Capítulo 34

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Samay Meyer

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Samay Meyer

La luz que entraba por la ventana me golpeó directamente en la cara, despertándome.

—Jodida vida me tocó vivir. —suspire, tapando mis ojos con mi antebrazo, impidiendo que la luz entre. Sentía la pesadez de mi cuerpo y el dolor de cabeza.

—Yo pienso que la vida es algo muy preciado y bueno de vivir. —me sobresalte cuando escuche una voz masculina.

Me quite el brazo de los ojos, dejando que la luz me encandilara completamente. Cuando me recompuse, busque a la persona dueña de esa voz y la encontré sentada en un sillón, cerca de la cama.

—¿Estoy alucinando? —pregunté extrañada al ver a esa persona ahí.

—No. Lo que estás es muy tarde. —la mire sin entender. Él se paró del sillón y miró el reloj de su muñeca. —Tenemos que estar en el lobby en veinte minutos. Yo que tu, movía tu precioso trasero y me encaminaba a la ducha. —fruncí el ceño sin comprender.

Después lo comprendí. Esta no era mi habitación en la casa de mis padres y no vestía mi ropa: llevaba una camisa y short de lycra, muy cómodos para dormir.

—¿Por qué estoy en tu habitación? ¿Por qué no llevo mi ropa? —pregunte alterada, pero una rafaga de dolor me golpeó, manteniendome inmobil.

Okey, no es momento de drama.

—Eso te lo explicaré después, por ahora: metete a bañar, no seas sucia. —dijo y se sentó en la cama, mirándome con una sonrisa.

—No tengo ropa. —me excuse.

—Milos te compro algo.

—Ni shampo, ni jabón. Ni nada.

—Ahí está mi shampo. —iba a refutar, pero al parecer el pelirrojo se exaspero y ni terminar de hablar me dejo. —Solo, metete a bañar. —Abrí la boca indignada

—¿Quién crees que eres para darme órdenes? —se tocó la cabeza, estresado. Se levantó de la cama, se acercó a un buró cerca de la cama (que hasta ahora me di cuenta que estaba ahí), tomó un vaso con agua y una pastilla, y me lo tendió.

—Esto es para ti. No hay mejor medicina para la resaca. —la tome extrañada.

¿Y si era otro tipo de droga? ¿Podía confiar en él?

El vio mi duda y suspiro.

—Bien, no lo tomes. Solo apúrate, tenemos que llegar a tiempo.

¿A tiempo para que?

Me senté en la esquina de la cama lentamente y procedí a pararme, pero un fuerte mareo y náuseas me inundaron justo cuando lo hice.

Me eche para atrás desequilibrada. Anxton bufo, entre divertido y enfadado. Me ayudo a sentarme en la cama, mientras pronunciaba:

5 están bien, pero, ¿15?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora