Caerás.

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—Mi madre tuvo una idea.

Todavía con la vista puesta en los documentos que me esforzaba por analizar, inspiré hondo. La había evitado ayer al cabo de mi llegada pese a que ella había insistido con varios mensajes, en venir a verme, para asegurarse de que regresara en una pieza. Al cabo de desayunar, no pude continuar negándome porque con mi comida, llegó otra nota suya, Beth quería verme y no podía continuar diciéndole que no a mi prometida; suficiente con poner todo mi esfuerzo en ignorar los cometarios sobre la desaparición de Charlotte los que estaban seguros debían haber llegado a Marehin también. La joven había quedado dispensaba por los días que estuviese fuera y se suponía que durante estos, visitaría su familia, mas tarde o temprano, llamaría a mi puerta también, al menos metafóricamente hablando. Aún no vaciaba su cuarto y no tenía idea de si alguna vez en la vida tendría la fuerza para pedir que lo hicieran o si por siempre, conservaría aquel espacio como un santuario en su honor; sí tenía una certeza, Marehin no regresaría jamás al cuarto anexo porque su Señora, no volvería. Tendría que encontrarle a la muchacha, un puesto de igual calibre, en alguna otra parte, de preferencia lejos de aquí porque ver su rostro por los corredores sería demasiado terrible para mí, y además de eso la compensaría económicamente si bien sabía que eso no la silenciaría. Marehin me odiaría. Yo me odiaba a mí mismo.

Por los dioses cuando la madre se enterara.

No podría regresar jamás a ver a Lukehl, cómo haría para explicarle que ella no regresaría jamás.

Ahora, además de dolor, sembraba tristeza entre mi gente, tristeza que por supuesto, a Beth no se le contagiaría nunca y no podía culparla por eso. Ella desde que llegara y se instalara en mi despacho, porque no podía menos que atrincherarme al otro lado de mi escritorio para tomar distancia de ella, si es que me veía en la obligación de estar en su presencia, no hacía más que hablar de la boda.

Llenamente alcé la frente. Mi mirada se topó con la de ella.

Beth sonrió con timidez.

—Mi madre sugirió un menú que contenga platos típicos de los otros pueblos, para hacerles honor. Por supuesto que habrá que escoger de aquellos que no incluyan carne—. Le dio forma a una mueca de asco—. Pero creo que sería un buen gesto demostrarle a los otros reinos que los tomamos en consideración.

Por supuesto, Beth sabía que sí o sí, sería reina y ya se expresaba en consecuencia.

A Ivany iba a importarle poco y nada que incluyera en el menú platos típicos de su tierra porque intuía en este instante, debía estar elucubrando junto a Thurr, el comienzo de una guerra en mi contra. No la había visto desde nuestro regreso pero me constaba por Cadell, que ella había estado de reunión en reunión, en mi propio castillo, planeando mi caída.

Parpadeé lentamente.

—¿Le parece buena idea, Su Majestad?

Empecé a preguntarme si en efecto esa boda, tendría oportunidad de suceder.

—Claro, Beth. Lo dejo en tus manos.

Ella intentó mantener su sonrisa en alto mientras yo apartaba la mirada para otra vez, regresar a los asuntos que tenía por resolver.

—Pensé que tal vez podíamos escoger los platillos juntos, es decir, que podrían cocinarlos aquí en las cocinas para que nosotros los probemos y decidamos...

—Beth, no tengo tiempo para eso.

—Sería una cena, nada más —insistió.

—Sé que eres completamente capaz de tomar esa decisión por tu cuenta y cuento con ello, Beth.

Un reino desolado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora