Capítulo 31

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Hay varias personas recorriendo el lugar, unos vienen y otros van.

Busco a alguien que parezca tenga cara de llamarse Michael y que sea gringo, pero hasta el momento no he encontrado a nadie con las pocas características que sé de él.

Han pasado como cinco minutos y nada que aparece el mentado gringo. Me siento demasiado ridícula sosteniendo la cartulina.

—Si no aparece en un minuto, la tirare a la basura — me refiero a la cartulina.

Yaneth está volteando a todos lados para ver si llega el niño. En mi mente estoy contando los segundos que falta para que se complete el minuto.

—Merlín, voltea a tu derecha — murmura mi amiga mientras me toma del brazo.

Le hago caso a la pelinegra y veo que hay un chico haciendo señas con la mano a nuestra dirección, trae una gorra con un logo de lo que parece ser un equipo de béisbol de Estados Unidos.

—No creo que sea él — hablo viendo como el muchacho comienza a caminar hacia nuestra dirección.

—Viene para acá — susurra Yaneth.

Insisto en que no puede ser Michael. No es para nada un niño de 13 años como yo lo imaginaba.

Esta a unos cuantos pasos de distancia de nosotras, puedo notar su cabello rubio cenizo y su piel pálida; trae puestos unos lentes oscuros. No sé para que si aquí adentro no hay sol.

—Hola, soy Michael — dice sonriendo y quitando sus lentes dejando ver unos ojos color avellana.

Ahora que lo tengo cerca no puedo negar que es guapo y tiene buen cuerpo. Es alto, no tanto como el maldito cara de moco, pero aún así es más alto que yo.

—No tienes 13 años — digo sin poder evitarlo, no creo que me entienda, porque es gringo de Gringolandia.

—He... no, yo tengo 20 años casi 21 — respondió en un casi perfecto español riéndose.

Vaya, esto no lo esperaba.

—¿Nos vamos? — pregunto.

—No me puedo ir con mujeres que no conozco — responde mirándome fijamente.

—Soy Yaneth, mucho gusto — mi amiga le da la mano.

¿Desde cuando Yanis es tan sociable? Ni con Germán era así.

Michael sigue mirándome como si esperará que yo le diga mi nombre.

—¿Tú cómo te llamas? — me cuestiona dejando su maleta en el suelo.

Siento ganas de contestarle que que le importa cual es mi nombre, pero no lo hago.

—Merlín, ahora vámonos — respondo cortante.

—Bonito nombre.

No le doy las gracias, solamente lo ignoro. Jalo del brazo a Yanis para que camine también; el chico agarra su enorme maleta y en su espalda lleva una mochila.

Michael nos sigue hasta el estacionamiento, cuando volteo a verlo lo encuentro embobado viéndome el pequeño trasero que tengo.

—¡Oye! No pierdas tu tiempo, no hay demasiado que ver — lo regaño.

—Sorry, no pude evitarlo, eres muy linda — sus mejillas están sonrojadas y su vista en el pavimento.

Ahora resulta que el gringo es tímido. No sé porque el cacharlo viéndome las nalgas no me molesta como debería, de ser así ya lo hubiera golpeado en las bolas.

Yaneth abre la cajuela de su auto para que él ponga sus maletas.

—Ponte cómodo — dice subiéndose al coche.

Tú, ¿Mi hermanastro?  (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora