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Me di varias vueltas mirándome al espejo, ese blazer no me terminaba de convencer.
— Mejor el negro. — susurré decidida.
Me retiré dicha prenda dejándola en su lugar, para después encimarme el blazer negro.
Quedaba perfecto.
Por último, rocié perfume en mi cuello y muñecas. Bajé para la sala donde normalmente siempre tenía mis cosas, de ahí tomé mi maletín y para no llevar bolso sólo metí mi celular a una de las bolsitas de mi blazer.
El Uber marcaba aproximadamente cinco minutos, era el tiempo perfecto en lo que bajaba al lobby.
...
— Es mejor dejarlo establecido en un convenio que se acuerde antes de la celebración del matrimonio. — expliqué.
— ¿Y podrías hacerlo tú?.
— Claro. Un par de días antes les daré una cita para que puedan revisar si están o no de acuerdo con las cláusulas escritas que me mencionen. O bien, si necesitan eliminar o agregar alguna otra.
— Me parece perfecto. — sonrió.
— Excelente. Entonces, ¿Puedo mandarle la fecha de la próxima cita por su teléfono celular?. Porque aún no podría decirle dónde citarlos.
— Está bien. Claro.
— Bien, yo me comunico con usted. Un placer señor Rueda. — levanté mi mano para estrecharla con la de él.
— El placer es mío, señorita Acosta.
Me limité a sonreír antes de comenzar a tomar mis cosas.
— Bien, si es todo yo me retiro. — me puse de pie.
— Disculpe, ¿Me aceptaría el quedarse a comer conmigo?. Digo, ya qué estamos con estos asuntos, mínimo conocernos un poco.
— Señor perdón, pero...
— Sólo es la comida, Mariana. Yo te invito.
En realidad, no tenía nada más que hacer.
— Bien. Acepto. — hice media sonrisa.
— Gracias. Y por favor ya no me digas señor, dime Hugo. Que ya no estamos tratando temas legales.
Reí. — Está bien. Gracias, Hugo.
Sonrió. — Por favor, toma asiento. — señaló la silla.
— Gracias.
Hugo pidió la carta y luego que decidimos que ordenar, nos trajeron unas bebidas de entrada en lo que nuestra comida estaba lista.
Hablamos un poco sobre ambos, me confesó que quien había decidido que yo llevara su proceso fue su esposa por algunas recomendaciones que le habían hecho de mí. Y que de hecho no había podido venir por algunos asuntos personales, pero que era petición de ambos.
ALFREDO
Otra vez bien pinche aburrido en estas cuatro paredes. Era lo mismo de cada día, si no eran los inventarios, era la contabilidad o la seguridad de los empleados.
La verdad soy más feliz contando la mercancía que haciéndome wey aquí.
— No mames.
— ¿Qué?. — pregunté.
— Hugo está aquí. — habló Iván aun viendo la pantalla.
— Ah... Que bién. — dije sin voltearlo a ver.