Roma, Italia.
Con un bostezo se removió en la mullida cama de sabanas rojas, luego de su llegada ayer dieron un pequeño recorrido por las calles de Roma deslumbrándola con su inmensa belleza, el lugar era maravilloso, colorido, alegre y le encantaba estar allí.
Dean le había comprado unas ropas como le había prometido para que tuviera mudas con las que cambiarse y no tuviera que repetir el vestuario durante su estadía allí, él la había llevado a comer y joder, definitivamente una pasta en Italia no tenía comparación alguna con una pasta en Seattle, eran tremendamente buenas. Adoraba estar allí, justo en esos momentos sentía que podía confiar en Dean, que podía creer en él.
Sentándose en la cama observó el espacio a su alrededor comprobando que él no estaba allí, con pereza se estiro y se quitó la suave sabana que cubría su cuerpo, ella tenía puesto una camisa azul perteneciente al pelinegro, misma que le había dado la noche anterior luego de hacerla suya otra vez, Dios, lo había echado mucho de menos.
Entusiasmada por recorrer y conocer más sobre ese bonito lugar sin poder controlarse, se levantó por sobre la mullida cama dando pequeños saltos de felicidad por lo que estaba viviendo sentía que al fin podría ser feliz después de un largo tiempo. Se sentía como una niña pequeña a que le habían regalado su muñeca favorita, se sentía plena.
Con cada salto su sonrisa crecía un poco más, hasta llegar al punto que las mejillas le dolían de tanto sonreír y con toda felicidad gritó:
─ ¡Estoy en Italia! – Se dejó caer sobre la cama abrazando una de las almohadas.
Una fuerte carcajada llamo su atención, levanto la cabeza observando a Dean que la miraba desde la puerta con sus bellos ojos azules llenos de diversión y una enorme sonrisa.
Él recorrió su cuerpo con la mirada deteniéndose más de lo debido en sus muslos descubiertos, ella le sonrió coqueta mientras se sentaba frente a él cruzando las piernas dejando al descubierto sus pantis rosadas.
─Pensé que no estabas en la habitación – Dijo ladeando un poco la cabeza mientras él se acercaba lentamente.
─Te gusta Italia – Dijo sin despegar la mirada de ella mientras se acercaba poco a poco.
─Tengo hambre, ¿ordenamos algo o ya lo hiciste tú? ─ Pregunto haciendo un puchero.
─Te gusta Italia ─ Repitió subiendo a la cama andando hacia ella como un depredador listo para atrapar a su presa.
─Yo... ─ Su voz se cortó al sentirlo tan cerca, él estaba sobre ella sosteniéndose de sus manos a los lados de su cabeza, no la tocaba, solo estaba allí observándola, torturándola con su cercanía.
─Llegó la comida ─ Dijo incorporándose para ir a recibir el servicio a la habitación, sonriendo cuando se dio la vuelta al saber el efecto que tenía sobre ella, le encantaba saber que lo deseaba de igual manera que él a ella.
Melody aprovechó ese pequeño momento a solas para levantarse e ir hacia el baño, necesitaba tomar una ducha con agua helada o no saldrían de aquel hotel y por mucho que le deseara quería seguir conociendo Roma.
Las calles de Roma eran magnificas, impresionantes. Deslumbraban bajo el asomo de un nuevo atardecer, el lugar parecía mágico, único.
Ella estaba maravillada con los lugares que había conocido hasta ahora y se encontraba embelesada por el acento tan exquisito de los habitantes, si ya en televisión era divino en persona era todavía mejor.
─Cuidado y me cambias por un italiano ─ Le había dicho Dean aquella tarde cuando le comentó su fascinación por el acento europeo. Ella le había besado y prometido nunca cambiarlo, no podía, estaba enamorada de ese griego y sus ojos azules como el mar.
ESTÁS LEYENDO
Dean Michelakis
RomanceMelody Croswell ha perdido todo cuanto había construido, su trabajo, su hogar, todo lo que ella conocía como su vida soñada se ha desboronado en tan solo segundos. Ahora tiene que enfrentarse a su nueva realidad, sin saber que esto también cambiará...