Capítulo VIII

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Se removió entre las cómodas y suaves sábanas, sintiendo el reconfortante calor arropar su cuerpo y algo duro en su espalda.

Un momento, pensó. Sus sábanas delgadas apenas y le daban un poco de calor durante las frías noches, y ¿qué era eso duro? Con cuidado se giró encontrándose con el rostro dormido e imperturbable del pelinegro de ojos azules, él dormía cómodamente y no fue hasta ese momento que se percató de algo importante, la mano de él estaba sobre su cintura manteniéndola cerca de su cuerpo.

Ella lo observó fijamente detallando cada uno de sus rasgos e intentando recordar cómo llegó hasta allí sin tener ningún éxito, molesta consigo misma por no recordar qué sucedió, miró a ese hombre detallando su nariz perfilada y cejas aunque un poco pobladas, no eran tan gruesas. Su cabello era liso de un hermoso color negro y él tenía pequeños indicios de barba que ella no dudo en acariciar para su aspereza, sonrió como una tonta cuando él gruñó por el contacto.

Le parecía el hombre más atractivo que había visto en su vida y eso que ella había trabajado con hombres igual de guapos pero ninguno como él, ninguno como Dean.

Su recorrido la llevó a rozar sus labios recordando en ese momento el beso que habían compartido, logrando que sus mejillas se tiñeran de un tono rojo. Aún con la sonrisa es sus labios y sabiendo por qué había terminado allí, con lentitud su mano descendió por su garganta provocándole unas profundas ganas de besar su cuello.

El recorrido continúo hasta su firme abdomen donde se detuvo más de lo esperado para sentirlos, contando seis tabletas bien definidas. Para ese momento él ya se había despertado, pero no quería interrumpir el momento, deseaba ver hasta dónde llegaría.

Melody estaba tan concentrada en sentir y palpar su cuerpo que no se dio cuenta que 'él la estaba observando desde hace un buen rato. Ella siguió descendiendo hasta rozar la elástica del mono para dormir que él llevaba puesto, sobresaltándose cuando una voz ronca le dijo:

─Si sigues por ese camino, no respondo.

Su mano detuvo el recorrido pero se negaba a levantar la cabeza y enfrentarlo, ella se mordió el labio inferior antes de preguntar:

─ ¿Y si no me detengo?

─Tendrás que asumir las consecuencias, fierecilla ─ Susurro él, esperando que siguiera con su recorrido.

Las mejillas de ella se sonrojaron pero él no pudo verla por la oscuridad de la habitación, siendo solo iluminados por la luz de la luna que se filtraba a través de las puertas que daban hacia la terraza.

Una áspera mano se posó bajo su barbilla haciéndola levantar la mirada y enfrentar finalmente a esos hermosos ojos azules. Ella trago saliva al no saber qué decir o qué sucedería, lo único que sí sabía es que lo deseaba y algo dentro de ella anhelaba que él la tocara, que él la deseara de igual manera.

─A menos que tú desearas hacerlo, porque en ese caso puedes continuar con el recorrido ─ Él le regaló una sonrisa sensual y ella le devolvió una pequeña, pero que revolvió todo en el interior de él.

Él esperaba al siguiente movimiento de ella, anhelante de que siguiera con el recorrido. Hace unos días en el burdel se descubrió observándola, reconociendo internamente que ya no iba solo por la Diosa, sino también para proteger y cuidar de aquella castaña que le había demostrado que era una fierecilla cuando defender a los suyos se refería.

Hacía meses que no estaba con una mujer y oportunidades no le han faltado, pero ya estar casualmente con una mujer le aburría, él quería algo distinto, algo más serio. Por eso se había tomado su tiempo a estar seguro, pero debía admitir que cuando vio las actitudes de la castaña comenzó a sentirse más intrigado por ella y deseaba sentirla, tocarla, protegerla, era algo primitivo dentro de él que le hacía desear poseerla, tenerla.

Dean observó sus ojos grises brillar con diversión y sin esperárselo, ella se impulsó empujándolo y sentándose a horcajadas sobre él.

