Capítulo 22

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No había reloj en la casa anexa. Incluso había quitado el gran reloj digital que había  colgado antes el diseñador.

Treinta minutos, una hora, medio día, un día, dos días, a  veces meses… contar el tiempo dedicado a un trabajo era malo para mi salud mental.

Desde el momento en que se convirtió en el estudio de pintura de Kang Hae-ah no  había relojes en esa casa. Así que ni siquiera supe cuándo morí. Todo lo que recordaba  era una tarde en la que el sol se ponía lentamente.

Quizás por eso estaba aliviado. Gracias a esto no tuve ningún miedo de volver entrar en  el estudio. Aquí, en este sofá, unos días, unos minutos después del momento en el que  debería estar el vinilo, la información estaba en blanco.

Hoy, cuando entré en el estudio a altas horas de la noche, lo primero que sentí no fue  miedo a la muerte.

“Oh, qué locura… he perdido todos mis dibujos”

Me pregunté si así es como se sentiría el programador cuya oficina se quedaba sin  energía antes de presionar el botón de ‘guardar’. No, ni siquiera él entendería una  décima parte de cómo me sentía en ese instante.

Fueron apenas seis años. Desde los 26 a los 32, que pasaba toda la noche en plena  frustración, eligiendo marcos, sintiéndome orgulloso, sufriendo ansiedad por no tener  talento, rompiendo pinceles y bebiendo. No quedaba ni una sola pintura de esos seis  años.

Ver el lienzo en blanco me hizo sentir vacío. Me senté en una silla blanda que había  sacado del estudio de Taerim, me quité las pantuflas y abracé mis piernas.

‘Quiero llorar…’

Me levanté lentamente de mi asiento, extrañando las piezas que habían volado como  un pájaro de las montañas. No era el momento de estar así. Las pinturas se quedaron solo en mi cabeza, así que tenía que transferirlas a papel antes de que mi memoria se volviera más borrosa.

Coloqué el papel para dibujar sobre la amplia mesa de color marrón oscuro. Después de  verter los conos, lápices y pasteles*, comencé a verter las imágenes de mi cabeza.

Después de casarme con Tae-rim, mi vida había ido cuesta abajo. Aunque fui  reconocido por mi trabajo, lloraba todo el tiempo por la terrible caída y la sensación de  vergüenza de ser beta. Al final de la exposición, tenía que prestar especial atención a mi peinado porque se me cayó el cabello en la parte posterior de la cabeza.

La caída del  cabello era fortuita, sucedió cuando, sin darme cuenta, empecé a arrancarlo.

Además, la exposición, que mi padre me pidió que hiciera, acabó con el vínculo que  había establecido con el fiscal Chun Hee-joong, lo que destrozó por completo la relación  entre Tae-rim y yo.

El tiempo que dedicaba a la pintura tenía que reducirse al mínimo. Solo entonces  podríamos estar preparados para lo que se avecinaba. Por eso esta noche, con el Sr.  Tae-rim en su dormitorio, me escabullí al edificio anexo.

‘Vamos, acabemos con esto: título, color, tema…’  Me froté las manos manchadas de pasteles en el delantal.

Al pensar en el pintor Kang Hae-ah, la gente probablemente imaginaría a un hombre  elegante con una camisa de lujo, pantalones beige y sosteniendo un pincel; sentado en  el taburete del limpio y soleado estudio, mirando de cerca el lienzo, dejando un toque y  tras otro, completando la obra mientras disfruta de la relajante interpretación de un  solo de violín de fondo.

No era el caso. De hecho, estaba atrapado en el oscuro estudio nocturno, recostado  sobre la mesa y moviendo los bocetos. La música que escuchaba era un popurrí de  canciones para el trabajo, y la camisa blanca era un atuendo prohibido para el estudio.

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