XXVI

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Me fui despertando poco a poco hasta que mis ojos se pudieron acostumbrar a la luz. 

Estaba tan cómoda que no quería ni siquiera moverme, pero a la vez me remordía la consciencia al ser egoísta y saber que Alfredo estaba solo abajo.

Abracé la sábana sujetándola muy bien para poder bajarme de la cama y no caminar desnuda sobre la habitación; y aunque no había nadie más dentro, me hacía sentir un poco más segura.

Cómo si en realidad no hubiera pasado nada anoche.

La búsqueda no fue en vano, pues sólo había encontrado la parte inferior de mi pijama y era la única prenda que estaba decente. Mi maleta con ropa se había quedado en otra habitación, dónde supuestamente dormiría.

— Mierda. — murmuré al recordar esos momentos en la sala.

Volví a mirar en toda la habitación y lo único que encontré fue una playera y short de Alfredo.

Mordí mi labio debatiendo en si tomarla prestada o no. Igual sólo sería para ir a otra habitación.

Salí de ahí cerrando la puerta y con pasos cuidadosos caminé para llegar hacia el otro lado, donde tenía mis pertenencias. Era de sí o sí pasar por las escaleras y a medida que me acercaba a ellas, podía escuchar todo el relajo que había abajo y si mi intuición no me fallaba, era en la cocina. 

Lo decía por el ruido de sartenes y cucharas.

Me cambié poniéndome ropa interior, unos bikers y la verdad es que me volví a dejar la playera. Al no ser de mi talla estaba demasiado cómoda; sólo esperaba que Alfredo no se molestara por usarla.

Bajé a la cocina y lo primero que encontré fue a un Alfredo ya muy cambiado -ya hasta me había dado vergüenza- detallando algo en un plato que luego puso en una bandeja. 

— Hola. — dije tímida — Buenos días. 

Volteó a verme algo sorprendido, pero enseguida lo cambió por una sonrisa dejando a un lado el plato. 

— Hey, buenos días. ¿Qué tal amaneciste? 

Odiaba tomarlo con doble sentido.

— Bien. No quería despertar, estaba muy cómoda. — confesé y tomé una rodaja de fruta para llevármela a la boca — ¿Y tú?

— Creo que los dos amanecimos mejor de lo que pudimos. — contestó ladeando una sonrisa.

Desconocía si me estaba observando, pero sólo asentí bajando la mirada.

— ¿Es tu desayuno? — cambié de tema.

— Lo hice para los dos. Estaba por llevártelo a la cama. 

— Bueno, ya no es necesario. — sonreí — ¿Crees que podamos desayunar afuera? 

— Dónde tu digas y mandes. — resoplé dejando escapar una risita — Vamos. — dijo tomando la bandeja donde traía las cosas. 

— Si quieres adelantarte, yo... — pensé — Sólo iré a guardar algo. 

Asintió. — Bueno, te espero allá.

Yo esperé a que avanzara algunos pasos y me devolví para la sala. 

La vergüenza me invadió cuando vi lo que faltaba de mi ropa doblada sobre el sillón. Rápido la tomé haciéndola bolita y corrí hacia mí habitación anteriormente designada para dejarla.

Un poco más "mentalizada", pero igual de ansiosa regresé esta vez yendo afuera. Sabía que en algún momento tenía que hablar con Alfredo sobre lo que había pasado; aunque en realidad me agobiaba su percepción de las cosas.

¿Me recuerdas? - JAGSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora