Capítulo 68

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Yael Frensby Ajax

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Yael Frensby Ajax

Miraba receloso como Emeric acariciaba el largo cabello de Samay. La amaba con todo mi ser, que la quería solo para mi.

Siempre he sido un hombre obsesivo. Todo tiene que hacerse cuando y como quiero, debe ser perfecto o sino la ira me dominaba. Tal vez eso fue lo que me trajo a lo que soy hoy en día: uno de los líderes más hábiles y despiadados del mundo. Ninguno de mis planes fallaba. Todos me amaban e idolatraban, sin embargo yo no quería a nadie.

La perfección lentamente comenzó a dejar un vacío que nadie logró llenar. Dinero, personas, mujeres, deporte, matar... Intenté de todo, hasta que llegó Samay: mi perfecto desastre, tan impredecible como el cielo. A veces estaba tan nublado que no puedes ver nada, tan cerrado. Y otras, te encuentras con el día más soleado, que te resplandece por todo el cuerpo y sientes que sus rayos iluminan tu vista.

Samay era el desorden de mi orden. La imperfección de mi perfección. Y por Dios, amaba más que nada a mi compatible. A mi cielo.

—Señores Frensby Ajax, hemos llegado. —llamó nuestra atención el chofer, deteniendo el auto frente a la entrada principal.

Nos centramos en un diseño antiguo, pero con mucha tecnología incluida. Buscamos un diseño victoriano, con puertas dobles y blancas, además de una fuente en el centro y unas escaleras de mármol que conducían a la puerta. Se escuchaba simple, sin embargo nos encargamos de que todo fuera igual que Samay: único.

—¿La despertamos? —pregunto Anxton, mirándola fijamente, mientras tragaba pesadamente. Ella se veía malditamente adorable con su cabeza sobre el regazo del rubio, abrazada por una cobija de ositos y en sus pies calcetines de piñas, los cuales, recibían caricias por parte de Domani.

—Yo lo haré. —me adelanté a cualquiera, Emeric me fulmino. —Tu ya la acariciaste, es mi turno de estar con ella. —Asintió, resignado.

Levantó lentamente la cabeza de Samay y con la mayor delicadeza la dejó sobre el asiento. Domani imito sus pasos, dejando a nuestra compatible dormida en el asiento. Acaricie su mejilla y mire sus labios, sintiendo como los míos picaban por su dulce contacto.

Cada capa de mi piel, deseaba que mi cielo por fin nos aceptara por lo que éramos: sus parejas sentimentales. Anhelaba el contacto de su piel desnuda con la mía, sus delicados y grandes pechos sobre mis duros y trabajados pectorales. O mis manos ahuecando sus perfectos y definidos muslos, mientras mi cara recorría los lugares donde nunca nadie ha estado. Quería cumplir cada una de mis fantasías con Samay. En cuanto pusiera mis manos sobre la pelirroja-castaña, jamás soltaría su cuerpo. Soñaba con follarla día y noche, mientras mi semen se derramaba sobre su pequeño y virgen agujero, con la esperanza de que mi hijo comenzara a crecer en su vientre, uniéndonos de por vida.

—Cielo... —llame. Acariciando su mejilla. En un movimiento impulsivo, con una de mis manos la tome por la cadera y con la otra por el cuello, y la lleve hacia mi regazo. La mire fijamente sin poder creer la preciosura que tenía en mis brazos. Era mi compatible. Me encargaría de que sólo viviera por y para nosotros. Solo porque nosotros existíamos, ella existía. Ella dependería de nosotros tanto como nosotros lo hacemos de ella. —Samay... cielo. —llame, acomodándome en su cuello. Inhale su olor tan suave y natural. Todo de ella encajaba con nosotros. Mordí su cuello con fuerza, deseando marcar lo que me pertenecía desde su nacimiento. Todavía ni nacía y ya era mía.

—Ay. —despertó de sobresalto y llevó sus manos a ambos lados de mi cabeza, intentando alejarme por la sorpresa. —¡Yael! —exclamó al darse cuenta de quién era. Me reí, aun escondido en su cuello, acercándola a mi aun mas. —¡Me asustaste! —chillo, mientras me proporcionaba un delicado golpe en mi hombro.

—Auch, cielo. Me dolió el hombro. —mentí, separándome de su cuello, fingiendo una mueca de dolor, intentando ocultar mi sonrisa divertida. Sonrió satisfecha.

—Eso te pasa por morderme. —acusó, acompañada de toques amenazadores en mi pecho por parte de su dedo índice. Nos quedamos en silencio, admirándonos mutuamente, hasta que puso una cara preocupada. —¿Te dolió realmente? —pregunto y sus mejillas se pusieron repentinamente rosas.

—Nada que no pueda soportar. —mire sus bellos ojos cafes. Me examino curiosa, tal vez por lo feliz y satisfecho que me sentía. No era necesario verme a un espejo para saber que todo mi yo estaba brillando. Mis mejillas dolían del antes raro (ahora muy común), movimiento de mi boca; mis ojos se sentían resecos de tan expectantes que estaban por cualquier detalle o cosa de Samay; mi estómago ardía de tanta felicidad. Jamás en mis 28 años de vida, me había reído tanto como lo había hecho en estos tres meses de conocer a Samay. —Pero, tienes que pagar. —amenace y abrió la boca ofendida. Señale mis labios con mi dedo. —Aquí está la herida. —sonrió divertida.

—Pensé que te había golpeado en el hombro. —rodó los ojos e iba a responder, sin embargo un golpe en la puerta nos distrajo a ambos de nuestra burbuja de amor.

Burbuja de amor.

Me burlé mentalmente por lo ridículo que sonaba. Si mi yo de hace cinco meses me hubiera escuchado, me habría partido el trasero y dicho que me centrara en mi trabajo y mi compatible, no importaba.

—Yael, era despertarla, no hacerle un hijo. —se quejó Domani, pegando su cabeza al vidrio polarizado. Bufé y mi compatible se rio. Abrí la puerta de la camioneta y él extendió su mano a mi cielo, ayudándola a bajar.

—¿Dónde están todos? —preguntó la de ojos cafés, mirando de un lado a otro. La gran entrada de la casa se erguía sobre nosotros y las hectáreas de área verde intimidaba, sin embargo a pesar de todo el campo de visión libre, no había ni una sola alma. Fruncí el ceño y miré al juez.

—Recibieron un par de llamadas. ¿Recuerdas lo que Jano dijo? Intentan calmar todo el desastre que hay. De hecho... —y su teléfono interrumpió sus palabras. Lo sacó de su bolsa y lo miró con el ceño fruncido. —Tengo que responder esta llamada con urgencia y tú tienes que hablar con los líderes militares del distrito de Washington. Están a punto de hacer un golpe de estado porque no aceptan a la nueva fracción que hemos decidido como los herederos. —fruncí el ceño. —Eres al único al que escuchan. —su teléfono saltó con más potencia. —Tengo que irme. —dio media vuelta y comenzó a caminar al área de los árboles, pero se detuvo, dio media vuelta y corrió hacia Samay.

La tomó de la cintura y le proporcionó un beso.

Rodé los ojos.

Vaya problema. Ese grupo de niños ha causado un problema tan grande.

—Volveremos pronto, mi preciosa. Se suponía que te mostraríamos entre todos la casa, sin embargo tenemos muchos problemas por el momento. ¿Quieres dar un vistazo rápido a la casa? —pregunto y nuestra compatible se encogió de hombros.

—Como sea.

—No te pongas así, cielo. —recrimine y sus ojos se centraron en los míos, sonrió levemente.

—Está bien. Vayan a cumplir su deber.

Le dio un último beso a Domani y otro a mi, y ambos nos separamos de ella, dejándola en la puerta.

Solo espero terminar todo este problema. Con la casa ya lista y todos juntos, el plan está casi culminado.

Holaaaa

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Holaaaa. ¿Les gusto el capítulo?

Les juro que yo amo a Yael.

Gracias por leer, comentar y votar. Disfruten su lectura.

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