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Como resultado esperado, ese magisterio de educación primaria le fue posible luego de cinco pacientes años. Como buen alentador, su cercano en esa convivencia también le era imbatible en el apoyo. Frisk por su lado, nunca dejó de madrugar en diversas obras y faenas para entregar su mejor parte de esa financiación requerida para alivianar la mente de esa buena criatura, y hasta él le enseñó a no cansar en ese anhelo. Bendito le era trabajar por su amigo rumiante, que la inercia ya los hacía todavía más cercanos por compartir el triunfo de perdurar, crecer y llegar lejos; y así, ya instruyendo en una escuela, cual sino puede ser de otra que la humilde pero reputada "Escuela de Santa Ebott", habían pasado ambos en total unos casi seis años. Todo vive, en resumen, como lo esperaban, y eso me lo pudo demostrar en el verdor y frescura, esas flores que lo mullido de su mano animal me la pintaban, y eso era lo que debía importar. Me alegraba por ellos, me encantaba por la generosidad de Ralsei y Frisk, que devolvían humanidad en quien sufría, y creía no sentir piedad al prójimo.

De este lamentable manuscrito no olvido que, en falso despojo de la fatuidad se pagan en carnes vivientes las verdaderas penas que no auyentan la conturbación, y que con fracaso se rehuye al sueño lúcido, no puedo sino hacerme pensar tan feliz en la ignorancia que tuve del pasado, incluso cuando esas pasadas cartas llegaron con el trino, porque ahí todo era más obnubilado y simple: siendo un cronista que, con las alas arrancadas, que no sabe despegar, que no tuvo parientes humanos, no era más que un ser dispuesto a terminar sin saber cómo lo que nunca empezó, por la depresión... Nunca necesité orientar los días, conmemorar fechas, recordar datas en los grisáceos despertares; todo era y sabía igual para sentir interés... hasta que, del intersticio de la puerta llegó esa carta dirigida por la admiración del pedagogo, y que daría otra mano a este negruzco lienzo, para arrancar los estigmas que sepultan al que quiere con afan buscar la rendición.
Poco aprecio en detalle los días transcurridos en esta silenciosa manifestación, no tuvieron relevancia, órden, sentido, ni interés. Son —o fueron— de carácter superfluo donde cuya mente a pensar poco mantuvieron el precio del que valer se deben considerar. No debiera de importar ordenarlo más a ese punto perfecto de lo que puedo ser capaz... pero ello aquí, este verbatim que deja abierto al dolor no hace, ni hará otra que exponerme al fraude de una inestabilidad emocional. Por mucho que yo sueñe lo contrario, no me puedo mentir a mí mismo por lo que pasé, por una fecha que obsta nada más al hermoso inicio de esta unidad, (el primero de los sucesos que dio su señal) que derrumba los pilares y los vuelve en escombros incongruentes del corazón que fue desengañado, que conlleva a una indefinible cantidad de sensaciones que, en las sombras de la confusión, solventarlo desde el primer paso es y será menos que imposible cuando se desea retroceder a una ignorancia del que ahora ya es demasiado tarde, destacando e invirtiendo todo lo que se consideró insignificante, hasta llegar a lo peor de las lágrimas en este momento que redacto.

Siete mañanas siguientes compusieron consecutivas, iguales en son de paz e importancia sobre nosotros mismos en los minutos que casi siempre lograron preceder al desayuno. En este tramo de la transparencia fraternal alcanzadas, nos resultaba imposible conocer una mesura que nos hiciera prescindir de un sólo día sin tan carismáticas epístolas que creabamos, ya que creí ser conciente del resultado que tomaba el asunto, logrando ello mejores resultados entre nosotros, así que motivos no había de cesar, al menos en eso, que el hola y un hasta pronto buscan terminar. Me hacía sentir más necesario leer a Ralsei en cada aviso de Pe a Pa; ser leído por él y escribir borradores tampoco estaba mal, y esto nada tenía de relación con ser un centro de atención de una fiesta la cual ni interesado estaba yo de asistir (que atendería más eso a alimentar el ego, o el narcisimo). Ser reconocido por alguien en la cuenta de la amistad, de ser visto en la expresión de las profusiones de cada carta tras cambios, valorado y/o aceptado como un apoyo, sentía que aportaba un gozo que recorría lento los canales del furtivo y no tan desidioso corazón palpitante. Por otro lado, cada vez que Ralsei Darkner me dedicaba esas cartas cerca —o pasadas— de la primera comida del día, con la infinita consagración de sus enunciados, cada vez sus dibujos me parecieron estar más y más vivos que nunca. Igualmente sin que directamente lo hiciera indicar en sus secretos, le distinguía esa misma opinión en lo insondable de sus oraciones selectivas, de las que con gusto ahí se las leía todas sin complicar. Como tales magnetismos en la lejanía causaban gráciles conversaciones por su parte y por la mía, en el rigor del café matutino daban para lo que parecía una gratificancante eternidad. Aclarado es igual, que tampoco quería beber por anormal que ahora, a tardes horas, me pueda parecer acordar. Lo había dejado por abstemio, de la noche a la mañana, sin percatarlo de primeras, y ya ni siquiera un sólo microlitro se me apetecía consumir, para entregar lo mejor de esa propia forma de expresar que definía a Templeton Higgins, ahí por entonces con su máxima lucidez posible de tener.
Ralsei Darkner, cerca de los que ya habían sido unos muy agradables cincuenta y dos días de ininterrumpido coloquio, de risas, confianza y júbilo, otra revelación nació de esa lejana alma para compartirla; ello fue el pie de paso que cambió el curso de todo dentro de mí: Se aproximaba su natalicio, el 15 de Enero lo sería, y sólo diez días restaban nada más para que esa esperada fecha llegase y se cumplieran sus prósperos veinticinco años de vida. Desde el momento que tal aviso se me dio, considerado como algo nuevo en mis conductas, traté de darles afinidad pronta, y dediqué en ser un poco mejor en saber sobre los caprichos de esa merced, para obsequiarle un regalo de cumpleaños: razones en ese momento de escribirle mis propósitos, que al grano fueron desde el principio, no se hicieron escasos a tantas horas invertidas en una plática etérea, elemental y perfectamente funcional con tantas contraproducentes dispuestas a terminar con el único contacto que la distancia pudo permitir hasta ese entonces, y que sin embargo contra pronósticos nunca consiguió finalizar.

Querido amigo Templeton —escribió Ralsei en una misiva del siguiente aclarecer que llegó al sanctasanctórum—, no podría permitir esa atribución, salvo por su invaluable amistad que sé que ya me la da. Saber que le genero estima y que me concede un trato tan cariñoso, maximiza mi sonrisa, pues esa felicidad no tiene límite material, y ya la tengo gracias a su sincera persona.

Valor material o no, seguí con esa respetuosa díscola tan insistente por cinco días siguientes, usando lo mejor de un argumento carismático y poco práctico de esa estratagema, para que con victoria me otorgara la venia suya, y que así mis propiedades pudieran conseguir lo que pudiese ser accesible a su favor. De paso, a esta escala adquirida, sin restricción, ya este contacto era totalmente diáfano en el respeto, que un gran salto fue ese acuerdo de trato de tú a tú lleno de sobrantes intenciones que en seguida ocurrió cuando se lo pedí. Debió de serle una reiterancia tan infantil e irrisoria todas mis protestas, que al sexto día de esa espera, su respuesta matutina entró por fin en la solapa de mi residencia.

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Mi querido e ilustre amigo Templeton Higgins:

Si tanto porfía en reemplazar a esta nueva cordialidad del frío usted al caluroso tú, así como dar al César lo que afirmas que pertenece al César, no puedo diferir otra mañana más porque me da ternura tales insistencias. Acostumbrarse puede que complique un poquito, pero es tan lindo saber que existe tu buen consejo, que si eso crea un mejor aspecto, también lo hará conmigo. Voy a ceder a lo que crea tu tan considerado fuero interno: Sujeto a mis intereses, tan sólo son el de hacerte saber que soy feliz, más de lo pensado, dentro de mi pasatiempo conocido, con que se me regale un lápiz de tinta negra, y una libreta que quepa en el bolsillo, para cuando la inspiración toque a mi puerta, ya presente la tenga conmigo. Con aprecio, tu amigo,

                                   Ralsei Darkner.

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