Días después.
Observa la pantalla de su celular encenderse con una nueva llamada entrante de él, Dean llevaba tres días después de lo sucedido llamándola, escribiéndole, intentando contactarse con ella para que hablarán. Debía agradecer internamente que no se hubiera llegado hasta su casa, ella sabía que debía mantenerse al margen pero no sabía si podría cuando mirara esos hermosos ojos azules que no la dejaban dormir en paz.
Todavía recordaba cuando recibió la primera llamada, era un número desconocido pero aun así contestó sin saber que escucharía su profunda y ronca voz al otro lado de la línea, su corazón se detuvo por pequeños segundos y sus sentidos se activaron, su cuerpo la traiciono con solo escucharlo ¿qué haría cuando lo tuviera de frente? Desconcertada colgó la llamada, debía alejarse, se lo había prometido.
Pero él no se lo ponía nada fácil, le había enviado mensajes todos esos días pidiéndole la oportunidad de redimirse, explicarse, incluso le había enviado la pasada noche una ofrenda de paz que tenía que admitir le encantó, era una gran caja donde había toda clase de dulces y estaba acompañada por una pequeña nota escrita por él:
Espero poder endulzarte un poco, por lo menos para conseguir que atiendas mis llamadas.
Atentamente, Dean M.
Melody se encontraba comiéndose una barra de chocolate cuando la pantalla de su celular se iluminó al recibir un mensaje de texto:
Melody tenemos que hablar, por favor responde mis llamadas.
Miro el mensaje decidiendo no responder dejó el celular en la mesita otra vez, mientras se acomodaba en el sofá y miraba la película que estaban transmitiendo por la televisión.
Dean Michelakis.
Caminaba furioso de un lado al otro, parecía un león enjaulado esperando para atacar. Ya no sabía qué más hacer, Melody no respondía a sus llamadas y mensajes, había intentado por todos los medios contactarse con ella, que lo escuchara para disculparse pero esa jodida mujer no le daba la oportunidad.
Sabía que su reacción se la tenía bien merecida por permitirse perder el control con ella, reconocía que lo dicho no identificaban a esa mujer y solo se había dejado consumir por las emociones, emociones equivocadas y que solo habían conseguido que ella se alejara de él.
Esa noche al verla alejarse se sintió fatal, vacío pero no había podido ir detrás de ella, se lo habían impedido y tenía una herida que curar porque si seguía así podía infectarse. Así que no le tocó más remedio que subir al vehículo resignado, ese había sido su peor castigo.
En ese momento en su habitación de hotel recordó las palabras que años atrás le había dado su pequeña hermana:
Debes aprender a controlarte, controla tus impulsos o puedes perder algo muy valioso – Lo miro directo a los ojos ─. En este negocio, los impulsos es un defecto que debe ser corregido o como mínimo, controlado.
Esas palabras entraron en su ser y por dos años había logrado controlarse, hasta esa noche. ¡Joder! Es que había enloquecido al saberla bailando para esos hombres, solo de imaginar sus miradas llenas de deseo lo consumían.
Cuando la enfrentó diciéndole todo aquello el dolor en su mirada grisácea lo rompió, algo dentro de él se rompió al ver su dolor, un dolor que le causo por imbécil e intransigente. Esa noche la pelinegra le dio una larga charla que lo ayudó a darse cuenta de su error, ella había sido su guía en el pasado incluso cuando debió haber sido distinta la situación en aquel entonces.
También debía admitir que sus hermanas lo descubrieron a ambos hablando esa noche en su habitación luego de que la herida fuera curada, esas dos rubias no desistieron hasta que conocieron el porqué de su nariz rota y la herida de su hombro. Cansado las había echado a las tres de su habitación al ver que se ponían en su contra, pero claro, era de sus hermanas sobre quien estaba hablando, Freya no volvió a tocar el tema haciendo como si él no existiera cuando estaba cerca, debía admitir que era muy buena ignorado y Rebekah pues tuvo que escuchar con atención su sermón para darse cuenta de lo errado que estaba y que debía buscar la manera de disculparse y recuperar a Melody.
Él debía encontrar el modo de hablar con esa jodida mujer, ya estaba cansado de que ignorara sus llamadas y mensajes. Recogió su chaqueta negra del sillón cerca de la cama y salió furioso hacia el burdel, en donde sabía, hoy estaría.
Melody Croswell.
Sirvió con una sonrisa el trago de vodka y aceptó los halagos del atractivo moreno, pero su sonrisa se esfumó al ver entrar al pelinegro que enloquecía sus sentidos pero que también era un peligro inminente en su vida.
Con temor de ser vista y aprovechando que la barra estaba sola con el moreno, ya que algunos clientes se habían retirado luego del último espectáculo, se escabulló evitando ser vista por él, no tenía fuerzas ni ganas para enfrentarlo.
En su intento de huida sus ojos se encontraron con una mirada fría, inquietante y que podía asegurar tenía el entrecejo fruncido oculto a través del antifaz. Ella no la miraba como la primera vez, de forma agradable sino como hace unas noches, era una mirada interrogante, acusadora. Esos ojos fríos como el hielo la analizaban y en más de una ocasión la había encontrado siguiéndole los pasos, vigilándola.
─ ¿De qué te escondes? ─ Pregunto en aquel pasillo, con su voz tan calmada como de costumbre.
─ ¿Debería esconderme? – Contraatacó, no dispuesta a amedrentarse.
La pelinegra se cruzó de brazos y la miro directo a los ojos.
─Eso es lo que parece, Melody – Dijo por primera vez su nombre dando un paso hacia adelante, ella se quedó en su lugar.
─No me estoy ocultando, solo tengo algunas cosas que buscar para la barra – Mintió dando la conversación por terminada.
─ ¿Dónde? Tal vez podría ayudarte – Comentó justo cuando iba a seguir con su huida, ¿es que acaso no se cansaba de vigilarla? Ya Dean era suyo, mejor que no la molestara más.
─No gracias, no quiero que se me pegue lo zorra – Dijo con ira contenida.
Sus palabras no surtieron efecto en la despampanante pelinegra que no hizo ningún atisbo de quitarse de su camino, sin embargo luego de unos segundos asintió y la dejó pasar, siguiendo ella por su camino.
En la seguridad de su hogar, Melody suspiro aliviada por haber logrado escabullirse para que Dean no se le acercara manteniéndolo lo más lejos posible, aunque no sabía cómo haría si otro día volvía a ir al burdel. Decidiendo pensar en una estrategia luego se quitó las botas con mucho cansancio y en la oscuridad de su apartamento se despejó de su ropa para ir directo a dormir y no levantarse hasta que fuera la hora del almuerzo, estaba demasiado agotada, había sido un día muy largo.
Retiro las sabanas de su cama pero de pronto un ruido la alerto, por lo que buscó el camisón que se había comprado hace ya algunos años que siempre dejaba en la mesa de dormir junto a su cama, tomó un bate de beisbol que era el mismo que había llevado al burdel y tenía desde aquella noche.
Vestida y con el objeto entre sus manos salió de la habitación alerta a cualquier movimiento de un posible intruso, estaba por entrar a la sala regañándose internamente por dejar las luces apagadas. El silencio reinaba en la habitación pero justo cuando su mano tocó el interruptor y encendió las luces, su mirada se cruzó con la de Hank y sin importarle que hace ya casi dos meses la haya salvado levantó el bate lista para golpearlo pero una gran mano con un pañuelo cubrió su nariz y parte de su boca, haciéndola absorber un olor que la hacía sentir su cuerpo pesado, el bate fue arrebatado de sus manos por Hank y lo último que supo fue que unos suaves labios dejaron un corto beso sobre la parte izquierda de su cuello, luego, todo fue oscuridad.
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Dean Michelakis
RomanceMelody Croswell ha perdido todo cuanto había construido, su trabajo, su hogar, todo lo que ella conocía como su vida soñada se ha desboronado en tan solo segundos. Ahora tiene que enfrentarse a su nueva realidad, sin saber que esto también cambiará...