Capítulo V

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El parque estaba repletó de personas caminando y otras tantas observando a los niños jugar, ella podía escuchar el eco de los gritos y risas de los pequeños que allí estaban. Sonrió con melancolía al recordar que cuando era pequeña en ese mismo parque iba casi todas las tardes con su madre a jugar, también recordó que fue justo frente a ese lado en donde su madre le habló sobre sus preocupaciones respecto a su trabajo y fue el mismo día que decidió abandonar la FBI para no preocupar más a su madre. Pero nada de eso sirvió porque igual allí estaba sola y con una caja pequeña metálica que contenía las cenizas de aquella mujer que le había dado la vida.

Con lágrimas deslizándose por sus mejillas se levantó de la banca y camino hacia el lago que se hallaba frente a ella, limpió con su mano derecha un par de lágrimas mientras se arrodillaba en el césped, justo en la orilla.

─Te voy a extrañar siempre mamá ─ Dijo sosteniendo la caja con fuerza entre sus manos ─. Hace unos días te reuniste con papá y hoy, es el día en que me despido de ti, no con un adiós sino con un hasta luego ─ Abrió la caja conteniendo un sollozo, volteó la caja con cuidado y las cenizas cayeron lentamente en el agua de aquel lago.

Se llevó una mano a la boca para reprimir un sollozo y fue allí, frente aquel lago que se permitió llorar sin importarle las personas que pasaban y la veían, ella solo quería dejar salir todo el dolor que en su interior había, desahogarse, liberarse. Necesitaba quitarse aquella presión, aquel nudo que en su garganta tenía desde hace días y solo a través de las lágrimas lo conseguiría.

El tiempo transcurrió y ya casi el sol se escondía, no fue hasta que sus lágrimas cesaron que ella se levantó con un poco de dificultada por el largo tiempo que estuvo en aquella posición y de seguro tendría moratones en las rodillas más tarde. El parque comenzaba a estar escaso de personas debido a la hora y fue cuando se dio cuenta que su estómago le pidió alimento, no había comido desde antes del medio día que salió de casa.

Cuando cruzó la esquina hacia la parada del autobús, lo vio y su respiración se detuvo. Allí estaba él, el pelinegro que la noche anterior la había ayudado con aquel ebrio y mismo con el que había tropezado segundo antes. Él no estaba solo, se encontraba acompañado de una exuberante rubia que debía admitir llamaba mucho la atención al resaltar entre él y una pelinegra con gafas de sol, la segunda parecía estar reclamándole algo y la rubia tenía una extraña mueca en el rostro.

Él en cambio parecía ajeno a la discusión, tranquilo. Simplemente observándolas hablar mientras estaba recostado de la pared del edificio lujoso que a todas luces era un hotel cinco estrellas.

Melody hubiera deseado no tener que pasar por allí, pero quería llegar pronto a la parada y caminar unas calles más no se le apetecía a esa hora de la tarde casi noche. Sin comprender cómo es que solo verlo alteraba sus emociones, se armó de valentía para cruzar la calle y caminar justo en frente del atractivo trío. Sin percatarse de los tres guardias que desde hace unos minutos se habían dado cuenta de su indecisión, llamando así la atención del jefe de estos.

─Están dementes ─ Espeto la pelinegra.

─Tam solo... ─ La rubia se calló de repente al recibir la mirada furiosa por parte de la pelinegra.

─Buenas tardes – Saludó Melody por pura cordialidad debido a que conocía por lo menos a uno de ellos, y siguió su camino sin detenerse en ningún momento.

La pelinegra respondió el saludo junto a Dean, quien se había quedado observando a la hermosa castaña mientras se perdía entre las personas que por allí transitaban. La chica era muy hermosa debía de admitirlo y después de lo que había pasado la noche anterior, sentía que tenía cierta inclinación por andar metida en problemas aun cuando no los quisiera.

Dean MichelakisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora