Capitulo 26

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Samay Meyer

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Samay Meyer

—Señorita Meyer, paso a paso. Hay que dialogar un poco. —soltó Bastian, con una sonrisa. Recargó su codo derecho en la mesa y dejó caer todo su peso en la silla, haciendo que esta se reclinara. ¿Cómo es posible que lo encuentre tan guapo y atractivo en vez de intimidante? —Ven, acércate y siéntate. —señaló una silla recargada en la pared.

Me acerqué y me senté sin refutar. Todo estaba en mi contra. No debía de ser estúpida y tengo que comportarme.

Todo en el ambiente estaba tan tenso y.... excitante.

Sus miradas me volvían a taladrar los huesos.

Después de unos minutos en silencio, suspiré, cansada.

—Señor Frensby Ajax, estoy urgida. Si no le molesta, lo que quiera decirme, suéltelo.

Bastian sonrió.

—Con admirarla estamos más que satisfechos. —¡Ay que ganas de golpearlo! Los demás seguían mirándome como locos acosadores.

—¿Qué ocupas, Samay? ¿Por qué estás tan desesperada? —preguntó Brais, mirándome analítico.

Apreté los labios. Quiero vomitar.

—Antes que nada, quiero disculparme por la situación que acaba de pasar. —dije algo avergonzada. No estaba avergonzada de mis actos o palabras, es solo que ellos me hacen sentir tan... agh. Suspiré concentrándose. —El director y mis padres, dicen que nuestros actos fueron muy irrespetuosos. Lo fueron, pero... —mire el suelo. Ahora el arrepentimiento y la tristeza me inundaba. Si no hago algo, mis amigas no seguirán con su sueño.

<<<Ellos quieren castigarnos. Se han ido a un extremo muy grande.

—¿Qué tipo de castigo les han impuesto? —preguntó Khaled, lo mire fijamente.

Me sentía tan vulnerable en este momento.

—Ellos quieren expulsarnos, a las tres. —escuche suspiros. Vi como muchos de ellos tenían el ceño fruncido en desagrado y otros solo me miraban analizándolo.

—¿Qué esperas que hagamos? —pregunto, interesado, Khaled.

—Hablen con mis padres, ellos tienen la última palabra. Diganles que todo fue mi culpa, que ellas no son culpables. Que solo a mí me expulsen y que a ellas les den una suspensión, pero que las dejen graduarse.

—¿Y tú? —preguntó preocupado Areu. Pase saliva.

—Yo no importo, será mi castigo.

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