Escuchar cada palabra de sus labios, junto al cremoso postre que comímos fue la réplica de una pleclara tonada musical mejor que el laúd de un bardo con prosas imposibles de imaginar, más celestial aun que el toque dominante de correctas falanges de la omnisciencia sobre las cuerdas de una melodiosa arpa, o las presiciones que en cada tecla de un piano desdobla a la esencia corporal y la lleva a otros planos, la sentía cada vez que el correspondiente de las blancas sedas capilares me expresaba todo su amor. De la pureza de las llamas de Eros, el amor del deseo, la atracción de la pasión en la mirada de quien convierte al ajeno en una pareja, ése que palpita y no duerme, que enceguece y sólo es capaz de pensar en el otro, me hizo ya no temer más de incorporar mi ser en esa encendida llama de sus pupilas. En cambio, que realizado hallaba de sentir, querido y sobrevalorado en tierna sensación, no podía negar el espléndido autoestima en el que entonces ahí logré calzar tan a gusto por saber que tenía un amor; e ahí, amén de nuestros testimonios, el humanismo que, en pos de mejorarlo viendo las condiciones que el romance me entregaba, no podía omitir de un respeto delante del valor propio y por el de ese profesor, al cual hube de preguntar cuando acabó la merienda, respeto que comenzaba dirigido en el tema por un tercero en este triángulo fraternal no unificado totalmente. Y le dije:
—Suplico, anteponiendo todas las disculpas si es que desafortunadamente han de ser necesarias, en que me permitas preguntar esto tan solo una vez. Respeto, admiro, y en lo sano y justo, ustedes, Frisk y tú son ejemplos no tan sólo para mí, sino para cualquiera quien no conozca el sacrificio por quien se quiere hasta el cansancio; y que no obstante, representa tu mitad en el carácter análogo de mi paráfrasis, siento que no puedo pasar por encima de él sin antes saberlo por lo fiable de tu autenticidad: ¿Qué piensa el estimado Frisk Dreemurr al respecto sobre nosotros? ¿Está al tanto de nuestra encantadora situación?
—Soy plenamente conciente de que no tengo ni tendré el menor derecho en reclamar nada —sinceró Ralsei con cierta pausa, llevando su mirada y manos lejos de la mía—. Frisk me rescató de una mala vida, me ayudó a realizar mi propósito aquí en Ebott. Ha hecho todo por mí, Templeton, todo cuanto ha podido deshacer de lo suyo propio para conceder a nuestra culminación. De pequeños ha sido quien me protegió, mi estrechante mano manceba, un oyente maravilloso... Con años posteriores dejamos todo, él nunca me abandonó a pesar de que no se la estaba pasando bien, es cierto, pero yo, no pude entender lo que él estaba tratándo de demostrarme... Templeton, ¡no puedo ver esta amalgama de afecto como Frisk la ve! ¡Es retribución en la amistad, no más que una relación de inercia, que por años dejó de funcionar desde que huimos de Hometown y me declaró su amor! A Frisk le debo más de lo que es imposible regresar, le quiero incluso mucho más por su gran corazón; y sin embargo, que ahora lucho por mis aspiraciones y soy libre e independiente por mi labor, en esta amistad de la que nos empareja un duro pasado, nunca podré sentir por él lo que sí sé que he llegado a sentir por ti... Tú eres el iluminado, el único que me ha hecho levitar en hermosos sueños, el humano que me ha traído al vuelo como las aves, estoy enamorado de ti como lo he estado de nadie más, y he sido quien ha entregado la completa verdad a tu juicio; y al final, también lo oculté. No tengo, ni puedo exigir nada...
Ellos eran sobre esta causa una pseudo-pareja, atascada por la costumbre de años a las fidelidades duales en todo lo que conllevó vivir y equivaler labores, los que replican en tal semejante caso, como al concubinato. En resultado —al cual no tengo excusa ni pretexto mejor para anular a mis desconocimientos comprendidos en toda esta redacción—, no lo adiviné ni por las suposiciones de la malicia ni por ponzoña escondida. Jamás, inaguantable de ser considerado a poner bajo la lupa de la credibilidad nunca habiéndole cuestionado los principios de nuestro lazo, en lágrimas ante la tristeza e impotencia justificó ese caprino ante mí una cuestionable nueva verdad no escrita antes en ochenta y cinco cartas...
El sabor que dejaba empero todo este suceso no era una felonía de la que debiera ser escupida al suelo. No me sentía engañado no obstante, ni ultrajado ante el quite de la condescendencia de mínimos toques ahí apartados. Los platos donde se hallaron nuestros postres se habían acabado ya, parte del café que no se bebió se terminó por enfriar y era lógico que no había apetito para otro bocado ni otra bebida en tal situación. En su lugar, alcé el brazo al mesero con el fin de finiquitar el pago de todo servicio. Y listo aquello, no podía acabar ahí lo nuestro. Le ayudé a Ralsei a levantarse, le tomé su pequeña mano en alta gentileza, no la pude soltar, ni él quizo retirarla; y penetrando de regreso en el camino edificado, con las arboledas de olmos en un atardecer lento que eran obra del poniente y lívido punto naranja en los cielos del parque, nadie desde el interior nos interrumpió. ¡Y por Dios, sólo tú señor mío que todo lo sabes pudiste ver en tu claro reino qué tan afligido estuve yo por verle así! ¡Qué tanto lastimaba a mi maleable carácter presenciar sus lágrimas de pena y de amor en esta encrucijada! Le amaba infinitamente como le puedo seguir amando ahora a pesar de todo, tanto, como él aseguraba sentir deseo por mí. Y que sin poder soportar el dolor de cada puñalada que se ensartaba en el corazón y rasgara con su filo los velos del espíritu hasta hacerlos jirones, no pude ser más fuerte ni callarme; en sumisión de este poder irrefrenable, moví un poco sus lentes sin retirarlos, y mis pulgares trataron de enjugar como paño de toda caleidoscópica lágrima brotante que corrió muy poco, casi nada, del rímel; y nunca el esplendor de ambas iris de rosa me parecieron, en el regreso de nuestras miradas, tan voluptuosos, tan puros y tan seráficos como los de él bajo las candelas públicas; aquellos ojos, aquellas grandes, brillantes y divinas pupilas se dilataban en deliciosa perspectiva, en gradación a su sentir; allí frente a mí, estuvo el triunfo de todo sueño celestial: la magnificencia de su tembloroso labio superior, la suave del inferior en su miedo, y sus mejillas de expresivo color se las acaricié enamorado, por mucho enamorado, aun cuando ya lo hicieron antes las proyecciones de las candelas de amor, luz de vida, fuego y pasión...—Es de ti de quien me enamoré, de ti... —profirió el pedagogo, llevando su palma a la comisura del ojo izquierdo para apartar gotas. No solté su mano en todo el tiempo—. No he correspondido nunca a todo lo que ha esperado Frisk. No puedo serle más condescendiente porque no le amo del mismo modo. Es casi un hermano, no puedo verle con otros ojos, en verdad que no puedo...
—No existe culpa, ni para él ni para ti. Creo en lo que dices, como lo he creído desde siempre, Ralsei. Nunca he puesto en tela de juicio nada de lo que me ha declarado tu ser. Te has expuesto ante mí cuando todo era insípido, como esa avis in terris de mis felicidades. Significas el inmenso alivio de todas las angustias relativas en la mera subsistencia de una angustiosa y faltante compañía. Eres quien me ha regresado todo lo que la desesperanza arrebata; y sin haberlo entendido antes, ¡óyelo ahora de mis labios!: ¡te deseaba con mi vida sin que el lenguaje de tus ojos, ni tu voz, ni tus cariños me lo dejaran suficientemente claro! En facultad de todo sentimiento acérrimo, sé que esto es lo que llaman amor, un poderoso magnetismo que no debe ser apartado, ni confundido ante el instinto supremo que guía a nuestros recalcitrantes corazones. ¡Sentimos lo mismo, Ralsei, lo sentimos de verdad y no pecamos por ello, porque sabemos que no nos equivocamos, que nos deseamos con un infinito anhelo! Todo esto puede ir en mejor medida, solucionarlo incluso, si lo intentamos.
Sin abandonar el canal de esas lágrimas, aprecié de él un semblante más convencido ante el nombre del amor al que aullábamos solitarios. Quitó así sus lentes, los colgó de su bolsillo, y mirada más femenil y espiritual me rebasó el corazón hasta el desborde. Toda tenue luz artificial fue climática, grata a nuestros humores con el sol escondiéndose cada vez más, pero una percetora electricidad tan diferente hubo, una que inundó e intensificó el carácter de los dos, era fuerte, e indiscutiblemente sentida.
Enlazó como un pacto real sus manos con las mías de frente, una fusión de expresivos propósitos que en el paso de los amores se quieren dar a cumplir en sones de causa y efecto para un mejor camino, uno en el que coexisten por siempre y para siempre el uno al otro deleitando el fruto de un legítimo amor.—Quiero que nos correspondamos, Templeton, eso es lo que anhelo. Si frisk me ama, debe saber entenderme, sobretodo a mi verdadera felicidad, respetar lo que he decidido, y comprender en que lo nuestro, sea obrado con otras actas al frente de esta larga amistad, si será hecho en nombre del romance, ya no prosperará; sin embargo, te debo pedir a ti, mi dulce Templeton, todo el aguante que tu ser me confiere, y me tengas sin cansar en la más comprensible de las paciencias al tiempo que esto pueda tomar. Pido demasiado, y lo sé, pero por favor suplíco que entiendas mi delicada posición... Por mucho que conforme tu amor y el mío en la más justa sustancia del deseo en esta reciprocidad, motivos imponderables prohíben apresurar, a no pertenecernos todavía... Sólo hasta que el paso de los días haga que frisk pueda aceptar lo inminente, que abra los ojos y entienda que lo nuestro no funcionó; solo así, podremos estar juntos tú y yo como lo soñamos.

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Sueños de Papel
RomanceLa tragedia de un humano sumergido en los confines más idílicos de la pasión y el encanto desenfrenado del amor por una dulce criatura caprina, llevado de la mano por la literatura confesional de sus días más oscuros hasta el suicidio, han compuesto...