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Discretamente pasé de largo a la cocina sin voltear y rápido, e inmediatamente al entrar los cocineros se dieron cuenta.
— ¿Se le ofrece algo, patrón?. — preguntó uno de ellos.
— No... Sí... Bueno no, pero... Sí. Sí se me ofrece algo. — parecía pendejo.
— A sus órdenes.
— Les da chance de que se preparen una botanita, algo acá bien perrón. Y unas cheves.
— Claro que sí, patrón. ¿Comerá aquí o se los llevamos a la oficina?.
— Yo creo que... — volteé hacia donde estaba Hugo con la morrita — En la oficina está bien. — dirigí mi mirada de nuevo hacia él — Allá los espero.
Vi que asintió mientras decía "con permiso", ahora sólo me quedaba ir con ellos.
Llené mis pulmones de aire antes de abrir la puerta casi, casi dándome valor y puse una sonrisa. Comencé avanzar como si en realidad fuera directo a las escaleras.
Estaba con madre que Hugo estuviera cerca de las oficinas
— ¿Compa Hugo?. — me hice pendejo.
Ante mi llamado, los dos voltearon.
— Alf. — puso una sonrisa mientras se ponía de pie — Compa, ¿Cómo ha estado?.
— Bien, bien. Aquí atendiendo la chamba, ya sabes.
— Es todo, compare'. — ahora volteé a ver a la morrita.
Se ve mejor de cerquita.
— Buenas tardes... — vacilé un poco para saber su nombre, pero Hugo me interrumpió.
— Perdón. Mira, Alf. Ella es la licenciada Mariana, nos está guiando a Laura y a mí en los bienes y todo lo relacionado. Mariana, él es Alfredo. Un buen amigo mío y hermano de la mejor amiga de mi prometida.
Después de permanecer algo seria, finalmente en su rostro se asomó una sonrisa ladina muuy sutil y así estrechando mi mano.
— Mucho gusto, Alfredo.
Una extraña sensación recorrió mi espalda.
— El gusto es mío, Mariana.
Mariana...
Y al pasar de los años, aun su nombre me causaba muchas cosas mientras imaginaba su carita en mi mente.
— Qué dice compare'. ¿Se queda con nosotros a comer, o se fresea?. — fue lo único que había escuchado de todo lo que había hablado.
— Aaah... — suspiré dándole una mirada fugaz a la plebita — Híjole, mi Hugo. Yo creo que no, porque ahorita tenemos mucha chamba.
— Cómo así, mi Alf. — renegó.
— Jale es jale.
Aunque por mí me quedaba nada más por estar con la plebe.
— Eso sí.
— Espero verlos pronto por aquí, Hugo. — chocamos las manos, dándonos un abrazo.
— Igual Alf. De hecho, le decía a Mariana que cada tema a tratar sobre el caso, si podría ser aquí.
— Claro que sí. — obviamente — Siempre serán bienvenidos. Espero que uno de esas ocasiones, podamos pasar al privado.
— Es todo, compa.
— Bueno, no les quito más su tiempo. — volteé a verla — Nuevamente un gusto, Mariana.
— El gusto es mío. Espero volver a verte otra vez. — sonrió levantando su rostro.
¡Bestiaaa!, la plebe me dejaba pendejo.
— Pendientes, Hugo. — me despedí con un movimiento de cabeza.
Con agilidad subí las escaleras y avancé en el pasillo llegando de nuevo a la oficina.
Me estaba ganando la emoción por contarle a Iván.
— Ya tengo el chisme. — dije una vez que crucé la puerta y la cerré.
— Y qué fue... — ni siquiera me había volteado a ver, su vista estaba en la enorme carpeta que estaba checando.
— Pues la buena noticia, es que no es nada de él. — me miró de reojo — Sólo está chambeando con eso del tema de su matrimonio.
— Te dije. Aahh pero, eres bien cizañoso.
Me alcé de hombros. La verdad no me importaba.
— Pero está guapilla la morrita. — sonreí, tomando asiento — La licenciada Mariana.
Ahora si volteó a verme con una sonrisa de lado.
— Mariana... Cómo la niña que te gustaba en la prepa. Así se llamaba, ¿No?. — asentí — No me digas que todavía te gusta Jesús.
— Pues que te digo. Tengo su recuerdo en mi cabecita.
— No mames, Alfredo. Ya pasaron un vergal de años... Además, tienes una cabezota.
— A mira qué preguntón ando hoy. — dije con evidente sarcasmo — ¿Ya me la has visto?. — bromeé con doble sentido.
— Pendejo. — susurró.
— No te voy a mentir, Archi. Cuando volví a escuchar su nombre, me acordé de ella.
— ¿Y qué fue de ella?. — preguntó dejando la carpeta de lado. — La última vez que recuerdo haberla visto. Fue cuando hicieron tarea en la que era casa de mi amá.
Sonreí al momento en que ese recuerdo de aquel día, llegó a mi cabeza.
— No lo sé. — me encogí de hombros — Después de que nos venimos para acá, ya no supe de ella.
— Y si tanto te gustaba, ¿Por qué no la buscaste?.
Si a veces el Iván era bien metiche, le gusta el chisme nada más que se hace.
— Ni yo lo sé, carni. — en mi cabeza sólo pasaban imágenes de ella — Esa morrita era tan única. Lo que tenía de bonita, lo tenía de inteligente. Seguro aún lo ha de ser. — suspiré — ¿Crees que debería buscarla?.
— Pues primero averigua si está viva.
Volteé a verlo mal.
— ¡Iván!.
Rio. — Es broma, carni. Pero si es así, suerte con eso... PERO, acuérdate de lo que hablamos hace rato. — me miró serio — Primero hay que ser claros con nosotros, para no lastimar a nadie más.
— Suenas como abuelito, carni. — comencé a reír.
— Se le llama madurez, Chuy. Algo que a tu edad ya deberías tener. Me preocupa.
— Pero tienes razón... Aunque la posibilidad de encontrarla, sería una en un millón.
— Todo se puede, carnal. Si está destinado a ser, así va a ser.
Creo que la imaginación está volviendo a mí... (Rezando porque sea así 🙏🏻)