A lo lejos Iván miraba como su hermano terminaba con la botella de un trago mientras su cara estaba empapada de lágrimas. Este negó y chasqueó su lengua al ver que había agarrado la segunda botella para hacer lo mismo. Si no hubiera llegado desde hace ya un buen rato, ¿Qué sería de su hermano?
— Ya carnal, deja eso. Mejor vamos a que te metas a bañar. — lo tomó del brazo tratando de levantarlo — Hueles a culo.
— No quiero.
Paciente suspiró y miró como se volvió a enroscar en el sillón.
— Acuérdate que mi apá nos citó mañana temprano, tú sobre todo tienes que estar ahí. — dijo quitándole la botella — Además, tienes que andar al cien. Pasado mañana te casas.
Alfredo lo miró serio y molesto a la vez, que pronto se convirtió en un puchero y finalmente en llanto.
— Pero no es con Mariana. — estiró su mano tratando de alcanzar la botella, que Iván dejó al otro lado. A los segundos de estar batallando por alcanzarla se relajó, su cuerpo estaba cansado por el alcohol.
A Iván le dolía ver a su hermano así, sabía que él no se quería casar. No con Sofía. ¿Pero qué más podía hacer? Lo había aconsejado y no sirvió de nada.
Quizás nunca había estado en la misma posición que él. Llorar y lamentarse era válido, pero tampoco era para ponerse hasta el cuete.
— Tenías razón, debí haber terminado con este circo desde que mi chula regresó. — calmó un poco el llanto cuando comenzó hablar — Tienes razón, soy un pendejo por no hacerte caso. Perdón carnal.
— Ya wey, las cosas siempre pasan por algo. No todo es tu culpa. — lo consolaba.
— Lo es... Perdí al amor de mi vida y ahora estoy condenado.
Suspiró profundamente negando.
En un lapso de pocos segundos, donde Iván sólo fue a dejar la botella y vasos a la mesa, volviendo encontró Alfredo ya suelto y dormido.
Era de esperarse, pasó toda la tarde y parte de la noche bebiendo.
— No, carni. No eres ningún pendejo... — le dio un pequeño beso en la cabeza — Sólo que a veces eres bien quien sabe cómo.
Limpió un poco el lugar y acomodó mejor Alfredo. Tomó su radio y llamó a su gente.
— Necesito ayuda.
...
ALFREDO
Cerré la puerta de la camioneta de un putazo empezando a caminar hacia la casa. Estaba hasta la madre de todo y todos.
Para empezar, me levanté bien pinche crudo y temprano, todo para una junta toda pedorra. A mí que fregados me interesaba cómo iba a estar reforzada la seguridad en la fiesta de mi apá. Por mí mejor si llegaba la DEA y nos mataba a todos.
(Alfredo se hizo emo :c nsc)
— Metan la camioneta a la cochera y vayan a dar un rondín, ahorita no quiero saber nada de nadie así que no me molesten. Ha no ser de vida o muerte. ¿Entendido?
— Sí, patrón.
Y para acabarla de regar, me volví a meter a la boca del lobo.
Regresé a la casa que compartía y seguiría haciéndolo con Sofía, igual ya sabía que eso vendría pasando.
Tal cual y se lo indiqué a mi chavalo, me encerré en la oficina perdiéndome de todo. Obvio no sin antes poniendo seguro a la puerta, lo que dije me lo había tomado muy enserio. No me importaba si ella estaba o no en casa.