Capítulo XX

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Atenas, Grecia.

Dean escuchaba a ese imbécil gritar mientras pedía ayuda, fastidiado levanto la mirada justo para ver cómo Hank le propinaba otro golpe. El hombre frente a sí era uno de los miembros más importantes de la familia Areleus, misma que se había atrevido a desafiarlos a ellos y ahora, él se encargaría de la situación.

Esa familia había intentado asesinarlo aquella noche en el burdel, le habían robado una fuerte suma de dinero y ahora se atrevían a intentar robarle una de sus mercancías, estaban equivocados si pensaban que esta vez se quedaría de brazos cruzados. Él llevaba días planeando qué hacer con esos imbéciles junto a sus hermanas y su plan había iniciado.

─Señor Michelakis, por... ¡ah! – Otro grito salió de ese hombre al sentir el filo de la navaja ser incrustado en su costado derecho.

─ ¿Duele? – Pregunto con una sonrisa al ver la sangre brotar de su cuerpo.

El hombre iba a hablar pero el sonido de un teléfono llamo su atención, el pelinegro levantó una mano y Hank le colocó un pañuelo en la boca para evitar que gritara.

Dean tomó el teléfono y leyó las palabras de Trent:

Los Areleus han estado en el burdel, se han llevado a Melody y lastimaron a Alicia.

De pronto su teléfono volvió a vibrar pero esta vez con un número desconocido, abrió el mensaje y descubrió una foto, era Melody estaba inconsciente en lo que parecía los asientos traseros de un auto, no había mensaje acompañando la imagen pero él sabía perfectamente a lo que se refería.

Su corazón se detuvo por pequeños segundos al ver la imagen pero luego regreso con un bombeo más fuerte, logrando que su pecho doliera. Apretando los dientes se giró hacia ese hombre y en pocos pasos llegó hasta él.

─ ¿Quieres explicarme esto? – Puso la imagen frente a sus ojos, Hank le retiro el pañuelo para que hablara.

─Yo no... ─ Negaba con la cabeza asustado.

El pelinegro le propino un golpe en la mejilla izquierda haciendo que girase su rostro ante el impacto.

─Acaba con él Hank ─ Ordenó saliendo de la habitación.

Hank enrosco el pañuelo alrededor de su cuello haciendo presión hasta que dejo de forcejear y ya no respiraba más.

Seattle, Estados Unidos.

Al día siguiente.

Melody despierta en un lugar oscuro, húmedo y detestablemente oloroso. Ella intenta levantarse pero no puede un fuerte mareo la invade haciéndola regresar a su posición inicial, la cabeza le da vueltas y ante el olor solo siente ganas de vomitar.

Intenta ver por sobre la oscuridad buscando un modo de escape pero se encuentra que está encadenada a la pared tras de ella, desesperada intenta liberarse pero es inútil, las cadenas la mantienen allí y sin la llave siente muy difícil huir.

Lágrimas de impotencia y desesperación descienden por sus mejillas, ella cierra los ojos con fuerza esperando que todo aquello sea un mal sueño, pero luego recuerda cómo llegó allí. La trampa que le habían hecho para llevársela, pero ¿por qué querían llevársela? Confundida abrió los ojos dándose cuenta que seguía en ese lugar, nada había cambiado y ahora su pregunta era ¿quién la secuestró?

No sabe cuánto tiempo ha pasado y el cansancio empieza a apoderarse de su ser, sus ojos se cierran incluso si ella no desea dormirse, quiere mantenerse alerta pero su cuerpo pide otra cosa hasta que todo se vuelve oscuridad.

A lo lejos escucha unas voces y algunos pasos acercándose, lentamente abre los ojos escuchando las pisadas cada vez más cercanas y de pronto la manilla de la puerta hizo un chirrido al ser movida, sin saber qué hacer y angustiada por la situación cerró los ojos, tal vez conseguiría más tiempo.

La puerta fue abierta mostrando a dos hombres que entraron al lugar, al verla uno de ellos suspiro pero ambos fruncieron el ceño, se suponía que ya habría despertado, en cambio allí estaba dormida.

Melody escuchaba su intercambio pero no comprendía nada, era un idioma que ella no conocía. Así que decidida a salir con vida guardo silencio y no se movió, tal vez no le harían nada si pensaban que todavía no estaba consciente.

Uno de ellos la movió con la punta de su pie pero ella no se quejó, ni hizo el más mínimo movimiento. Ellos frustrados porque la mujer de Michelakis no diera respuestas de consciencia, salieron del lugar cerrando la puerta tras ellos y dejándola sola otra vez en ese horrendo agujero.

Dean Michelakis.

Dean caminaba de un lado al otro, estaba desesperado, preocupado y enfadado. Era un cumulo lleno de emociones en ese momento y con un solo deseo, quería encontrarla, quería protegerla, cuidarla, necesitaba saber que estaba bien, verla, abrazarla, besarla. Necesitaba encontrar lo más rápido posible a Melody.

─Dean ─ Freya ya estaba cansada de verlo pasearse de un lado al otro, él no le hizo caso alguno simplemente estaba sumergido en sus pensamientos ─, ¡Dean Michelakis, detente ahora! – Demando masajeando sus cienes, ya estaba irritado y la cabeza le daba vueltas.

Dean miro hacia sus hermanas y frunciendo el ceño salió de allí, seguido por Trent a una distancia prudencial.

─Idiota – Murmuro la rubia menor al ver salir a su hermano.

Las dos rubias se quedaron bajo el cuidado de Hank quien se quedaba en una esquina cerca de la puerta de entrada.

─Está enamorado – Dijo sin dejar de mirar el computador Rebekah.

Freya la miro y enarcó una ceja.

─ ¿Enamorado?, ¿Dean? – Pregunto incrédula ─ Yo diría que está más bien preocupado por su nueva adquisición, su caprichito de momento ─ Dijo restándole importancia y revisando los papeles frente a ella.

─Si es lo que tú crees pues bien, yo solo digo lo que veo – Se defendió la rubia mayor.

─Tú eres muy blanda Rebekah.

─El hecho de que sea el jefe de la mafia griega no significa que no sienta o que nunca vaya a enamorarse ─ Dijo tecleando en su computador ─. Creo que tenemos un claro ejemplo en nuestra familia sobre eso ─ Miro significativamente a Freya ─, ahora centrémonos en encontrar a Melody.

Freya no dijo nada más, solo observó a su hermana regresar al trabajo, minutos después la escucho sisear.

─ ¡Maldita perra! – Rebekah parecía molesta, algo que le extraño.

─ ¿Qué sucede?

─Es una zorra de la FBI – Dijo con tono bajo, no quería que Hank la escuchara.

─Era – Aclaró.

─ ¿Lo sabías? – La miro incrédula.

─Me entere hace un tiempo pero luego de tanto investigar, definimos que ya no estaba involucrada con esa gente.

─ ¿Definimos?

─Alicia y yo.

Sin decir nada, solo asintió y se dijo volviendo al trabajo.

─Encontrémosla entonces.

Dean MichelakisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora