirme no me interesa, por favor váyanse.

— Sophie, por favor ¿podrías al menos escuchar la otra versión de la historia?

— ¿Qué otra versión? ¿La de ella? — Pregunté molesta —, ni loca.

— Siempre hay dos caras, por favor, por mí. Me debes una ¿lo olvidas?

— Te dije que no aceptaría — dijo Mizuki chasqueando la lengua.

— ¡Shhh! Por favor — repitió nuevamente.

Amargas PesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora