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— Ya wey, ponte a chambear. Acuérdate que ya no es de que quieras o no. — escupió molesto.

No le respondí, pero empecé hacer lo que me pidió.

Estuvimos unos minutos en silencio yo realmente no tenía ánimos de nada, mi mente desde hace días sólo la ocupaba Mariana, Sofía... Y mi hijo.

Iván pues tampoco me hablaba mucho, sabía que estaba molesto desde la noticia en la cena. Su cara lo decía y los comentarios que soltaba estaban de más para darme cuenta, no lo culpaba, yo también estaba molesto conmigo mismo.

En cambio, mis papás y demás hermanos, podría decirse que estaban felices, la familia de Sofía lo sabía y también lo tomaron de la mejor manera posible.

Odiaba no poder estar reaccionando de la misma manera.

A fin de cuentas, obedecí a mi carnal. Comencé avanzarle al trabajo, pero antes puse un playlist algo triste quería jalar con música, aunque no había canción que describiera como me sentía.

— ¿Qué piensas hacer? — preguntó después de rato.

— ¿Sobre...?

— Pues eso, de la boda. 

— ¿Pues qué? Mi apá y Sofía ya la adelantaron, ni mi opinión pidieron. — suspiré.

— ¿Y con ella? Con Mariana — preguntó curioso.

— Hablamos, pero no la he visto desde la semana pasada. 

— Me refiero a que, ¿Cuándo piensas decirle? O bueno, terminar lo que tienen, si tu boda ya está a la vuelta de la esquina. Porque dudo mucho que dejes a tu hijo desamparado.

Rodé los ojos fastidiado. ¿Por qué vergas tenía que recordármelo?

— Tengo que hablar con ella, trataré de ser lo más sutil posible no quiero arruinar lo que llevamos. 

— Y eso de que les sirve a ambos, si aun así te vas a casar. Si antes le pensaste para echarte para atrás, qué será ahora. 

— Tengo la esperanza de poder hacer una vida con Mariana.

— ¿Cómo la amante? — lo miré mal — Mi apá te va a echar de madres, si le hechas a perder el teatrito que malamente así es.

Enserio me lo quería madrear.

— Y él con qué cara me va a insinuar que debo serle fiel a Sofia, si tuvo más mujeres e hijos. 

— A fin de cuentas, es nuestro papá, Jesús. Por eso tienes que hacer BIEN las cosas. 

— Voy hacerlo, las solucionaré.

— No lo harás, Alfredo. 

— ¡Que sí, chingada madre! — ya me había hartado — Yo sé lo que hago.

— Se nota. — alzó rápido su entrecejo — Sé que no lo vas a hacer, porque te conozco. 

— Si wey, sí. — le di el avión.

— En verdad. — me miró — Te conozco desde hace veintiséis años, desde que saliste de esa clínica y te llevaron a casa todo rojo, arrugado y llorón lo he hecho. Te conozco lo suficiente tanto que sé cuándo estás enojado, triste, feliz, preocupado. Es más, sé que ahora piensas saber cómo hacer las cosas, pero en realidad sabes lo que realmente va a pasar.

— Ya no quiero hablar. — me devolví a lo que hacía.

Suspiró y volvió a guardar silencio por unos segundos.

— Es preferible que le digas de una vez las cosas, a que se entere por otro lado. 

— Ajá, sí. 

— Sabes que pueden publicar su compromiso o... Su boda. 

Perravida. Pensé, pues si tenía razón.

No volví a responder.

— Oye, y... — carraspeó su garganta — Bueno, sólo es una pregunta, pero... ¿Y si es tuyo?

Lo miré fastidiado.

— Pues el "infiel" soy yo, ¿No? — rodé los ojos — De quién más. 

— Bueno, sólo quería preguntar. A ver si había algo de... Esperanza. — lo último lo dijo susurrando, pero lo escuché

— La hay, carnal. La hay.

...

Toda una vida me estaría contigo. No me importa en qué forma, ni dónde, ni cómo, pero junto a ti

Recargué un poco más mi rostro en el de ella, tenía nuestras manos entrelazadas por el aire mientras mi mano se aferraba a su cintura. Era un goce tenerla así.

No me cansaría de decirte siempre, pero siempre, siempre... Que eres en, mi vida, ansiedad, angustia y desesperación.

La canción terminó. 

Pagué el pequeño repertorio que le pedí al trío callejero y seguimos caminando por el sendero rocoso hasta llegar a un mirador donde podíamos apreciar parte de las montañas, aunque estas estuvieran repletas de maleza, aunque los colores del atardecer lo hacían perfecto.

Pero para Mariana parecía más que perfecto, fascinada miraba las montañas y les sacaba algunas fotos, y yo fascinado la miraba a ella.

Se miraba tan preciosa.

En parte había salido hoy día con ella, precisamente para hablarle con la verdad, esa era mi intención. Pero es que no podía.

Había momento en los que creía que era la oportunidad y las palabras no me salían porque tampoco quería arruinar el momento, su felicidad, su sonrisa, lo bien que la estaba pasando. 

— ¿Es un águila? — preguntó emocionada apuntando al ave que estaba no tan cerca de nosotros, pero lo estaba.

— Así es. —dije asintiendo. 

— Nunca había visto una tan de cerca.

Entendería si ella quisiera alejarse, con justa razón. Pero no estaba listo, tardé mucho para encontrarla, recuperarla y ahora.. La perdería de nuevo.

¿Por qué tenían que ser las cosas así?

Quizás no soy para ella, quizás ella merece algo mejor.

Inhalé y exhalé antes de hablar.

— Mariana. — llamé su atención — Hay algo que te he querido decir desde hace tiempo y... — verga — No he encontrado la manera de decírtelo.

— ¿Sí?... ¿Qué es? — la sonrisa tan bonita que tenía en su rostro me partía el corazón.

— Mariana yo... — ladeó un poco su cabeza prestándome atención, mientras sus ojos me miraban y esa sonrisa seguía ahí. No podía — Te amo.

Pinche cobarde.

— Aww, Alfredo. — rio tiernamente, abrazándome y enterrando su rostro en mi pecho — Sabes, a mí también me da algo de pena decirlo, pero... Eres correspondido, aunque creo que nunca dejé de hacerlo. — volteó a verme con su sonrisa más grande — También te amo.

La miré por unos segundos y luego la besé.

Era ella con la que debía casarme... Era ella el amor de mi vida.


Más cerca del final 🫵🏻

¿Me recuerdas? - JAGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora