Capítulo 13*

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AGNES

No se por qué, pero de verdad le creo a Steven, creo que no me hizo nada, su rostro expresaba sinceridad, es más en sus ojos había preocupación, este hombre tiene unos ojos expresivos, parecen una ventana que deja ver su alma. Ay mi Dios, por qué carajos me doy cuenta de estas cosas, algunas veces quisiera no haber desarrollado esta capacidad de entender la personalidad de los seres humanos sin siquiera ellos me hablen, me dirijo al baño y después de hacer mis necesidades me introduzco en la ducha, abro la llave y mojo mi cabello, emito un gemido de satisfacción ya que el agua está exquisita, vislumbro a mi alrededor y veo lo que debe ser loción para lavarlo, así que abro el envase y aspiro el aroma, huele a madera y cuero, a masculinidad pero de verdad no me importa, necesito lavarme el cabello así que me aplico un poco.

Termino de ducharme y salgo del baño, me coloco el brasiere y pienso en que carajos me voy a colocar abajo ya que no cargo pantaletas extras encima, tomo la playera que Steven me dejó en la cama y me la coloco.  Me queda hasta mas larga que el vestido que cargaba puesto anoche, así que me la dejo.  Enrollo el cabello con la toalla y miro mis tangas.  Decido que me quedaré sin ellas y las lavaré junto al vestido, sin embargo, me percataré de que Steven no se de cuenta de éste pequeño detalle.

Vuelvo a entrar al baño en busca de un poco de enjuague bucal ya que tengo mal sabor de boca, el alcohol es una porquería, te da un aliento espantoso, te retumba la cabeza, te hace vomitar, ¿y por qué coño la gente bebe esto?  Me pregunto, para rematar te hace perder la conciencia ya que una parte de la noche se me olvidó por completo, entre esas están, ¿el cómo llegué aquí, dónde coño está Aarón, en qué momento vomité, para terminar tan embarrada que Steven me desvistió casi por completo? En fin, esta cosa es más un veneno que una pócima maravillosa.

Salgo descalza y llego a la sala, miro por primera vez el apartamento del que va a ser mi futuro esposo y lo detallo.  Veo una amplia sala un poco minimalista, hay un sillón en forma de L blanco y con muchos cojines negros, observo a la derecha y un piano de cola color negro demasiado bello, adorna el espacio.  Desde aquí se notan unas grandes panorámicas que dan una vista espectacular de Londres, luego mi mirada se dirige a la derecha y hay una mesa como de, ¿dibujante?¿Arquitecto quizá? No lo sé, deben ser hobbies de Steven.  Él parece ser de un gusto exquisito pero sencillo, algo propio de los hombres, camino un poco al interior de la sala y sigo una luz que veo encendida, cuando me acerco escucho que Steven, tararea una canción, Moves Like Jagger de Maroon 5, una sonrisa se dibuja en mi rostro, ya que se ve súper cómico en lo que está haciendo, cruzo el umbral para vislumbra que en su mayoria todo es de granito negro.  Noto que cocina algo ya que huele bien, así que lo llamo:

―¡Steven!―No atiende, así que lo vuelvo a llamar―Steven―nada, así que me acerco y le arranco los cascos de los oídos.  De inmediato gira su cuerpo para mirarme.

―A ver, Girasol ―frunzo el ceño, ahora me llama Girasol, no soy muy amantes de los apelativos―¿Sabes usar una lavadora? ―me río a carcajadas y asiento por lo que agrega― Ven, vamos al cuarto de lavado ―toma mi mano y me interna en un cuarto que está paralelo a la cocina, veo lo que es la lavadora y la secadora, así que me acerco y estudio las dos.  Rápidamente entiendo todo, levanto la tapa, meto el vestido y sin que Steven se de cuenta lanzo mi pantie en ella, le agrego algo de jabón y la programo para que lave.

Steven no me ha quitado la mirada.  No sé que tanto me mira.

―Para ser una niña rica, sabe usar todo lo de una casa, Girasol ―lo miro y le ruedo los ojos.  Se nota que él desconoce el mundo.  De broma y sabe cocinar, y eso es porque le debe gustar, supongo.

―Es demasiado fácil, Steven, además, en Chicago vivía con tresamigas, era independiente, pero no te fíes, no sé cocinar ni nada por el estilo,  lavar sí es muy fácil ―sonrío y salgo del cuarto de lavado para entrar a la cocina, me siento en un taburete bien alto y él me ofrece una taza de café caliente, le doy las gracias y tomo mi taza para perderme en ese exquisito sabor y aroma, siento como me mira y asumo que quiere preguntar algo, probablemente todo es por mi reacción de hace un rato, sin embargo, me hago la tonta, ya que no quiero responder nada sobre eso. Es más yo me adelanto y le pido algo que necesito― Por casualidad, ¿tendrás un analgésico? Me duele algo la cabeza―asiente y se pierde quién sabe a dónde para luego traer un envase el cual me entrega.

No me complace ser tu esposa ©  (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora