Samay Meyer
Me tapé la cara en cuanto sentí como el llanto se apoderaba de mí.
Escuché sonidos de sorpresa.
—Lo voy a matar. —susurro Domani.
El que creo que es Milos, me cargo como princesa y se sentó en la banca donde yo antes estaba, conmigo encima. Me escondí en su cuello, llorando desconsolada.
—Ya, ya, Sam. Ya estamos aquí. No tienes nada que temer. —mencionaba lentamente, mientras movía tiernamente su mano por mi espalda.
—Gracias. —logre mencionar, hipeando.
—No hay de que. —dice Milos. —Si en algún momento estás en otra situación así, no dudes en llamarnos.
—Sam, queremos presentarte a unos amigos. —expresó débilmente Domani, haciéndome salir de mi escondite.
Lo mire arrodillado en frente de Milos, mirándome. Quito unos mechones rebeldes de mi cara y apretó la mandíbula cuando detallo mi cara, que, seguramente estaba hecha un desastre.
Lo bueno que no me puse tanto maquillaje.
Quite mi mirada de él y mire más allá de estos dos.
A media calle, se encontraba una camioneta de lujo y más cerca de nosotros, estaban dos hombres, muy atractivos por cierto.
Me sonroje cuando los ví.
Qué vergüenza que me vean en este estado dos desconocidos.
Domani rio cuando vio mi expresión y se paró.
—Samay, te presento a Eron —señaló al que junto con Milos, me detuvieron de perseguir a ese estupido. — y él es Khaled. —Ahora señalo a un hombre que se veía algo agitado, pero eso no impidió que me regalara una brillante sonrisa y un guiño.
—Hola, preciosa. —Saludo Khaled y Eron solo me miro fijamente.
—Hola. —sonreí como pude. —Lamento haber arruinado su noche. —me lamente.
—Oye, oye. No es tu culpa. —dijo lentamente. —¿Qué tal si seguimos nuestra noche? No dejes que esto te afecte. —compartió miradas con Domani.
—Será mejor que me vaya a mi casa, no puedo caminar. —dije decaída. Khaled nego.
—No, no. Iremos a curarte ese pie y después a divertirnos. —extendió su mano. — ¿Vamos?
Sonreí un poco, tomando su mano. Me pare, pero al parecer mi pie seguía sin tener buen soporte y él me detuvo, tomándome por la cintura.
—Creo que no puedes caminar. —y al igual que como lo hizo anteriormente Milos, me cargo. Me sonroje ante la acción.
—No era necesario. —el bufó divertido.
—No hay ningún problema. De hecho, eres muy liviana, ¿si te dan de comer en tu casa? —pregunto.
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5 están bien, pero, ¿15?
RandomSolamente buscaba mi libertad. Quería ser libre. Pero gracias a ese estupida prueba que me obligaron a presentar, los encontre. Volví a ser encarcelada. Y ahora, con el triple de dolor. Era como... una flor marchita. .-.-.- Espero y que la disfrut...