Capítulo 5

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Capítulo V

La Fortaleza Altruin por fuera era hermosa. Paredes exteriores rojas y doradas con muchos ornamentos y estatuas, altos ventanales de cristal dorado y un hermoso jardín delantero cuyo final no pude ver. De su belleza interior desconocía yo, no había entrado. Al pasar las grandes puertas de la mansión el carruaje simplemente siguió por un camino de piedras hasta llegar a un terreno plano donde se encontraban las caballerías y alas de entrenamiento.

Al bajar del carruaje, junto a Unai, lo primero que hice fue observar los alrededores. Altos árboles creaban una pared protectora alrededor del lugar. A lo lejos se oían las espadas chocar unas contra otras.

Busqué con la vista a Audri ya que él no había ido en el carruaje con nosotras, lo encontré bajando de Anabel, su yegua blanca. Inevitablemente sonreí al ver cómo le susurraba algo al animal antes de que un mozo se la llevara a los establos. A veces esa bestia lograba hacerme sentir celos, Audri tenía muchas atenciones con ella.

Mi cuima no estaba solo, junto a él estaban muchos de nuestros caballeros y aprendices, entre ellos, Solt Belssing, un Caballero Sacro de la Corte de los Puros. Él me había enseñado a manejar la espada cuando era una niña, era mi maestro. Quería acercármeles y saludarlos, sobre todo a mi maestro a quien no veía hacia mucho. Mis deseos se vieron interrumpidos por una fuerte sensación de familiaridad que rondaba en el aire, con las cejas fruncidas busqué con la vista para así encontrarme con ella. Iba tomada del brazo de Azus, parecía risueña mientras le contaba algo. Traía puesto un vestido azul claro únicamente ajustado en su pecho. Su cabello seguía igual de rosado y brillante, un color que solo ella heredó de nuestra madre, sus ojos eran igual a los de Leire, azules oscuros. Livia tenía la piel como la miel, tan lisa y resplandeciente que te incitaba a tocarla y descubrir si era real o un espejismo de perfección. Esa era mi hermana, hermosa y perfecta.

Con una sonrisa en el rostro volteó al sentir el peso de mi mirada. Su mandíbula tocó el suelo al chocar conmigo. Eso me hizo pensar que ella no sabía que me vería, y por la sonrisa de Azus supe que tenía razón. Inmediatamente soltó el brazo de su acompañante y corrió hacia mí. Me quedé atónita mientras Livia se fundía en un abrazo rompe costillas conmigo. Tardé, pero le devolví el abrazo. Sentir su olor inundar mis fosas nasales fue abrumador, amaba a Livia, la extrañaba con demasía.

― Te he echado tanto de menos, como el mar a la luna, como las abejas a las flores, como solo yo puedo extrañarte. Rubi, mi Rubi― dijo entre sollozos, por cada palabra dicha hundió más su cabeza en mi cuello.

Yo también la había echado en falta. Livia no solo era mi hermana mayor, sino también era quien me hacía sentir como una niña cuando todos me hacían entrenar y estudiar como una adulta. Ella era ese salvavidas que me mantenía a flote, nunca dejaba que me hundiera. Perderla, que ella dejara de ser mí hermana, fue de las cosas más dolorosas de mi corta vida.

― Me alegra verte, Livia― dije apartándome un poco de ella.

La amaba pero mi contador de afecto había tocado techo.

Ella me dio una sonrisa cargada de cariño, rápidamente secó las lágrimas que surcaban su rostro y pasó las manos por su vestido era una mala maña que tenía cuando se ponía nerviosa Con el rostro un poco más inexpresivo se giró hacia Unai para darle un corto abrazo.

― Un gusto verla de nuevo, Su majestad― dijo cortés.

― Lo mismo digo, Livia Altruin ― hizo énfasis en el Altruin como si deseara recordarle algo.

Había olvidado que ellas no tenían la mejor de las relaciones.

Livia hizo una ligera mueca y estuvo a punto de replicar con algo que probablemente no fuera bueno ella tenía una lengua viperina que para nada te hacia desear ser el objetivo de su veneno pero Azus intervino tomándola de los hombros y dejando caer un sonoro "No se olviden que sigo aquí"

SEMPITERNOS- Balada de los Hijos de la Luna 🛐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora