Capítulo XXX

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Seattle, Estados Unidos.

Melody Croswell.

Ella observa a la enfermera darle de comer con el biberón al su pequeño Logan, solo habían pasado dos días desde su llegada y ya se consideraba la mujer más feliz sobre la faz de la tierra, él estaba aún un poco delicado debido a que era prematuro pero sabía que su bebé podría con eso, estaba segura.

Hasta el momento solo ha podido apreciar a su pequeño desde la distancia que los separa por el vidrio de esa incubadora, pero allí estaba con un traje quirúrgico esperando que le permitieran entrar y al fin poder sentir a su bebé entre sus brazos. Por primera vez sería sacado de una incubadora por alguien que no fuera el personal de enfermeras del área de bebés.

Tras pasar unos minutos comenzaba a impacientarse pero al verla, una enfermera la ingreso en el lugar y la otra que le había dado de comer a su bebé se lo entregó. El pequeño parecía una pasita arrugada y rosada, él tenía los ojos cerrados había estado leyendo que los bebés a veces no abrían los ojos sino hasta días después de su nacimiento.

Su bebé llevaba un enterizo con figuritas de carritos de todos los colores que hacía juego con su gorrito. Ella lo pegó contra su pecho y el pequeño se acurrucó más hacia ella.

─Hola mi pequeño bebé ─ Dijo con los ojos humedecidos de ver lo pequeño y frágil que era.

Con cuidado tomo su manita entre las suyas y el bebé apretó uno de sus dedos, haciendo sonreír a las enfermeras y a ella.

─Eres muy fuerte, sí señor ─ Las mujeres rieron ante su broma ─. Sé que serás como él mi pequeño ─ Lo elevo hasta tener su pequeña oreja cerca de sus labios ─, y debo admitir que eso me agrada pero no se lo digas a papá ─ Regreso al pequeño a su posición inicial mientras lo mecía de un lado al otro.

Los minutos pasaron y con ello, tuvo que regresar al pequeño Logan a la incubadora. Se despidió con una sonrisa triste y acompañada de la misma enfermera que la dejó entrar, salió de allí rumbo a su habitación donde la esperaba Erika para juntas irse a casa. A ella le habían dado la salida pero a su hijo no, debía quedarse por aproximadamente un mes antes de poder ir a casa, estaba triste de dejarlo pero por lo que faltaba de día, ya no la dejarían verlo más.

Al día siguiente.

Estaba por ir a visitar a su bebé cuando un auto la intercepto a mitad de la calle, la puerta trasera se abrió y uno de sus antiguos compañeros la miro intimidante.

─Sube – Ordenó.

─No – Espetó, no sabía lo que querían pero sí que no estaba dispuesta a caer en su juego otra vez.

─Melody, sube ahora – La miro fastidiado ─. Tenemos que hablar.

Apretando los dientes subió al interior del vehículo y cuando cerró la puerta, el conductor arrancó alejándola del hospital donde estaba su bebé.

Después de unos minutos de camino en silencio llegaron a una cafetería en el centro de Seattle, bajaron del vehículo y cuando estuvieron instalados finalmente Gerard habló:

─Necesitamos que trabajes con nosotros en una operación de encubierto ─ Dijo antes de dar un sorbo a su café.

Ella lo miro y frunció el ceño.

─Ya no trabajo para ustedes.

─Será solo en una ocasión, vamos, como en los viejos tiempos ─ Ella sabía lo que hacía, quería parecer agradable pero se olvidaba que ella lo conocía muy bien.

─No – Se levantó pero él la sostuvo de la mano para evitar que se fuera.

─Siéntate – Dijo casi en un susurro.

Dean MichelakisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora