XX

1.7K 188 19
                                        

A los pocos segundos que cambió el ritmo de la música reaccioné

— A..fre..do — entrecorté mi voz al seguir nuestros labios unidos.

Hizo caso omiso.

No me quedó de otra que empujarlo y al hacerlo una enorme sonrisa apareció en su rostro, misma que borré cuando le solté una cachetada.

— ¡Eres un idiota! 

— Te gustó, niégalo. 

— ¡No! 

— A ver pues, te doy otra probadita. 

Esta vez tomó mi rostro y me volvió a besar.

— ¡Basta! Deja de hacer eso, es incómodo. — dije volviéndome a separar de él.

— Entonces por qué te quedas quietecita y relajas el cuerpo.

Era inútil hablar con él.

— Que tengas una agradable noche, Alfredo. 

Había sido un poco más rápida y me guíe por el sendero iluminado del laberinto, que afortunadamente no fue complicado salir de ahí. 

Tenía mis cosas conmigo así que vi que ya no tenía caso volver a la mesa, además nadie estaba sentado en ella, todos parecían estar muy entretenido en la pista. Dudo mucho que notaran mi ausencia.

A paso apresurado caminé hasta la entrada principal y una vez ahí empecé a buscar en mi celular un Uber. Cuando escuché el llamado de Alfredo un poco más cerca, alcé mi vista y este ya estaba casi enfrente mío.

— ¡Hey! ¿Por qué te vas? 

— Estoy cansada. — mentí.

— ¿Segura? — pensó un poco — Si es por... El beso, perdón ¿Sí?

Negué insegura. — La verdad es que no estaba muy convencida de venir.

— ¿Puedo preguntar, por qué?

— Trabajo. — contesté sin quitar la vista de mi celular.

— Entiendo... Sígueme, te llevo.

— No es necesario. Ahorita consigo un Uber.

— 'Nombre, que va. Esas madres son bien inseguras. — negó — Yo te llevo.

— De verdad Alfredo, no es necesario. Gracias. — de manera fugaz miré hacia donde estaba toda la fiesta — Mejor ve a divertirte.

— La verdad es que vine por puro compromiso. Son más compas de mis carnales, que míos. — lo miré seria — Además, sería la excusa perfecta el irte a dejar.

Sabía que podía arrepentirme, pues lo pensé por unos segundos y terminé aceptando. 

Suspiré.

— Está bien. Vamos.

Su sonrisa volvió aparecer y alegremente comenzó a caminar por el estacionamiento del jardín, yo detrás de él.

El camino era algo largo ya que el jardín donde había sido el evento se encontraba un poco retirado, en las afueras de la ciudad. También he de decir que fue algo incómodo al principio, ambos íbamos en silencio; hasta que Alfredo encendió su estéreo. 

Fue peor.

Te miré y volví a sentir bonito, tu perfume que me llevó un ratito. Aquel día besando tu carita, mirándote a los ojos, pensando "¡qué bonita!"

— ¿Ya la has escuchado? La canción está bonita. — dijo.

Reí forzadamente. 

— ¡Sii! Está muy bonita... Y muy oportuna. — dije a regañadientes. 

Otra vez esa sensación extraña, que me dice que todavía me amas. Por ahora me tocará solo ser espectador y esperar se acomoden las cosas a nuestro favor

— Te ves muy bonita hoy. — habló después de un rato.

— Gracias. Tú también. — confesé — Te luce el smoking.

— Gracias. — aclaró su garganta — Mariana, yo, uhmm... Quisiera invitarte a salir.

— Alfredo. — reproché.

— Yo hablaba enserio cuando te dije que quería iniciar de nuevo. Por favor.

— No mal interpretes las cosas. — traté de verlo a los ojos, aunque él sólo lo hacía por lapsos — Te acepté el raite solo por ser amable. Todo está mejor así.

— ¿Entonces no es porque quieres estar conmigo? — lo miré mal — Ya, ya, perdón.

Nuevamente nos quedamos en silencio por unos segundos.

— Pero si te quiero confesar, que me gusta que hayas aceptado. — volteó a verme y sonrió — A mi si me gusta tu compañía.

No contesté ni hablé lo que restaba del camino, pues la verdad me comenzaba a poner nerviosa y sabía que estando así, empezaría a decir cosas que no eran precisamente lo mejor y correctas.

La intriga me consumía al querer preguntarle cómo sabía llegar al edificio donde yo vivía, pero preferí no hacerlo, igual tampoco era algo que pudiera sorprenderme sabiendo quién es.

Al llegar me despedí con un gracias que fue correspondido sencillamente sin ser seco.

Eventualmente pasaron los días y con ello, una pequeña sopresita aparecía todos los días afuera de mi departamento.

Confieso que cada detalle me sacaba una sonrisa. 

El primer día, domingo, llegó un desayuno completo que siendo sincera me cayó de maravilla; tenía una notita donde me motivaba frase y venía su nombre, más bien en realidad en todas. 

El lunes al llegar de la universidad en mi pequeña sala había un arreglo de flores hermoso y unos chocolates deliciosos. El martes mi brunch había sido pagado por él, lo supe cuando el mesero llevó el ticket de la cuenta, venía el nombre de Alfredo.

Día miércoles una caja de fresas con chocolate y más flores; jueves por la noche llegó un chico con una tabla de quesos y un buen vino blanco, mi favorito de hecho. Una gran coincidencia que fuera precisamente ese.

Y hoy viernes aún no había recibido nada, aunque tampoco lo esperaba, creo. 

Quizás se había dado por vencido al ver que nunca le había mandado algún mensaje agradeciendo, que admito que eso había sido bastante grosero de mi parte. ¿Tenía excusa? No. 

Pero era cierto lo que le había dicho, que era mejor dejar las cosas así. 

Sobre todo, porque no quería ilusionarme una vez más.

Terminé de cepillar mi cabello aventándolo hacía atrás para que así se secara al natural. Antes de meterme a bañar había deja el clima en lo más bajo posible para andar a gusto con mi pijama larga y cómoda.

Apenas bajé y empecé a buscar algo para preparar de cenar, aprovecharía el vino y lo acompañaría tal vez con un salmón, quinoa y verduras.

Deli, deli.

Dejé el salmón descongelando en el fregadero, mientras preparaba lo demás. Era una comida algo fácil, así que no me tomaba mucho tiempo estar frente a la estufa.

Varios toquidos suaves en la puerta hicieron que fuera abrir.

No me sorprendió ver el ramo de rosas blancas y rosas adornadas con nube, si no, a él sosteniéndolas y viéndome con una sonrisa  

— Buenas noches. 



Es bien intenso el Freddy, va con todo (elperrometido) 🤪

¿Me recuerdas? - JAGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora