Terminé de beber de un trago grande el líquido que había en mi copa, la dejé en la mesa y abracé mis rodillas aferrándome y hundiendo mi rostro en ellas, de nuevo comencé a llorar.
Y no, no estaba ebria, ni quería estarlo. Sólo deseaba calmar la ansiedad que estos días ha sido mi mala compañía.
— Solo espero y te vaya de lo mejor, que no conozcas el dolor, que alguien en verdad te quiera y que te dé su corazón. Así como lo hice yo. — el playlist en repertorio no estaba a mi favor.
Me odiaba en estos momentos, me odiaba por no poder odiarlo a él aun sabiendo cómo me ocultó cosas tan importantes, por mentirme y verme la cara de estúpida una vez más.
Es que cómo pude confiar en algo tan bonito, tan iluso y fantástico. Quizás me dejé llevar por sentimientos del pasado o los que seguían presentes y se intensificaban cada que convivía más con él.
— Entiendo que hoy se termina esto que nunca comenzó. Eso que nadie sabía y que jamás se retrató.
Sin dejar de abrazarme me recosté en el respaldo. Los recuerdo iban y venían con aflicción.
Sentí algo suave en mi espalda y como me empezaba a recargar en el lugar, era su cama obviamente. Seguido se subió encima mío sin aplastarme, me estaba dejando llevar por los besos húmedos que repartía por mi cuello y boca.
Siempre los había imaginado.
...
Involuntariamente mi cuerpo al escuchar el son de la música, se movió al ritmo. Alfredo pareció notarlo y al quedar frente a él me miró sonriendo.
— ¿Bailamos?
Correspondí a su sonrisa y tomé su mano. Una de ellas se fue a mi cintura, pegué mi cuerpo al suyo cuando mis brazos rodearon su cuello y empezamos a bailar.
...
Mientras él parecía observar el lugar, yo aproveché para ir a dejar las rosas en una jarra que tenía, pues ya no tenía más jarrones. Admito que también leí la tarjetita que traía.
"Para la más chula de Zapopan en Culiacán"
...
Me separé de él al sentir que el aire me empezaba a faltar. A causa de la lluvia ambos entrecerrábamos los ojos de vez en cuando.
— Mejor que en las películas. — dijo sonriente.
— Sí. — reí — Muy bonito y todo, pero... Tengo las defensas bajas, ya deberíamos de meternos.
— Arre, pues... Nomás porque luego te me enfermas. Pero antes... — sentí como aun teniéndome sujetada de la cintura, lo hizo en mis piernas y me cargó como "princesa" — Cómo la vieja escuela.
Me reí ante tal acto tierno -para mí- y le di un beso en el trayecto que se fue caminando adentro.
Nunca pensé que esto me dolería tanto, pero cómo no iba hacerlo si llegué a imaginarme un futuro con él y claramente todo diferente.
Muy en el fondo deseaba que todo fuera un mal sueño, que en realidad despertaría y él estaría ahí a un lado mío durmiendo o diciéndome que todo había sido una pesadilla.
Pero no.
— Dios... ¿Qué he hecho mal? — susurré.
De pronto sentí una arcada en mi garganta y rápidamente me levanté al baño, sólo expulsando el vino que he estado tomando. No me quejo, la verdad es que mi alimentación en estos días no ha sido la mejor.
Estuve unos minutos sentada frente al escusado esperando a que esa sensación volviera, pero no lo hizo.
Sin muchos ánimos me puse de pie, me acerqué al lavabo enjuagando mi boca y aprovechar para lavar mi cara con agua fría, quizás eso le serviría de algo a mis ojos que seguían hinchados por estar llorando.
Sequé mi rostro y viéndome al espejo me quedé ida.
Ding, dong.
No tenía ánimos siquiera de llegar a la puerta, luego recordé que había ordenado algunas cosas entre ellas la mayoría eran botellas.
Abrí la puerta y traté de volver a cerrarla.
— Vete.
— No. Vine hablar contigo.
— No quiero verte, ni oírte. — empujé con todo mi cuerpo la puerta, no me importó aplastarle el pie a Alfredo.
— Mariana, por favor.
— ¡Que no! No quiero.
— Pues quieras o no, me vas a tener que escuchar. — dijo empujando la puerta.
Evidentemente su peso me ganó.
— Salte o le llamo al de seguridad para que te saque. — lo amenacé.
Negó. — Mi gente está allá afuera, dudo que se atreva.
Maldito.
— Ya vete, Alfredo. — comencé a pegarle en el pecho — Entiende que no te quiero volver a ver nunca.
— Pégame todo lo que quieras. Si es la única manera de que me escuches, está bien. — aprovechó para abrazarme.
Debía mantenerme serena.
— ¡Suéltame! — me separé bruscamente — Digas lo que digas, nada va a cambiar mi opinión.
— Bueno... — tragó duro — ¿Entonces?
— Rápido Guzmán, tienes cinco minutos y ya están contando.
— Yo... Antes de que tú regresaras mi vida ya estaba escrita, no por mí, sino por mi papá. — con detalles no muy profundos me contó de principio a fin lo que sucedía, pero por más que quisiera decirle que estaba todo bien -aunque no- de nada servía, él debía cumplir su palabra. Por algo calló todo este tiempo — Pero lo que te dije fue cierto, yo no la amo. Yo pensaba decirte todo cuando comenzamos a salir...
— Y no lo hiciste... Lo peor, es que estuve contigo como la amante, Alfredo. ¿Sabes lo denigrante que es eso? — escupí con asco.
— Chula... A quien amo es a ti. Te amo desde hace diez años.
— Por qué no entiendes que un "nosotros" no existe. Mejor hay que dejar las cosas así. — no sabía si las palabras que salían de mi boca eran por despecho o de verdad las sentía — Acepta que lo de nosotros fue algo pasajero. — me dolía decirlo — Los dos nos quitamos las ganas que en el pasado se quedaron, pero esto no fue para ser.
— ¿De verdad piensas eso? — su voz se entrecortó.
No lo mires.
— Sí. Por algo no se pudo. — traté de ser firme — Lo que sucedió ya no importa. Ahora vas a casarte y formar una familia, lo de nosotros ya no será jamás.
Escuché como sorbió su nariz y comprobé que lloraba cuando llevó sus manos a su rostro, limpiando algunas lágrimas.
— Desearía poder retroceder el tiempo y nunca dejar que esto pasara.
— Así es la vida. — suspiré y caminé hacia la puerta abriéndola, indicándole que se fuera — Ve hacer tu vida, Alfredo. Y... — tragué duro — Convive con ese hijo... Que yo no te pude dar. — mi voz terminó de quebrarse al igual que yo.
No dijo nada, ni siquiera me miró. ¿Esperaba algo de su parte? Quizás, pero sólo asintió y salió del departamento en completo silencio.
Y de nuevo yo estaba sola viviendo un duelo.