Capítulo 51

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Samay Meyer

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Samay Meyer

Devolví mi vista a la mujer que aún temblaba y miraba sus pies fijamente.

—Salgamos de aquí, Leira.

—No, señora, por favor, no se vaya de aquí. Yo estaré bien. —entorne los ojos, ¿bien de donde? Estaba sudando hasta por las uñas.

Creo que esto no es asma.

—¿Por qué tienes tanto pánico? —le pregunté lentamente e inmediatamente, levantó la vista aún más asustada. Volví a ver sus bonitos ojos.

—N...no e...es nada, señora... señorita Meyer. —respondió otra vez hiperventilando.

—¿De casualidad es por culpa de ellos? —le pregunté lentamente y ella tembló aún más, pero contrario a su lenguaje corporal, negó. Iba a indagar más, pero Azariel entró.

—Tu bolso. —dijo burlón, acercándose a mí y entregándome mi bolso. Solté a la jóven, tome mi objeto más personal y cuando estaba por tomar, la mano de Azariel tomo mi muñeca.

—Gracias. —pronuncié sin dejar de verlo a los ojos. Que guapos son. Aun con nuestra vista fija en la del otro, una respiración muy sonora nos sacó de nuestra nube.

Los ojos del pelirrojo se oscurecieron y se volvieron más fríos.

—Peld, ya te puedes ir. Haz causado demasiados problemas. Largo. —pronunció lenta y roncamente. La jóven rubia hizo una reverencia y se apresuró a la puerta.

—¡Espera! —le grité, pero ella ya había salido. Seguí su recorrido con la mirada, dispuesta a seguirla, pero la mano de Azariel me sostuvo en mi lugar. —Suéltame, me estas lastimando. —me excuse con el ceño fruncido. Le quitó fuerza a su agarre, sin embargo no me dejó libre.

Me di la vuelta y lo mire fijamente.

—Suéltame, Azariel. —sus ojos grises me miraron intensamente, me jalo y me acerco a él como cosa que no sirviera. Chillé sorprendida por su acto, tomando con mi mano también su muñeca.

—-¡Azariel, suéltame! —le grité y él volvió a sonreír burlón. Agachó su cabeza, hasta el punto en donde nuestras narices se rozaron, inclinó un poco su rostro, para ponerse en una posición menos incómoda.

—Un beso. —susurro, sobre mis labios. Sonreí sarcásticamente.

—Claro, ¿quieres algo más? —pregunté irónicamente. Lo medito.

—Una habitación, para ti y para ti. —susurró y yo abrí los ojos impactado. No respondí, ¿qué respondes ante ese tipo de comentarios?

Piensa, piensa, Samay. ¿Cómo puedes librarte de esta situación? Es como la última vez que te tenían acorralada, pero aun asi logre salir. ¿Cómo lo hice?

Sonreí recordándolo. Él lo comprendió distinto, ya que su sonrisa se hizo más grande.

—Bueno. —acerque ahora mi cuerpo, pegándolo al de él. Cruce mi pie izquierdo tras el derecho, sosteniéndome únicamente con el derecho, puse mi mano libre (la izquierda), sobre su marcado y con mucho músculo bícep.

5 están bien, pero, ¿15?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora