Liberando el peso de mi cuerpo al asiento del coche me quedé viendo el estacionamiento frente al galpón, todavía poblado de vehículos de los clientes que merodeaban por el lugar en procura de los tesoros que mis tíos y yo, buscábamos para ellos.
Agotada, más que nada mentalmente, dejé escapar el aire de mis pulmones, rindiéndome así a este día que no me diera tregua.
Con mamá había sido terrible, ella estaba tan mal que no me atreví a contarle la verdad; desbordaba de angustia y no parara de llorar en todo el rato repitiendo que me había fallado; no encontré modo de hacerle entender que no fuera ella quién fallara sino papá, él nos engañó a las dos en dos ocasiones, hiriéndonos. Mamá continuó insistiendo en que pese a todo lo amaba y eso no me atreví a retrúcaselo porque estaba segura de que así era, yo tampoco había podido odiar a Rygan o mantener mi enojo con él.
Verla a mamá así era como verme en un espejo y eso dolía demasiado. Mis sentimientos ya de por sí difíciles de sobrellevar se complicaron todavía más cuando mamá me pregunto por Rygan porque ella estaba al tanto de mis motivos para no acompañarla como Pedro lo hizo, desde el comienzo de la pesadilla.
Por supuesto ella quiso saber todo sobre él y sobre nuestra relación. No pude explicarle más que el que él pasaba por una situación complicada y que estaba quedándose en casa. Por supuesto, mamá preguntó por Claudio. Me aseguré de aclararle que lo que hubiera entre nosotros terminara definitivamente.
Mamá, como era de esperar, me dijo que quería conocerlo y yo tenía muy en claro que no podría ocultar a Rygan por siempre y que tampoco quería hacerlo, además, la verdad ardía en la punta de mi lengua y quizá fuese más sencillo explicarle todo con Rygan presente, con mamá teniendo al alcance de la mano la posibilidad de percibir lo que Rygan irradiaba, y el alivio de comprender que nada de esto tenía que ver con lo que ella hiciera o dejara hacer.
Con la culpa carcomiéndome por haber dejado a mamá con mi abuela para venir a trabajar y dejar ahora a mis tíos antes de tiempo para ir a ver a Rygan, le di encendido al motor. El coche no hizo más que ronronear que mi teléfono se puso a sonar dentro de mi bolso.
Rescaté el aparato justo a tiempo para ver el nombre de Pedro en la pantalla y llegar a contestar antes de que el llamado pasara al buzón de voz. Con Pedro habláramos una hora otras cuando logré bajar de manera razonable, la pila de trabajo que tenía pendiente.
—Hola, hermanito. ¿Ya me extrañas? —bromé poniendo la marcha atrás para salir de mi estacionamiento.
—Hola, Charlie. ¿Todavía en el trabajo?
—No, estoy saliendo ahora —respondí y luego efectué una pausa esperando que mi cerebro terminara de decidir si su voz había sonado tensa o no.
—Ah, bueno, ¿entonces todavía no pasas por aquí?
De sobra noté que intentaba contener su tono y que al mismo tiempo, intentaba advertirme algo.
—¿Por aquí dónde, Pedro?
—Por tu departamento.
—¿Estás en mi departamento? ¿No dijiste que tenías clientes?
—Uno me llamó para cancelar su entrenamiento de hoy y vine hasta aquí para ver a Rygan. Estabas preocupada por haberlo dejado tanto tiempo solo.
—Sí, bueno —me esforcé por permitirme aliviarme—. Ahora estás ahí, gracias.
Pedro se quedó en silencio.
—Charlie —comenzó fue así sin más que quedó clarísimo que algo no iba bien.
—¿Qué sucede? —Pensé en mi papá, en Cynan, los espejos...