III

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Suspiré cansada, sobando mi cuello con mi mano. Giré mi vista al frente y estaban los demás a punto de acabar la maqueta, sólo estaban afinando los últimos detalles.

No nos había ido tan mal, después de todo.

— ¿Ya acabaste Mariana?. — me preguntó Gerardo.

Asentí. — Sip. Ya le di formato a la investigación y para las diapositivas sólo me falta agregarle los efectos, pero eso lo hago en mi casa... — suspiré — ¿Ustedes?.

— Ya. — respondió Alfredo.

— Ay... ¡Por fin!. — exclamó harto Alejandro para luego tomar de su bote.

— Lo bueno que es el último trabajo. — nos animó Gerardo.

— Pues entonces a pistear, ¿No?. Hay que festejar que ya lo acabamos. 

— Simón. — respondieron Gera y Alejandro.

Morgana y yo sólo nos volteamos a ver.

La puerta que dividía un salón de adentro y el pequeño comedor de afuera, en dónde estábamos se abrió. 

De ahí salió Iván, el hermano de Alfredo que también conocíamos, junto con su novia. O quién suponía yo que era su novia, pues venían abrazados. Él sujetándola de la cintura, mientras que ella pasaba su mano por detrás del cuello de Iván.

— Carni, ¿Si mandaste por el pisto?. — le preguntó Alfredo.

— Wey, mi amá me va a matar si se entera que yo te compre las botellas, cabrón. 

— No pasa nada, 'omee. Que no va a llegar hoy. — empezó a repartir bebidas a cada uno.

— Si tú dices. — sólo se volteó un momento para besar a su novia y de nuevo volvió hablar con su hermano — Y no invitaste a tu noviecilla, la Sofía.

Pareció pensarlo un poco, pues tardó algo en contestar. Pero finalmente lo terminó haciendo. 

— No. No es mi novia. — dijo aún con la mirada agachada.

— Ah. 

Todos empezaron a beber, incluyendo a Morgana y la novia de Iván. Excepto yo, me sentía algo incómoda, ya era hora de irme.

— ¿Tú no tomaste nada?. — me preguntó Iván, a lo que negué — Bola de vergas, que poco caballerosos son.

— No es que, yo no tomo. A parte tengo que irme. — dije rápido.

— ¿No tomas?. — dijo extrañado.

Negué.

— Es que de seguro se le sube rápido a la Marranita. — Alejandro fue el único que se empezó a reír a carcajadas y Alfredo sonrió ante su comentario.

Me sorprendí porque esperaba una risa por parte de Iván, incluso de su novia. Pero no.

Se le quedó viendo raro a Alejandro, hasta que este disminuyó su risa "escandalosa", callándola.

— Mucha risa te dio tu propio comentario, cabrón. ¿Tan inseguro y pocos huevos eres, para burlarte de una mujer?. — señaló a Alfredo — Y tú pendejo, no te rías de puras mamadas. Pareces retrasado.

Ambos borraron sus sonrisas, cambiándolas por una cara seria.

— Gracias. — dije con doble intención, cuando me dio una bebida preparada.

— De perdido una, y ya yo mismo me encargo a que te lleven a tu casa. — dijo y volví asentir.

— No es necesario, pero gracias.

Empecé a tomarle un poco más rápido al vaso. Ya quería irme.

...

Vi la hora en mi celular. 

23:32 p.m.

Estaba de más decir que ya era tarde.

Miré a mi alrededor y todo mundo andaba en su rollo. Y yo me estaba muriendo por pedirle a alguien que me dijera donde estaba el baño pero repito, todo mundo parecía ocupado.

Ni loca le dirigía la palabra a Alfredo ya ebrio.

Vi que Iván se fue a sentar de nuevo con su novia. Era mi momento.

Me puse de pie y traté de caminar pero inmediatamente me mareé. Los traguitos que traía de más, estaban haciendo efecto. Y miren que yo nunca pasaba más de una copa de vino.

— Iván, perdonen... ¿Crees que me puedas decir dónde queda el baño?. — pregunté algo tímida, tratando de esconder mi estado de ebriedad. 

— Claro. — dijo poniéndose de pie, pero luego volteó a ver a su novia — Amor, ¿La puedes llevar al baño?.

— Sí. Ven, sígueme. — me hizo una seña cuando se puso de pie.

— Gracias. — fue lo último que dije al irme tras de ella.

El primer y único baño que estaba abajo, estaba ocupado. Así que, con toda la confianza del mundo, me llevó a uno que estaba en el pasillo de arriba. Pero para mí buena o mala suerte, estaba hasta el fondo del pasillo todo oscuro.

— Este es. Estaré aquí afuera esperándote por si necesitas algo. — asentí.

— Gracias.

Para no hacerles el cuento más largo, hice todo lo que tenía que hacer. De hecho, había aprovechado para echarme agua fría en el rostro, así esperando a reaccionar un poco más. 

Abrí la puerta para salir al pasillo y la llamé.

— Listo. Ya acabé. — pero nada.

Ni siquiera su sombra se veía. Traté de entrecerrar los ojos para así poder "distinguirla" en la oscuridad, pero no.

— Priscila. — volví a llamarla.

En qué momento se había ido, si no había tardado ni cinco minutos.

Di un suspiro dándome por vencida y apagué la luz del baño. Caminé con cuidado por el oscuro pasillo para no caerme. 

A lo lejos veía como la luz se iba incrementando, dándome un poco más de calma. Pero fue la que me duró muy poco.

Sentí como me tomaron de la cintura, dándome una especie de abrazo y haciéndome a un lado del pasillo.

Su perfume era inconfundible.

— ¡Alfredo!. — exclamé en una especie de susurro.

— Marianita. Qué pasó, chula. — y evidentemente su aliento a alcohol estaba presente.

— ¿Qué haces?, ¡Suéltame!. 

Negó. — No, no quiero. 

De un momento a otro estábamos más que pegados a la pared.

Bajé mi mirada un poco intimidada al tenerlo tan cerca, pero él levantó mi rostro con sus dedos, obligándome a verlo y evidentemente ponerme más nerviosa.

¡Maldita sea!. 

¿Por qué tenía que ser tan inmaduro y comportarse de esa manera?.

Es demasiado guapo para tener una personalidad así de horrible.


Besito, sí o qué? 🤭🫣


¿Me recuerdas? - JAGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora