Nadie en su sano juicio hubiese imaginado que la tercera planta resultaría, a pesar del descuido y del abandono, la parte más acogedora de aquella morada. Al menos así lo creía Richard Buttons, quien, en otra furtiva escapada a mitad de la noche, ascendió hasta el descanso de los espectros. Esta vez, fue más allá e inspeccionó otra de las habitaciones. Por supuesto, nada en la casa torcida aparentaba ser dejado al azar.
A primera vista parecía un simple salón de estudio, colmado de estanterías y muebles que se alzaban de forma escalonada armando una espiral alrededor del espacio. Algunos escritorios completaban la decoración. Aquel sitio escondía un secreto incomparable que el niño deduciría en su investigación.
Richard anduvo, con temor a ser descubierto, hasta lo más profundo del salón, guiado por la luz de la Luna que alcanzaba a colarse en la estancia. Palpó con cuidado la superficie de un viejo telescopio cubierto de polvo y telarañas, luego sacudió sus manos. Sobre la pared del fondo, un curioso dibujo infantil de un árbol genealógico le despertó cierto interés. En lo más alto del ramaje definió a tres figuras, los nombres ilegibles sobre las cabezas se mostraban borrados por el paso del tiempo. Se trataba, al parecer, de los primeros familiares. Debajo, distribuidos por diferentes ramas seis personajes más. Richard pudo identificar a varios de ellos, aunque uno en específico le resultó particularmente conocido.
—¿Mamá? —se cuestionó el niño al reconocer el rostro caricaturizado de su madre sobre la pared.
De un tirón la puerta quedó cerrada y un borrón pálido irrumpió en el lugar. El niño identificó una silueta difusa.
—Richard Buttons, veo que finalmente descubres tu historia —mencionó el espectro.
—¿Mi mamá es parte de la familia Aberleen?
—Hace muchos años que la vimos partir junto al fabricante de botones y contigo en brazos. La tercera de los cuatro hermanos.
El espectro traspasó los muebles hasta arribar al lado de Richard.
—Tu madre es una mujer única en su clase, muy inteligente, su dulzura siempre le abrió todas las puertas —continuó—. Ella nos visitaba cada noche, cuando, y a pesar de que, nadie más se atrevía. En vísperas de su cumpleaños dieciocho recibió, desde el exterior, una carta por equivocación, ella no logró identificar el nombre en el remitente, pero respondió con palabras amables, así conoció a tu padre. Él le enseñó el mundo a través de sus cartas, ella, en cambio, sin haber visto jamás ese mundo, conocía mucho más de lo un fabricante de botones podía imaginar. Después de varios años vimos tu nacimiento. Ella no aceptó criarte en esta casa, así que se las ingenió para escapar —el espectro parecía sonreír—. Te tomó en brazos en medio de la noche, eras un niño silencioso, apenas lloraste. Tu padre la alentó durante la titánica labor. Una madre es capaz de hacer todo por sus hijos. Esa noche contaron con la ayuda de Freda.
—Los otros dibujos, al lado del rostro de mi madre, ¿son los Aberleen?
—Trude es la mayor, he escuchado sus pensamientos avaros devueltos por el viento. Pobre mujer amargada, siempre conspirando con el astuto de Roland para quedarse con la fortuna de la familia, cómo si eso importase en algo. Le sigue Verner con sus inquebrantables reglas y aspecto serio. Por último, Argento, con un temperamento achispado, característico del pintor de las almas. Scarlett siempre protegió a sus hijos.Un ruido seco provino de las afueras de la habitación. Alarmado el espectro se alejó. Richard le vio perderse a través de las paredes.
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Richard Buttons y la hora de las mariposas negras
FantasyRichard Buttons llega a la casa de sus padrinos en una noche nublada -un lugar oscuro y cargado de misterios-. Las primeras campanadas del reloj comienzan a despertar los secretos que guardan las paredes. Poco a poco, el niño se ve envuelto en un am...