Desperté sobresaltado a causa del balde agua fría que acababan de arrojarme encima. Odiaba que hicieran esto.
— ¿Qué quieres? — pregunté molesto.
— El jefe te llama, tiene un trabajo para ti. Está en el salón principal.
Picado por la curiosidad me vestí con rapidez y acudí a su encuentro; tenía muchos años que no me encomendaba una misión.
Lo encontré sentado en la cabecera, leyendo el periódico del día mientras picaba la fruta de su plato.
— ¿Se puede? — toqué la puerta antes de entrar.
Hizo un gesto de aprobación, señalando la silla junto él, tomé asiento, una de las empleadas de la casa me sirvió una taza de café, pan de centeno y un par de salchichas.
— Me dijeron que me querías hablar conmigo.
— Sí, tengo un trabajo para ti.
— ¿Qué necesitas?
Tomó un folder cerrado y me lo extendió.
— Iras a Norteamérica, todo está explicado ahí.
Intercalé la vista entre los documentos y la mirada de Samuil.
— ¿Es en serio?
—Sí y no me lo agradezcas hijo mío, estoy consciente que eres la persona indicada para el trabajo ¿cierto?
Asentí.
— ¿Cuándo debo partir?
— De inmediato.
Me puse de pie.
— Y Yakov, no falles.
— No lo haré.
El tiempo de vuelo me sirvió para leer las indicaciones de Samuil, así como estudiar los reportes que preparó para mí. Al principio, honestamente creí que me enviaría para encargarme de una vez por todas de Armand, su inútil e incompetente yerno que no había hecho más que llevar a su familia a la ruina.
Aún me costaba creer que Samuil no me hubiera dejado vengar la muerte de Nadine años atrás. "No Yakov, no es el momento", dijo. "Tenemos que respetar a los Zhukovsk", repetía. Si no fuera porque él en persona me lo ordenó no habría dudado en acudir y ahora Sergery, esto era el colmo.
Antes de ir a San Francisco hice una escala en Nueva York, en donde busqué a mis viejos amigos los Slukhi, para encomendarles la tarea de esparcir rumores sobre mi presencia y que el caos empezara a desatarse; de igual modo sabía que necesitaba su ayuda para mantenerme informado y encaminar mis pasos hacia ellos.
La última vez que estuve aquí fue con Nadine, hace muchos años, Samuil me había encomendado la tarea de escoltarla hasta los brazos de su esposo, pero ella no estaba lista, así que hicimos una escala en Nueva York para alargar nuestra estancia juntos. De haber sabido que sería la última vez que la vería no la habría soltado.
Una vez cumplida mi primera tarea, partí a San Francisco. Tras mirar el lugar en donde ocurrió el homicidio, recibí la información sobre el paradero de los supuestos responsables.
Otra de las grandes ventajas de mi reputación era que la gran mayoría de los criminales tienen algo en común: no me quieren cerca. Todos ellos, sin importar su rango o posición, se comunicaban los unos con los otros a una velocidad tan impresionante que llegaba a oídos de los Slukhi en poco tiempo.
Los siguientes días recorrí el país entero, cazándolos y observando. Desde Washington hasta Florida los crímenes se registraron sin parar, distrayendo a las autoridades, haciendo honor a la fama que me precedía gracias a los esfuerzos que Samuil y los Slukhi crearon a mi alrededor.
Volví a Nueva York, donde una chica llamó mi atención, mis fuentes decían que tenía una relación con Alexander Embery, pero ahora ella estaba con los "líderes" de las casi extintas familias Satō y Zhai Dí, dudaba que hubiera sido secuestrada, ya la había visto antes.
Dos noches después, fueron al puerto en donde por un instante creí que mi posición había sido comprometida, unos hombres gritaban mi nombre, diciendo que estaba ahí. Tuve que esconderme por un par de días hasta asegurarme que la misión no corría peligro.
El viernes me avisaron del paradero de los asiáticos en Savannah, tenía el tiempo encima. Samuil me había dicho que el imbécil de Armand lo había vuelto a contactar para pedirle que volviera. Cuando le pregunté si abortaba la misión pero me dijo que sabía lo que tenía que hacer.
Samuil odiaba a Armand casi tanto como yo. Fingiríamos que no me había podido contactar.
En Savannah nuevamente fui sorprendido por la presencia de la chica misteriosa, al igual que la de un gran número de criminales, algo no estaba bien.
Me mantuve oculto y observé de cerca. Mis instintos rara vez fallaban, fui testigo de la caída de todos ellos; el FBI entró en acción y arrestó a todos los presentes, salvo a la chica. Más tarde en plena madrugada, la vi ir a un edificio donde poco después llevaron a la niña Satō. Maldita sea, eso complicaba mi trabajo.
Antes de que pudiera cobrar unos cuantos favores para conseguir acceso al par de asiáticos arrestados, supe que Mizuki había escapado. Eso no pintaba bien. Si bien el niño Zhai Di estaba fuera de mi alcance al menos por ahora, la chica sería pan comido. Un par de horas más tarde los Slukhi me dijeron que iba en camino a San Francisco, también me entregaron una dirección donde aseguraban que la podría encontrar.
Cansado de dar tantas vueltas por aquí y por allá, decidí que acabaría con la misión antes de que volviera a huir. Llegué a la dirección indicada, un almacén abandonado. Por desgracia, cuando entré, mi trabajo había sido realizado por alguien más, me acerqué a la mujer que permanecía en el suelo con una herida en el pecho y los ojos apagados.
Encendí un cigarrillo y conforme el sol se ocultaba, pensé en la chica.
La llamada que esperaba la recibí en la noche, cuando ya me encontraba en mi refugio, escuché a mis espías con una sonrisa en la cara. Colgué.
Busqué una de mis tarjetas de presentación, anoté su nombre.
— Sophia Vera, tú y yo tenemos una plática pendiente.
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Amargas Pesadillas
Mystery / ThrillerEl tiempo de los sueños ha terminado y una nueva era de pesadillas se avecina. Sophie al fin ha despertado, por desgracia su memoria ha extraviado los recuerdos de los sueños y con ellos a ÉL. Su única pista para recuperarlos, proviene del par de a...