Misha no quería despegarse de mi lado. Su presencia junto a mí era la sólida confianza de estar otra vez en casa, de tener la oportunidad de comenzar a hacer valer mi palabra.
Otra vez aquí, en mi hogar, rodeado de mi herencia familiar hacía que me sintiese seguro de ser capaz de conseguir mi objetivo; regresaría a Charlie aquí, a su hogar, con los suyos. Ella y yo nos moveríamos juntos al norte así como debió ser desde un comienzo, antes de que Rygan se impusiera a ella, tomando decisiones que no le correspondían. Él podía ser su compañero pero no era su dueño, además, dudaba que Charlie continuase considerándolo como tal. Rygan la había engañado, utilizado.
Me sentí como un idiota por haberle pedido a Charlie que comprendiera a Rygan, por haberla convencido de que él no era realmente la cara que mostraba.
Rygan nos engañara a ambos.
—No más —entoné en voz alta. Rasqué a Misha por detrás de las orejas—. No más.
Haciendo oídos sordos a mi dolor, anduve con Misha por el corredor del camino al jardín de invierno donde Marrigan me esperaba. Al llegar, antes del amanecer luego de pasar por las barracas para anunciar mi regreso al oficial de turno, escribí una nota para ella, una que me aseguré fuese entregada en mano cuanto antes.
En la nota le pedía que viniese a verme en cuanto pudiera y aquí estaba ella, incluso antes de que tuviese tiempo de tomar el desayuno luego de darme un baño e intentar ponerme al menos un poco presentable.
El corte en mi frente, no era más que una delgadísima costra mas el morado que lo rodeaba, aún resistía. Los sanadores me advirtieran que debía tomarlo con calma por unos días más, la contusión había sido profunda.
La mano aún me dolía mas al menos podía utilizarla, no para aferrar cosas pequeñas ni nada muy pesado; cualquier cosa era mejor que tener que hacerlo todo con una sola mano.
Por el camino desde el hall de distribución, llegó una de las criadas para avisarme que el desayuno estaba listo, que lo servirían en el jardín de invierno cuando diese la orden.
Le pedí por favor que fuese a buscarlo. Marrigan y yo lo tomaríamos mientras conversábamos.
La muchacha partió de regreso a la cocina a paso raudo.
Con la mano sana en la manija de la puerta, le ordené a Misha que esperara fuera.
Misha se sentó junto a la entrada sin parar de lloriquear.
—No puedes entrar.
Misha lloró otra vez, viéndome desde su posición la cual mantenía inquieto, deseando saltar con sus dos patas delanteras a mi pecho para lamerme la cara porque así era él.
No entiendo muy bien por qué, lo imaginé sentado a mi lado, en el castillo, junto al trono.
La visión me impactó y provocó que la piel se me erizara.
Si ese era el único modo de regresar a Charlie aquí...
—Bien, entras pero te comportas. Nada de pedir comida, lamer manos o subir la cabeza a la mesa.
Misha paró de llorar y comenzó a mover la cola feliz, arrastrándola de un lado al otro por el suelo.
—Ven—. Le ordené palmeando mi muslo y de inmediato el perro se levantó para pegar su lado a mi cuerpo—. Buen chico —le acaricie el lomo.
Abrí la puerta y en cuanto lo hice me angustié porque Marrigan no llegara sola. Akers la acompañaba.
No era mi idea conversar con Akers presente si bien tenía muy claro que él se enteraría de todo lo que su madre y yo discutiésemos.