XXII

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— Sigo sin creer que te gustara Jeans. — dije antes de tomar de mi agua.

— Ya ves, tenemos mucho en común. — hubo unos segundos en los que guardó silencio y luego volvió hablar — Bueno sí, tienes razón... Estoy mintiendo por convivir.

— Qué. — me carcajeé confundida.

— A quién le gustaba era a mi hermana. — me miró por un momento — Pero cuando supe que era tu banda favorita, le pedí que me enseñara todas sus canciones y me las aprendí.

No sé por qué, pero se me había hecho un gesto lindo.

— Entonces, ¿Eso quiere decir que influí en tus gustos? — pregunté divertida.

— Y más de lo que crees. — rio — Esa vez hasta mis papás pensaron que era gay.

Me reí.

Pepe, no te has dado cuenta todavía, que te amo. Pepe, ya no quiero sólo ser tu amiga, no seas malo. — tararé para que Alfredo me hiciera segunda.

Desde mitad de camino y sin querer nos habíamos puesto hacer karaoke. Estaba algo impresionada que se supiera la mayoría de canciones que yo le pedía, aunque bueno, tampoco no es como si no le hubieran tocado escucharlas en su tiempo.

— Que wey está el mentado Pepe. — dijo bromeando cuando acabó la canción.

— Es que hay Pepes que están bien ciegotes. — volteó a verme levantando sus cejas y formando una sonrisa burlona sin dejar de manejar — Pero no te preocupes, creo que solo les pasa en la adolescencia.

Soltó la carcajada.

— Me va hacer chipote la piedra que me aventaste, eh. — señaló su frente.

Me alcé de hombros. 

— Yo no insinué nada. — dije "inocente".

¿O sí?

— 'Ta bien, pues. — sonrió — Pero que conste que hemos ciegos que usamos lentes.

Negué también sonriendo.

— Diles que no sirven de nada.

Banalmente cambiamos de tema para matar los treinta minutos que restaban de viaje y hasta eso llegamos en un tiempo más corto, pese a que Alfredo se detuvo para hablar con su gente y darles indicaciones.

Cuando recordé, ya estábamos bajando.

— Listoo. — escuché que cerró la puerta y después se acomodó a mi lado — Llegamos. 

Asentí y él tomó la iniciativa de comenzar a caminar hacia la residencia. Abrió la puerta de esta y me dio el paso primero, entró seguido de mí.

— Wow. — solté asombrada viendo el lugar — Bonita tu casa.

— Gracias. Pero en realid.. 

— Hasta cuna y juguetes de bebé tiene. — dije antes de que él pudiera completar la frase.

Abrió ligeramente la boca como queriendo decir algo, viendo hacia la sala donde efectivamente estaba una cuna y juguetes alrededor de ella.

— No es lo que tu piensas. — corrió a recoger los juguetes que estaban en el piso — Esta casa es de mi carnal, no mía.

Al tratar de levantar todos, estos se le cayeron de los brazos.

— Tranquilo. — reí — Sólo lo dije porque soy chismosa, no para que te pusieras así. — confesé, aunque en realidad si llegué a dudarlo.

— Son de Archivaldo, del hijo de Iván. — aclaró levantando un bloque tipo lego.

— Bueno, ahora tengo el dato que Archivaldo no se aburre estando aquí. — le sonreí y él hizo lo mismo.

¿Me recuerdas? - JAGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora