Gracias al trabajo y profesionalismo de Mariana, también de la mano de Iván Guzmán se pudo lograr que Alfredo se pudiera quedar en México. Aunque fue plan con maña.
Pues ahora con la ayuda de Martínez, los Guzmán Salazar ejecutarían su plan antes que le pudieran dar una condena, quizás era de esperarse que Alfredo aplicaría la misma estrategia que su padre años atrás.
Lo único que temía Guzmán era llevarse entre las patas a Mariana, porque en realidad no tenía nada que ver. Ella sólo estaba haciendo su trabajo, mientras que Martínez solo era "cortina" y mensajero.
— ¿Sí? Pase. — ordenó sin despegar la vista de lo que guardaba en su maletín.
— Hola. — la mitad del cuerpo de Alfredo se asomaba por la puerta.
Mariana al escuchar que se trataba de él, lo miró.
— Hola Alfredo, ¿Qué te trae por acá?... Otra vez. — rio.
Con los sobornos que la familia de Alfredo le soltaba a los altos mando del Penal, este empezó a ganar privilegios y comodidades. Un ejemplo de ello fue una celda con más privacidad y objetos de uso personal, muebles como un colchón, un pequeño sillón, una pantalla y un excusado.
Entre otras cosas, pidió una oficina exclusiva donde pudiera tener privacidad y tratar sobre su caso con Mariana, tiempo después con el telón.
— Es que hace rato se me olvidó traer algo que quería darte.
— Ah ¿sí?
Asintió desdoblando la hoja que traía en mano y la extendió para que la tomara.
— Espero y te guste. La psicóloga me dijo que expresara lo que me traía buenos recuerdos.
Algo extrañada tomó la hoja y cuando miró de qué se trataba, rápido reconoció el lugar que estaba dibujado.
Era el laberinto del salón donde se habían casado Laura y Hugo.
Sonrió. No supo por qué lo hizo.
— Gracias, Alfredo. — dijo sincera — Me da gusto que te estés portando muy bien. Aunque por ahí escuché que tuviste problemas la semana antepasada, por eso te castigaron.
— Era algo que se solucionaba fácil, sólo que hay gente que le gusta batallar. — dijo sin importancia.
Lo miró mal.
— Recuerda que si te sigues portando mal, nos vamos atrasar en todo lo que hemos avanzado. — dijo volviendo a lo suyo — Así que no caigas en provocaciones.
— Me la ponen difícil. — a pesar que no se notó, lo dijo con doble intención, viendo el pequeño escote de Mariana — ¿Ya te vas? — cambió de tema por su bien.
— Sí, tendría que quedarme a terminar unos documentos que le debo de entregar a Martínez, pero debo de llegar temprano a casa.
— ¿Te regaña tu marido? — dijo burlón.
No era nada nuevo que Alfredo hiciera ese tipo de comentarios a Mariana, tampoco que de vez en cuando le coqueteara con halagos, acciones o "caricias".
Pero ella siempre le recordaba que estaba casada y había formado una familia; de hecho, algunas veces llegaron a tener pláticas sobre lo que había pasado en sus vidas.
— No. — suspiró mirándolo — Es el cumpleaños de mi hija. Quiero estar con ella y mi familia.
— Oohh. — estaba pensativo — ¿Cuántos años cumple? Si no es indiscreción, claro. — rascó su cabeza algo nervioso.
Lo estaba.
— Nueve.
Asintió. — Bueno, aunque no tengo la dicha de conocerla, le das un abrazo y felicitación de mi parte.
— Gracias. — tomó sus cosas y lo volvió a mirar — Crees que cuando salgas, ¿Le puedes decir al guardia del pasillo si puede cerrar la puerta? Aunque aquí no se quede nada, ya sabes como son.
— Ehh, sí. Yo le digo. — sonrió — De hecho, yo también pensaba en irme.
Ella asintió y rodeó el escritorio, aunque el espacio no era muy grande y se acercó a la puerta.
— Que tengas lindo día, Alfredo.
Este no le respondió, hasta que...
— Oye, Mariana.
...
La adrenalina se sentía a flor de piel.
Esto podía traerle problemas, si los descubrían podría acabar con su carrera.
Alfredo sonrió al escuchar cerca de su oído los jadeos y gemidos reprimidos. Los brazos de Mariana estaban completamente enredados en su cuello, mientras sentía como la envestía cada vez más fuerte y rápido. Ella sentada sobre el escritorio.
Sus pechos fuera de su bra y liberados por unos cuantos botones de su camisa, se movían con los movimientos bruscos que le daban placer.
— Al..fredo — no pudo evitar gemir su nombre, lo cual lo excitó más — Nos van a ver.
— Tú tranquila, chula. — habló con voz agitada — Déjalo en mis manos.
Después de un par de besos, los brazos de Mariana soltaron Alfredo y apoyándose en el escritorio, echó cabeza atrás cuando sintió que acabó dentro y junto a ella.
Los dos trataban de regular su respiración y recuperar la energía después de ese encuentro.
Un silencio no tan incómodo los acompañó en el lapso de tiempo y cuando por fin salieron de ese trance, fue Alfredo el primero en hablar.
— Y ¿Cuándo volvemos a repetir? — preguntó más que contento.
Mariana lo miró mal, acomodándose de nuevo su ropa.
— Cállate.