La tragedia de un humano sumergido en los confines más idílicos de la pasión y el encanto desenfrenado del amor por una dulce criatura caprina, llevado de la mano por la literatura confesional de sus días más oscuros hasta el suicidio, han compuesto...
Perdí en tal grado la autoridad de discutir, porque todo ahí cobró un tanto de sentido. Me faltaba cara por lo que oí, y no podía creerlo, aceptándolo con una callada inclinación cervical y nada más. No tuve el valor ni la fuerza de derecho de poder decir algo mejor. Satisfecho aquél de haber sido provechosa esa comunicación sin réplicas ni extenciones, la visita se irguió, por lo que dando de las buenas tardes más ásperas con ese aire taxativo del queda usted más que advertido, acomodó ya de pie el cuello de su camisa de lima con muda disciplina, ocultó del severo orbe carmesí tras el liso fleco castaño, y se marchó del recibidor como quien no ha hecho nunca nada a nadie, cerrando la puerta con un portazo que tiró de una ornamenta decorativa de cerámica que quedó hecho polvo, muy por cerca de mis piernas. Estaba destruído de espaldas a piso, con la hemorragia nasal, y no pude evitar deshacerme en el más quebrado de los llantos al haber sido víctima de un engaño, un doloroso engaño al que no podría ser capaz de superar: Ralsei Darkner estuvo todo este tiempo en pacto de vínculo indisoluble ante las leyes de la igualdad, la prioridad y la transparencia de nuestro estado, comprometido con una vida realizada que me había sido ocultada por él mismo en ochenta y cinco cartas en la transición, escondidas sobre todo por los ocho días en los que compartimos una fracción de nuestra privacidad al fraternizar y conectar con lo que creímos entender por amor. Si antes castigo duro fue soportar la soledad habiendo sido solo y luego adoptado, querido, correspondido y por siempre desechado otra, echada a perder sentía el resto de la vida, abriendo, separando los pliegues oculares del oscurantismo emocional y ciego en el que he estado siendo usuario; así, luego de la verdad todo ha vuelto a ser limitante desde tal atropello de realidad, sin esencia ni estilo, un existir doliente, algo ya que no tiene sentido ante este comienzo y un final en el que no hay de otra que llorar por lo perdido.
Repetir oraciones, no importará cuánto, me hacen ver que se pierden en su sentido proporcional: ¿Acaso mi sinceridad, todo ofrecimiento y un corazón humano que sentía resurgir un nuevo latir de buenos propósitos no fue la proporción más santa? ¿Es que acaso no experimenté con la delicia de mis yemas su mano tibia, suave y prometedora? No importa cuantas veces haya formulado lo que no puede regresar; he dado millones de vueltas buscando un sentido propio, soportando los climáticos cambios hasta aquí, en un lento equinoccio otoñal de mayo por una causa humilde y desinteresada por la cual sostenerme, pero no puedo tener éxito; imposible ha sido siempre contar con alguna posibilidad, porque no puedo dejar de amar. Desde el despunte de cada nuevo aclarecer que nos entrega la vida, la bruma en sepia se vuelve hostil y trata en vieja bienvenida con un yo pasado que creí no regresaría de nuevo, y es así hasta trasponer el sol en el horizonte para que los cielos presuman cuanto puedan de esas estrellas en la inmensidad; he enumerado tantas en los baños de dolor al saber que cometí un error involuntario al atentar contra un matrimonio formado, y sé que no volverán a ser mis cómplices; sólo así, en lo que he determinado este mes de mayo como el fin de mis días, arrepentido no seré de amar, pues no aparto pasión ferviente, amo a Ralsei Darkner más allá de los limites que mi comprensión ha podido saber manejar. Aunque repito cuantas posibles veces sea preciso el entender que creí en la soltería de Ralsei, al término de vincular esta situación y saber que Kris hizo lo correcto en mediar a favor de su matrimonio, acepto mi castigo recibido en justa medida. Luctuoso no ha dejado de ser nunca el manto de la noche, que se bordó con esos botones de diamantina, brillando desde tan lejos en vacía ausencia; con cada que las veo se pone inquieto mi corazón ante dulces constelaciones que dibujan ese rostro caprino por la eternidad hermoso. Y cuánto no lloro desde que él me abandonó, tratando de que lágrima alguna pudiese ser elevada hasta donde están ellas, las estrellas, que me revelaron del amor que permaneció oculto; pero por más que las observara en la pena, sé que ellas han dejado de brillar para mí. Con todo esto que ya no puedo ser capaz de soportar, cada día, cada tarde de añoranza y cada noche que sigo resistiendo, que sigo tolerando al ver desde la ventana el oro llameante y nostálgico de los árboles amarillentos en la calle crepuscular, por poco rubescentes de la fecha, me someten a la inquebrantable verdad de que el amor no conocerá su propia profundidad, hasta que llegue la hora de la separación. Rencores sin embargo no han hecho posibles de obrar a este texto ni al adiós: en todo momento he encomendado mis mejores deseos al hombre humano, Kris, que se desapegó de su mundo originario para hacer cumplir los deseos de Ralsei, y sé que Dios se lo pagará el doble. No he cuestionado mucho más de los actos que se efectuaron en todo este desenlace; y bien, si para Ralsei nuestra amistad pudo haber sido un medio de escape, algún modo de huída ante su campo de lo simbólico en una posible relación donde el paso constante de esos años de casados ha podido probablemente debilitarse un poco, o ha creado de algunas indiferencias sustanciales donde todo en un principio entre ellos se mostraba en mismo grato empeño, aunque éste poco a poco pudo ir torciendo posiblemente, disminuyendo con ausencias cada vez más frecuentes, o haciendo que siempre Kris tuviera algo que hacer, o a alguien a quien ver referente al trabajo, por hipotético que sostenga esta teoría, sólo una realidad contará como válida: esa fue el conocerle, y que me haya transmitido la verdadera causa del por qué debía vivir en esos momentos. Aunque ese amor recíproco desvanecido se aparente en el retomar de la depresión y no me pueda corresponder ese albino ya, de que la vida material y responsable ate todo lo posible esa ley suya de casados con una corriente y elemental argolla, o que corte todo lazo nuestro por el bien de su marido; pero ¿qué negación será disfrazada lo suficiente para su puesta en escena? ¿Con qué vanal mentira se tapará el abismal instinto que nace de un ser dispuesto como quien tapa el sol con un dedo? ¡Nada será suficiente! ¡Indiscutiblemente nada persuadirá el fulgor que me trae en llanto esa tan bonita sensación en mi alma!: Mi Ralsei, él me ama cumplidamente, por siempre, para siempre; y fue tanto, empero, esa capacidad, que la medida, el sacrificio y su voto obligado impuesto por sí mismo para no dar la espalda a su pasado fue el que renunciara a lo prometedor de nuestros amoríos, a esa entereza que para nosotros lo valía todo, y sólo para no destruir a su primer hombre y a ese acuerdo nupcial que es más antiguo y por ende el más seguro. Sentir de la severidad de la ética abstracta de todos estos meses ha producido no obstante su efecto agotante en mí. No puedo sentar base en un camino como el mío, tan vacío e incierto. No hay felicidad en la vida heremita, ni inspiración para escribir, ni apetito para comer y todo se desmorona a mi alrededor; y que poco puedo dormir, la desdicha del brebaje en las venas, cuando me desmayan en el límite de la condición sostenida, me recuerdan en punición lo triste que soy aún más cuando le veo a él, a Ralsei, compuesto en mis secos campos de laureles oníricos secuestrando los sentidos pocos que me restan: llevando la túnica verde manzana de una primera vez que le vi sin que falte su bufanda, queda a verme ese único animal que en la vida me marcó, es lo demás difuso, no igual ni en la lumbre de sus ojos faltantes, porque su mera presencia enjaula el corazón en barrotes sólidos que me regresan donde nada otro parece importar; en la distancia como cantos de cumbres formadas por el sueño canturrean los vientos que regalan algo más de calma que con los concientes no puedo sentir.
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No evito llorar en los sueños, y corro hacia adonde está Ralsei, acelero a su encuentro estirando los brazos en una lucha inhumana que lo ensombrece todo cuanto más pongo próximo a mi realización para abrazarle, para querer sentirle llenar con un beso toda expresión subjetiva de esta dañada autopercepción... Pero al hacerlo, al llegar, ya no quedan canciones de esas corrientes, ni un objetivo al que seguir: desvanecido el resto en tormenta, se mantienen los aullidos de un sacro perro que me crió, y Ralsei es reemplazado por los negros fluidos de una fontana esperando sin apremio a ser bebidos en rendición. Esta vertiente de amor individual me muestra una línea diferente, otro resultado, que llevo considerándolo por tanto: bien es entendible ante nuestro mandamiento que el hombre, el ser en sí mismo, su paso, su estadía en esta tierra tan ambigua no puede morir jamás si no es por voluntad del Omnipotente. Más repitiéndose en par como al nombre de la criatura, a la figura educadora que me tiene enamorado hasta la misma locura, tanto lo he dicho en mi acústico encierro hasta quitarles el significado auditivo. ¡Ralsei, Ralsei, amado, ilustre, egregio ser por siempre mío, Ralsei! ¿Qué es la vida misma sin vivirse aquí de verdad? ¿Qué es del alma que ha visto el amor que reina en el paraíso por el agujero de la cerradura de su entrada, sabiendo que no podrá gozar nunca de ella en su interior? Vivir palideciendo y de rodillas, o morir sonriéndo de pie... Dolor y soledad; con esto ya no puedo más... Estoy solo, agotado sobre el límite de lo normal y lo sobrenatural a la urgencia vital que escapa ya de mi contexto humano. Y no dejo de sentir verdadero amor por Ralsei a pesar de todo...
Ya sin ir más lejos, mi corazón y yo hemos decidido terminar con todo. Sé que desear al ser que es casado, o atentan contra la vida misma que me fue prestada en su extensión es consecuencia peor, y nunca será suficiente el qué tan arrepentido esté aunque no podré dejar de declararme culpable, ningún castigo será peor, tan desvalido, tan cruel, que el amar en soledad sin ser correspondido, y sin importarle a nadie más. Conllevado todo en más de noventa días puede que esté enfermo al considerar el corte de la vida como una opción, y es cierto, lo estoy; la enfermedad del amor es mi rasgo de romanticismo épico y más poderoso que hace bello lo que debiese ser trágico; y en esta confesión que ya está agotando las palabras como a la noche, la luna de cristal helado ya no dejará caer otra mirada en este niño ingenuo que escribe en su máquina, porque ocultó desde el asomo ya hace poco, con el platear del nuevo alba a mis espaldas. Todo en este sentido me parece hermoso, desahogante, terrorificamente aliviador... Querer hacer esto, querer terminar con la vida se siente fresco como el rayo de una vela que trae a nuestros seres de un inframundo triste, susurrando penas y sollozos ante días que para mí ya no existen más. Esos vientos que remueven las otoñales copas vistas desde el marco de la ventana lloran también, su hululante viento replica una protesta, y suenan como los llantos de mi tutor, Algol Higgins, porque sabe que me verá pronto en el más allá, y me lo perdonará; me estrechará en sus brazos como nunca antes lo hizo junto en presencia del Creador, y me entenderán que en defensa de mi condición lo hice todo cuanto pude por amor verdadero. En la tierra prometida seré feliz, paciente, y sin las ataduras ni los decretos de este mundo material recorreré sus campos todos de laureles descalzo, limpio de todo pecado, y esperaré sin la sombra que cerró entre nosotros, en volver a ver al delicado ciervo de mis sueños de papel quien tanto me ha inspirado cuando deba llegar el momento; tomaré su blanca mano de lirio para besarla un millón de veces, sentiré en sueño de vida sobre la vida de ese perfume a vainilla cuán flor de mi universo me envolvió, volveré a sentir la música de su voz llamando a mi nombre, enamorándome aún más del objeto del deseo, y esa tierna gracia suya semejante a la de sus girasoles le acompañará con ojos románticos. Mis lágrimas en inmaculada convicción ahora sé que me lo prometen todo, tuyas, todas por siempre tuyas, amado mío Ralsei; así pues, que debo llegar hasta aquí en tu nombre, nombre que arropa a mi corazón y le da significado mientras caen todas en la copa de mis aguas negras del triste pozo, porque brindaré en espera y devoción, y la beberé sediento por nosotros dos.