XXVIII

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Probablemente no te llegó la notificación del capítulo anterior, así que te invito a leerlo 🫰🏻


Tiempo después y gracias a la perseverancia de Alfredo su relación con Mariana había progresado positivamente, pues tenían más de un mes conviviendo juntos casi todos los días, a excepción cada que Mariana o él se ocupaban, pero claro que uno se acostumbró al otro. 

Y aunque su relación iba más allá de lo afectivo, besos, abrazos, caricias, entre otras cosas; nada era oficial aún, pero la intención y tensión estaban ahí.

Muy en el fondo Mariana pensaba que quizás esta vez las cosas si podrían funcionar, ambos se habían sincerado uno al otro, ahora ¿Qué podía salir mal?

Ninguno mentía cuando estaban juntos e íntimamente se hablaban con cariño, amor... Se sentía como un curita al corazón.

— Alf. — colocó suavemente su mano sobre el pecho de Alfredo — ¿Estás despierto? — siguió susurrando.

Este balbuceó unas cosas, pero no tardó en rodear su cintura con su brazo pegándola a él y seguir durmiendo.

Resopló un poco molesta al ver que había sido en vano. Y aunque disfrutaba estar así a su lado, decidió ser un poco más creativa y a lo mejor sorprenderlo con un desayuno. Muy ágilmente se vistió y antes de salir quiso darle un beso a Alfredo.

Retiró el cabello desordenado que tapaba su frente y dejó un tierno beso sobre ella; pero lo que la preocupó fue la temperatura de él.

— Alfredo, Dios... — lo movió y como anteriormente lo hizo, primero balbuceó haciendo gestos — Hey ¿Estás bien?

— Sí... Me duele poquito la garganta. — entrecortadamente terminó la oración — Ven aquí, hace frío. — dijo aferrándose a las cobijas.

Negó y volvió a tocar su rostro — Tienes temperatura. Necesitas que alguien te vea, a ver... Abre. — Alfredo solo destapó su rostro mostrando una sonrisa traviesa — ¡Alfredo! — reprochó.

— Si no es pa' tanto. — pero la obedeció abriendo su boca.

A quién engañaba. Ella no era enfermera, mucho menos doctora.

— Necesitamos llamar un médico, tienen que verte. 

— Al ratito. 

— Alfredo, ¡Ahora! — dijo demandante.

— Es que luego me van a inyectar, y... 

— Alfredo. — reprochó de nuevo.

Suspiró y volvió a destapar su rostro. 

— ¿Le puedes decir a los plebes? Ellos ya saben a quién llamar. — ella asintió y obediente fue hasta donde los trabajadores de Alfredo.

...

— Tranquilo, Alfredo. No te va a doler. — el doctor le decía muy paciente mientras preparaba la inyección. 

— Siempre dices eso y siempre termina doliendo, Cantú. — dijo Alfredo mientras tenía los ojos cerrados, inhalando y exhalando repetidas veces.

— No exageres, aún ni siquiera te la ponen. — Mariana trató de ayudar.

— Listo. — caminó seguro hasta donde el paciente seguía acostado — ¡Ahí va!

— No, no, no, no. Espérese. — pataleó ambos pies, girándose un poco — Hágalo despacio.

— Sí, Alfredo. Seré cuidadoso. — limpió el área — Podrías relajar tu pierna, por favor.

— Es que... — lloriqueó. 

— Quieres curarte, ¿Sí o no? — dijo a regañadientes Mariana.

— Viéndolo bien... — lo interrumpió.

— Silencio. — tomó su pierna — ¡No la dobles!

— Listo. Cuenta hasta tres. — le ordenó.

— Una... DO-AYYY. — pegó el grito en el cielo — Ayayayayyy.

— Ya, ya casi. — le dio ánimos sobando su espalda.

— Se tapó. 

— ¡¿QUÉ?! 

— Hicimos mucho tiempo. El medicamento tapó la jeringa. — explicó.

— ¿Entonces?

— A pura pastilla, ¿Verdad? 

Este negó. 

— No. Hay que volverla a poner. 

— Noo. Ya no. — escondió su cara en las almohadas.

...

Mariana cortó varios pedazos de verdura en trozos pequeños, pues aunque estos estaban cocidos casi siendo papilla, quería que la sopa de verduras fuera lo más amigable con Alfredo.

— Listo. — le pasó el vaso de agua y tomó una porción con la cuchara — Abre. 

En realidad, esta vez Alfredo no renegó para nada sus atenciones, pues parte de él se divertía de alguna manera además que quería aprovechar el tiempo con Mariana.

Ella notó como la miraba.

— ¿Qué? — le preguntó mirándolo.

— ¿De qué? — rio.

— ¿Por qué me miras así? — volvió a tomar la cuchara.

— Aah, ya... — sonrió — Me gusta esto. — confesó.

Lo miró sin entender y algo preocupada.

— ¿Te gusta estar enfermo? 

Alfredo empezó a reír mientras negaba.

— Noo. — rio e hizo de lado un mechón de cabello de Mariana — Me gusta esto... Que me mimes

— Ohh... — igual rio — Aww, al bebé grandote de Alf le gusta que lo apapachen. — figuró pellizcar la mejilla su mejilla.

— Bueno, tampoco así. Pero solamente si lo haces tú. 

Inevitablemente sonrió evidenciando más su rostro sonrojado.

— ¿Sí? — suspiró — Supongo que también me gusta cuidarte.

A este punto, sabían que esto ya era cuestión de sólo hablarlo y pedirlo.

El momento mágico se terminó cuando de un momento a otro, Mariana comenzó a estornudar descontroladamente y después que pasó ese ataque, sólo voltea a ver a Alfredo quien ya tenía una sonrisita penosa.

— Upsi. 


Cortito pero bonito, les prometo que el siguiente va a estar más interesante 🫰🏻

¿Me recuerdas? - JAGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora