Samay Meyer
No hay personas que odie más que a los Olivas. Y si la madre es insoportable, la hija es peor.
Entre furiosa a la tipo habitación donde estaban todos. Ellos se sorprendieron, más no dijeron nada.
—¿Podemos irnos? —ya quería irme. Si esa perra sarnosa esta aquí, es obvio que la mini perrita sarnosita también.
Ni ganas de encontrarmela y menos con estos seis hombres.
Cualquier mal movimiento de mi parte y ellos pueden hundir a mi familia.
¿Ven por qué no me gusta mi vida? Cualquier errorcito de mi parte y toda mi familia lo paga.
¡Hasta mis hermanos que ya no forman parte de la familia!
—¿Todo bien Sam? —preguntó cuidadosamente Milos.
—Si. Solo quiero irme ya, ha sido un día pesado. Con lo de los Fernsby Ajax, el partido, Rex, el encuentro con ese pedofilo, el pie y más. —dije sin pensarlo, rascándome la cabeza frustrada.
No fue la señora lo que me afectó, lo que me afectó fue el hecho de tener que soportar todas estas cosas solo por ser una Meyer.
Y todavía mañana, solo por ser una Meyer, tengo que darles un recorrido a los Frensby Ajax, los cuales me abruman mucho. Además, el viernes darán los resultados de compatibilidad.
Todo me estresa.
—Te entiendo, Sam. —hablo Eron. De todos, el que menos pensé que me fuera a consolar, fue él. —Te sientes estresada y abrumada, lo tienes todo pintado en la cara. Pero, cálmate. Respira. Hoy no pienses en nada.
—Hasta ahora todos lo habíamos estado pasando bien, ¿por qué de repente todo se te vino encima? —pregunto Lucian, mirándome a los ojos y tomándome de las manos.
Me quedé unos segundos en silencio, detallando el azul de sus ojos.
No deberías de decir nada, Sam. Los acabas de conocer. No hay la suficiente confianza como para hablar.
Mi rostro se endureció al reconocer que mi mente tenía razón, no los conocía. Ni siquiera sabía de qué fracción eran.
Todo ha sido un error.
—No importa, Lucian. Solo quiero irme a mi casa y dormir un poco. —dije, mientras alejaba sus manos de las mías.
Vi como en sus ojos había un debate.
—Está bien. Dejaremos de abrumarte. Vamos. —dijo Khaled. Abrió la cortina y me extendió su mano, esperando a que la tomara para salir.
No la tome, salí rápidamente y mala idea.
Repase todo el restaurante con la mirada y vi una cabellera negra, con ojos azules. Nina Olivas.
La hija de esos desgraciados.
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5 están bien, pero, ¿15?
De TodoSolamente buscaba mi libertad. Quería ser libre. Pero gracias a ese estupida prueba que me obligaron a presentar, los encontre. Volví a ser encarcelada. Y ahora, con el triple de dolor. Era como... una flor marchita. .-.-.- Espero y que la disfrut...