─Para tú fortuna, estoy dispuesta – Susurró mordiendo el lóbulo de su oreja, enviando una corriente eléctrica por todo el cuerpo de él.

Él llevo una mano hasta la nuca de ella y la guió hacia sus labios, besándola con pasión, necesidad. Sus labios se fusionaron y sin pedir permiso él introdujo su lengua en la boca de ella haciendo que ambas se batallaran como fieras por la intensidad del momento. Dean rodó sin separar sus labios dejándola a ella debajo de su cuerpo y haciéndola enroscar sus piernas a ambos lados de su cadera, él comenzó a dejar caricias por debajo de su camisa negra y a dar pequeños besos húmedos en su cuello y clavícula, logrando hacerla soltar gemidos de placer.

Él le quitó la camisa dejando al descubierto un sujetador morado que no tardó mucho en irse, dejando al descubierto sus exuberantes senos con puntas marroncitas y que a él le dieron ganas de devorar. Se inclinó para lamer su seno derecho mientras el otro era estimulado con su mano libre, ella enredó una mano en su cabello arqueando su espalda para darle un mejor acceso a sus senos y ofreciéndoselos sin piedad, necesitando del placer que él le estaba provocando.

Poco a poco él descendió dejando un camino de besos por su delgado abdomen, encontrándose con algo que lo desconcertó un poco, se alejó y la miró.

─ ¿Cómo te la hiciste? – Preguntó al ver una pequeña cicatriz al lado derecho de su ombligo.

─Una bala perdida ─ Dijo sin entrar en detalles, si él tenía que tener algo con negocios ilícitos lo menos que quería era que se enterara que fue una agente de la FBI.

Él se incorporó un poco y la preguntó:

─ ¿Quién te disparó?

─Eso fue hace años, ya no importa – Dijo restándole importancia.

Él asintió antes de regresar a su labor y desbrochar el pantalón que ella llevaba puesto, lo bajo juntos con las pantis dejando al descubierto su entrepierna que estaba cubierta por un poco de bello castaño, sonriendo se inclinó y son ambas piernas a los lados de su cabeza paso la lengua por sus labios sintiendo el calor y la suavidad de estos.

Melody jadeo al sentir el contacto, anhelante de que fuera más allá. Él introdujo uno de sus dedos confirmando lo húmeda que estaba, sonrió y la masturbo un poco, haciéndola gemir y restregarse contra su rostro mientras su boca succionaba su pequeño y enrojecido clítoris.

Impaciente, se incorporó y deshaciéndose de su ropa camino hacia la mesa de noche en donde tomó un preservativo y se lo colocó bajo su atenta mirada. Camino hasta ella y se posición entre sus piernas otra vez, acomodándose para darse paso lentamente en su entrada.

Ella reprimió un gemido al sentir la invasión pero él la reprendió dándole una pequeña nalgada.

─Quiero oírte ─ Dijo dándole una estocada ─. Me encanta oírte ─ Le dio otra provocándole un gemido de placer.

Dean la penetro como si llevará años sin coger, sus embestidas eran rítmica y precisas, haciéndola jadear con cada una de ellas. Cuando ella llegó al orgasmo, él llegó minutos después saliendo de ella y recostándose a su lado exhausto por la actividad pero con ganas de más.

Él se levantó y fue a botar el preservativo al baño, cuando regreso la atrajo hacia su cuerpo y la apretó contra sí, haciéndola sentir protegida y escuchar el sonido de su corazón.

─Sabes, algo que se me ha ocurrido ─ Digo él sosteniéndola ─, es que todavía no sé cuál es tu nombre.

Ella se rió contra su pecho al darse cuenta que tenía razón, ella sabía su nombre pero nunca le había dicho el suyo propio.

─Me llamo Melody ─ Levantó la vista y lo miro a los ojos ─, Melody Croswell ─ Dean asintió y volvió a besarla, sin saber que, eso la hacía sentir más enamorada aunque ella no lo aceptará.

Dean MichelakisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora