Samay Meyer
Tras cada comentario que soltaban, quería que la tierra me tragara y me esculpiera en Japón.
—¡Domani la investigó! ¡Conoce más de ella que todos nosotros! —gire mi cabeza rápidamente al de ojos grises.
—¿Me investigaste? —le pregunté y él solo sonrió inocentemente.
—Mejor yo me siento a su lado, ustedes son unos dramáticos. —suspiro Milos.
—Claro que no te cederé mi lugar. —dijo Domani.
—Yo me sentaré a su lado. —dijo esta vez Brais y me miró con una gran sonrisa. —Realmente a mi no me conoce casi nada.
—¡Le gritaste que tenía malos gustos en películas! —contraatacó Lucian. —¡La ofendes mucho! —frunció el ceño él castaño.
Yo solo apoye mis codos en la mesa y recargue mi cabeza, demasiado avergonzada por la infantil escena que estaban montando. Sentí una mano en mi hombro, que procedió a sobar mi espalda. Mire a mi derecha, donde estaba Rayan sonriéndome en grande, dándome su apoyo moral.
—Contrólalos, fiera. —me susurro con una sonrisa divertida.
—Váyanse a la mierda, yo me voy a sentar... —interrumpí a Domani antes de que terminara su oración.
—Dije que Anxton se iba a sentar ahí y Anxton se va a sentar ahí. Ya lo había dicho. —el pelirrojo sonrió complacido.
—Pero... —iba a refutar Lucian, pero le levanté mi dedo índice, señalando que no dijera nada más.
—Pero nada, Anxton, cariño, ven a mi lado. —el pelirrojo sonrió triunfante y pasó entre los cuerpos del castaño y rubio, que solo lo fulminaron.
—Te voy a matar. Esta noche. Lenta y tortuosamente. —alcance a escuchar el susurro tétrico de Lucian.
—¡Nada de violencia, Lucian! —chillé y el mayor hizo un puchero.
—Sigo pensando que es injusto. —negue. No les quedó de otra más que sentarse en los lugares contiguos a Anxton, que seguía con una sonrisa triunfante y un brazo sobre el espaldar de mi silla, como si me estuviera abrazando indirectamente. Gracias a que todos se calmaron y se sentaron, me di cuenta de que sobraba una silla o más bien, faltaba uno de ellos. Hice una mueca.
Jano no estaba.
—Tuvo que resolver unas cosas de emergencia. —excuso Rayan. Asentí, decepcionada.
—No importa.
—¿Qué te gustaría comer, Sam? —pregunto Areu, recargándose en su silla. Estábamos en una mesa circular, sin centro de mesa, por lo tanto, podía ver a todos y ellos a mi.
—Dicen que la pasta es buena para las penas. —dijo Domani y Anxton le dio un zape. —Au. —se quejó y yo me reí.
—La pasta es buena para todo. —pronuncie y nos quedamos en silencio. Yo mire mis manos sobre mi regazo, incomoda, pues la mirada de los catorce hombres estaba sobre mi.
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5 están bien, pero, ¿15?
RandomSolamente buscaba mi libertad. Quería ser libre. Pero gracias a ese estupida prueba que me obligaron a presentar, los encontre. Volví a ser encarcelada. Y ahora, con el triple de dolor. Era como... una flor marchita. .-.-.- Espero y que la disfrut...