Prólogo

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Atenas, Grecia.

Enero de 2014.

Detengo el vehículo en la entrada, abro la puerta y desciendo.

─Llévalo a lavar ─ Le indicó al chico de cabello rojizo, quien asiente y entra en el vehículo.

Subo las escaleras de la entrada, las puertas se abren dando paso al salón principal, miro a Hank, mi mano derecha.

─Muy buen trabajo ─ Lo felicito.

─Gracias, señor ─ Asiente con calma, mientras su cabellera rubia cae un poco despeinada por su frente.

─Ahora ve a darte un baño y retira toda esa sangre de tu ropa ─ Le ordeno ─. Iré a darle las buenas noticias a mi pequeña hermana – Asiente y se retira.

Llegó hasta las puertas de su despacho y tocó, no sé cómo he conseguido mantener la calma, desconozco si se deba a la adrenalina vivida pero sé que, lo que viene después de abrir esas puertas no será tan fácil.

─Adelante ─ Indica su voz al otro lado de las puertas. Cuando entro ella está sentada detrás del escritorio revisando unos papeles y al sentir mi presencia levanta la vista, observándome con esos ojos azules que en el pasado no dejaban de brillar y ahora no son más que dos pozos profundos sin esperanzas ni brillo –. Puedes sentarte – Dice, volviendo la vista a los papeles que antes observaba.

Camino hasta uno de los sillones que se encuentra frente al escritorio y me siento, respirando hondo para lo que viene a continuación.

─ ¿Por qué no me dijiste? – Levanta la vista de los papeles y me observa, cierra la carpeta y la hace a un lado.

─Se los informaría a todos en el desayuno, pero claro, tú no estabas – Su voz era calmada y sin expresión alguna en su rostro –. ¿Cómo te fue con los del norte?

─Tres muertos y dos heridos por su parte – Informé ─, accedieron al ver que si no, acabaríamos con toda su organización.

Se inclina hacia adelante y entrelaza sus manos por encima del escritorio, su expresión es seria ahora.

─Eres muy impulsivo, Dean.

─Y tú eres experta en evadir las explicaciones ─ Miro directamente a sus ojos azules, ella suspira y se recuesta en el espaldar de su silla, la misma que antes era de nuestro padre.

Ella pasa una mano por su cabello, en un claro gesto que denota que quiere ordenar sus ideas. Cierra los ojos por un momento y luego me mira.

─Me iré por un tiempo ─ Dijo de manera calmada ─. Por lo que estarás al frente del negocio familiar.

─Yo no quiero ese cargo, ¡ya lo has llevado tú todo este tiempo! – Exclamé levantándome del sillón – No lo quiero – Indiqué mirándola fijamente a esos ojos azulados.

Se levanta de su asiento y me mira.

─Dean, no te estoy preguntado – Me mira molesta ─, te estoy informando. Tomarás el control del negocio familiar y todo lo que venga con él, incluso el control de esta casa, cuidaras de nuestras hermanas y de cada persona que habita este lugar.

─Pero...

─Serás el jefe de la mafia griega ─ Se enderezo ─. Y no quiero discutir más al respecto.

─Ta...

─Silencio ─ Digo en voz alta, molesta. ¿Qué demonios la tenía tan molesta? Aunque podría ser la conversación, pero algo me decía que era otra cosa ─. Ve y arréglate, nadie quiere un jefe lleno de sangre ─ Espeto mientras se colocaba sus lentes de sol y salía del despacho, dejándome solo, con todo aquello cuanto me rodeaba.

Dean MichelakisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora