Capítulo II

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El vehículo se detuvo justo en la entrada de aquel restaurante elegante, donde fue citado por su pequeña rubia de ojos azules, quien le había prometido tener información valiosa de una persona muy importante para él.

Trent abrió su puerta para que bajase del vehículo, el aire fresco de Seattle golpeo su rostro haciéndole desear haberse llevado un abrigo más grueso que le pudiera producir más calor. Ajustándose el abrigo que llevaba en búsqueda de calor, un reflejo a su lado derecho llamó su atención, intrigado miro en esa dirección observando la silueta de una chica que entraba atropelladamente junto a un chico en lo que parecía ser un callejón, él pudo hacerse el que no vio nada pero algo le decía que en esa escena algo era extraño.

Dean frunció el ceño y seguro de lo que percibió, le hizo una seña a Hank para que se acercara. El rubio se acercó a él inmediatamente.

─Señor ─ Dijo nada más estar frente a él.

Él se inclinó y susurró mirándole a los ojos.

─Acércate hacia aquel callejón ─ Le señaló ─. Allí entró una pareja, pero algo no me convence del todo.

Hank lo miro intrigado por su petición.

─Solo quiero que te cerciores si todo está bien, y si lo está, entonces solo estuve equivocado ─ Aclaró, mientras su hombre confianza asentía y se alejaba para cumplir con su orden.

Dean emprendió la marcha hacia la entrada de aquel restaurante, mientras Trent lo acompañaba al interior del lugar siendo este su jefe de seguridad. Aunque Hank sea su mano derecha, nunca se sintió capaz de asignarlo como guardia principal porque Trent tenía los años de experiencia y era en quien siempre confió su pequeña florecilla, además, él está junto a ellos incluso desde antes de la muerte de sus padres. Trent era un hombre valioso y todavía dentro de él, tenía la esperanza de que su florecilla volviera y sabía que a ella no le gustaría que Trent estuviera en un cargo inferior del que ostenta actualmente.

Mientras era guiado hacia el pequeño reservado que había solicitado su pequeña rubia, Trent lo acompañó y se quedó en una esquina del mismo mientras el mesonero lo llevaba hasta la única mesa en donde se encontraba Rebekah revisando su teléfono móvil.

Rebekah llevaba puesto un vestido negro sin escote y con mangas cortas que se ceñía a su delgado cuerpo, el vestido estaba acompañado con unas sandalias de tacón negras y como joyería solo tenía dos pendientes plateados con pequeños diamantes. El cabello de Rebekah estaba recogido por una pequeña cola que dejaba sueltos pequeños cabellos, dándole un toque un poco informal a su vestimenta.

La rubia al percatarse de su presencia, dejo a un lado el teléfono y le dio una gran sonrisa a su hermano. Ellos tenían dos meses sin verse y no era precisamente porque así lo quisieran, sino que al ser un hombre tan importante en Grecia tenía ciertos deberes con los que cumplir y bueno, su hermana con la doble vida que estaba llevando también la tenía un poco liada, no era fácil seguir en el negocio familiar y al mismo tiempo tener que manejar una empresa, misma que fue creada para ocultar un poco su fortuna millonaria.

Rebekah había fundado hace ya poco más de un año, una empresa de cosméticos y productos de belleza que había tenido un muy buen recibimiento en el mercado. El lugar había crecido bastante con el pasar del tiempo e incluso ya no solo tenía en Grecia, sino también en algunas partes de Estados Unidos, motivo por el que su hermana estaba allí en aquella ciudad debido a que estaba valorando la posibilidad de una nueva sucursal en Seattle.

Rebekah era la más alta de sus hermanas con una sonrisa de ángel que iluminaba su rostro, ella al verlo allí de pie junto a la mesa se levantó y fue hacia él para darle uno de sus abrazos, esos que te dan la impresión de que la persona nunca te soltara. Dean debía admitir que los abrazos de Rebekah eran los mejores. Ellos se apartaron ambos con sonrisas en sus rostros después de tanto tiempo sin verse, nada más que por video llamadas.

Dean MichelakisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora