Capítulo 17*

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I Choose you (Te elijo a tí) by Sara Bareilles

AGNES

Aarón y yo llegamos a las oficinas Truswell en tiempo récord.  Mi hermano estaciona el vehículo y emite un silbido de aprobación por lo que agrega:

―Mira, Ags.  Papá escogió un buen esposo para ti, princesa, vas a vivir como una verdadera reina y tendrás muchísimos vehículos, menuda suerte ―niego con la cabeza.  Éste hombre si habla tonterías, como si no estuviese forrado en dinero al igual que Steven y su familia.

Noto que saca un cajetilla de cigarros, toma uno, lo enciende y me ofrece, niego, no es algo que me apetezca.  Eso lo hice el día de mi cumpleaños por un ataque de ansiedad, pero ya pasó, el cuerpo no me pide nicotina, más bien la rechaza y le produce un inminente asco.

Sigo mirando por la ventanilla del copiloto cuando un auto deportivo color negro, último modelo aparca detrás de nosotros.  Giro mi vista al espejo retrovisor, detallo como abren la puerta del piloto y sale un hombre extremadamente llamativo, enfundado en un traje de etiqueta y que reconocería a millas de distancia, Steven.

Se acerca a mi puerta, le da un golpecito al vidrio con sus nudillos, pero Aarón ni lo deja tocar bien ya que se adelanta y abre con el mando eléctrico que tiene de su lado.  Él al verme, primero sonríe dulcemente, luego ese gesto se borra para dar paso a la incredulidad.

Mete la cabeza en el auto, escanea mi cuerpo de arriba a abajo, saluda a mi hermano el cual le devuelve el saludo y vuelve a posar sus ojos en mí.

―Ags, ¿tú estas en pijama? ―Aarón se carcajea como un oso, sin embargo los ojos incrédulos de Steven no se apartan de los míos, mi boca está conteniendo mi risa.  Sin embargo respondo, no es de buena educación quedarse callada ante las preguntas de los demás.

―A ver, Steven, este señor ―y señalo con el pulgar en dirección a mi hermano―, me sacó de la casa en estas condiciones.  Pensé que sólo iríamos por un helado pero no ha sido así, me ha llevado a todos lados en estas fachas; al lago, a la plaza, a ver el Ojo de Londres, en fin a mil y un sitios.  Al final decidimos que muero por un algodón de azúcar y eso sólo puedo conseguirlo en un parque de diversiones ―Steven ve a mi hermano, me mira a mí y besa mis labios con un casto beso, Aarón nos interrumpe diciendo:

―Ey, Truswell. Ya es hora de que te la lleves ―Lo observo sin comprender sus palabras―. Ya la he cargado bastante por el día de hoy, así que te toca llevarla tú ―Mis ojos se abren muy grandes por el asombro.  ¿O sea, soy una carga pues?

―Mira, tonto ¿Qué se supone estás diciendo? Íbamos a ir los tres, los tres, ¿lo olvidaste?

―No, princesa, no he olvidado nada pero tú cuñada, psicótica, hipercelosa y maniática, comenzó a enviar mensajes como loca anhelando desesperada a su esposito, así que debo irme, pero como Steven es un buen hombre, te va a llevar a comprar ese algodón de azúcar que tanto quieres, ¿verdad que sí, Truswell? ―asiente con una sonrisa pícara pintada en la cara― Y por mamá ni te preocupes, yo te cubro hasta la hora que sea, ¿listo? ―Muevo mi cabeza de arriba a abajo. No estoy muy convencida, pero, es cierto, si Mary Ann necesita de Aarón, no soy nadie para impedir eso.

Abro la puerta de el copiloto.  Antes de salir beso y abrazo a mi hermano, le agradezco ya que si no es por él y sus ocurrencias no hubiese mejorado sino empeorado mi humor.  Salgo del automóvil, apoyo mis manos en los brazos de Steven, no es nada fácil mantener el equilibrio con esta cosa que llevo puesta y la cual detesto en demasía.  Siento la calidez de sus labios sobre los míos, al separarse susurra muy cerca del lóbulo de mi oreja:

―Los perritos del pantalón de tu pijama son bastantes sexys ―sus palabras me producen escalofríos así que me aparto lo que mi cuerpo y mi pesado yeso me permite.  Escucho la voz de mi hermano, sus palabras denotan advertencia, sin embargo, no tan arraigada como hace días, es un poco más jocoso.

No me complace ser tu esposa ©  (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora