De nuevo estaba frente a su puerta, sosteniéndome uno con la incertidumbre de saber que iría a pasar. Pero esta vez no aceptaría un no por respuesta.
Investigué un poco acerca de lo que estuvo haciendo esta última semana, los dos primeros días desde que dejé de verla supe que no había salido para nada a pesar de tener compromisos; y sólo de imaginarme el por qué, me comprimía el corazón.
Mi chula no tenía que llorar por mis pendejadas.
Inhalé y exhalé varias veces antes de tocar el timbre; una vez que mis nervios eran menos, llamé la puerta.
MARIANA
— ¿Tú otra vez aquí? — me crucé de brazos — Que bueno, para que te lleves tus flores que fui obligada a recibir.
Con algo de dificultad levanté las flores que habían llegado a mi casa a mediodía, porque ni siquiera me tomé la molestia de meterlas, las dejé en la entrada.
— Yo no...
— Listo, te puedes ir. — cerré la puerta sin esperar una respuesta.
Me devolví unos cuantos pasos, pero me detuve al escuchar la puerta abrirse.
— Terminó mi compromiso. — me dejó inmóvil aunque traté de disimularlo — Ya nada me une a ella.
— ¿Qué? — mi voz tembló. Admito que pensé mal — ¿A qué te refieres?
— Era una farsa que tarde o temprano iba a terminar mal. — relamió sus labios — Ella encontrará quien la haga feliz, y yo...
— ¿Y eso de qué me sirve a mí? Si eso no cambia las cosas. — maldita sea, las lágrimas se asomaban — Me mentiste.
— Yo sé que no merecías que te ocultara las cosas, mucho menos enterarte de esa manera. Soy responsable por herirte, no me justifico. — tragó duro — Sólo déjame explicarte cómo sucedieron las cosas, si después de eso no me quieres ver, te lo juro que entenderé y jamás volveré a molestarte-
Sabía que esto podía convertirse en un círculo vicioso. Mi mente decía que lo dejara ir, pero mi corazón quería que se quedara, quería escucharlo. Temía que me lastimaran sus palabras.
— Digas lo que digas, mi decisión sigue siendo la misma, Alfredo.
Asintió.
— Entiendo. Pero por favor, hay que hablar.
Mordí mi labio. Espero no arrepentirme de esto.
Le indiqué que me siguiera y lo guíe en la sala enseguida.
— Bien. Te escucho.
— Pues no sé por dónde empezar... — jugó con sus dedos un tanto nervioso — Supongo que los dos jamás creímos volvernos a encontrar después de mucho, pero tengo fe en que Dios y el destino siempre nos tiene preparado algo. — sonrió — Años atrás inicié una relación con ella, era un noviazgo de jóvenes, nada más allá hasta que nuestros padres se conocieron. — hizo una pausa, como si estuviera recordando algo — Después de eso ya nada fue "amor" o sentimiento.
Me removí incómoda. ¿Celos? Sí, tal vez; pero a mi defensa los sentimientos no cambiaban de la noche a la mañana.
— ¿Puedo confesarte algo? — asentí no muy segura — Creí que haciéndole ese favor a mi apá, de casarme, por fin podría verlo orgulloso de mí. Que escucharía un "Estoy orgulloso de ti, Alfredo". — la melancolía con la que hablaba me partía el corazón — Iván todo un líder desde morro; Ovidio y Joaquín son los más inteligentes de todos. — se carcajeó un poco mientras tenía una sonrisa — Y Césarillo es el más chavalo, pero quien quita que no tiene lo suyo para los negocios.