Bestias, árboles, piedra y viento.

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Supe que no podían ser buenas noticias en cuanto vi a Ivany y a Thurr entre los soldados. Las furias que habían salido tres días atrás a sobrevolar los alrededores, estaban de regreso y en sus rostros podía leerse que no había ido nada bien.

¿Dónde estaba Morgan que aún no se reunía con el resto de los mandatarios.

A mí me habían mandado llamar un buen rato atrás y me demoré porque estaba fuera con la doceava pero él... se suponía que debía estar en el despacho de Rygan trabajando; o al menos eso tenía entendido. Ivany me vio llegar y fue evidente que el que llegara sola, no le agradó. Ella sacudió sus alas de modo nervioso. Las venas que atravesaban la membrana negra se hincharon como si su pulso se hubiese acelerado, su presión sanguínea subido.

Me aclaré la garganta porque sabía que me vería en la obligación de al menos procurar justificar su demora, sino su ausencia.

—Mierda, Morgan, ¿dónde te metiste? —mascullé.

—General, qué bueno que llegara —entonó Ivany alzando la voz por encima de quienes la rodeaban. ¿Sabe si Morgan tardará mucho más en llegar? Las noticas que llegaron del norte no son buenas.

Los dos centauros que estaban junto a las furias, cruzaron un par de palabras entre ellos, que no logré captar.

—Nos dijeron que lo mandarían llamar y todavía no sabemos nada de él—. A diferencia de Ivany, el tono más que de reproche, fue de preocupación. También estaba preocupada por él porque últimamente Morgan me esquivaba, porque saber del estado de Marehin y Rygan me fuera imposible, porque las únicas noticas sobre ellos eran rumores, unos que prefería creer y otros con los que temía ilusionarme inútilmente. Por ahí había escuchado decir que Beth había visitado a su esposo pero hasta ahora, nadie podía siquiera confirmarme que la hubiesen visto entrando en el castillo.

Comenzaba a plantearme ir a visitarla o incluso acercarme a su padre al cabo de una reunión del Concejo pero aquello sería complicado porque Morgan asistía a todas las reuniones y él lo pusiera claro, no quería que me inmiscuyera en sus asuntos.

—Lo siento, no sé nada de él. Estaba fuera de los terrenos del castillo con la doceava y no sé cual sea su paradero.

—Seguro estará por llegar —entonó el rey alzando la vista hasta Ivany que sobradamente se entendía, le enojaba la ausencia de Morgan.

—¿Volvieron todos bien? —le pregunté a Ivany.

—Sí, por suerte mis furias regresaron sin problemas. Lo malo es que traen muy malas noticas. Esa cosa ha entrado en Ghaudia.

Un escalofrió recorrió mi cuerpo.

—La han detectado en bestias, árboles, piedra e incluso, olfateado en el viento. La descomposición ha comenzado. Según me informan, claramente avanza hacia aquí. Mis furias tendrán un reporte completo listo en un par de horas. Tal vez para entonces, Morgan se digne a dar la cara.

—Estoy segura de que él —el resto de mi frase quedo dentro de mi mente porque noté que Ivany espiaba por encima de mi hombro. Morgan debía estar llegando.

Giré sobre los tacones de mis botas y a quien vi no fue a Morgan, sino a Marrigan, acompañada de su hijo, avanzando a toda prisa hacia nosotros, sosteniendo las faldas de su elegante vestido. Marrigan, con su usual presencia que atrapaba todas las miradas, caminaba como una reina muy oronda, con su capa flameando a los costados de su cuerpo.

Ella era una de esas hembras a las que la edad no se le nota ni en las orejas. Ella bien podría haber pasado por mi edad su bien eran sus hijos los que la tenían, bien, Akers y Doria eran en realidad mayores que yo, mayores que Morgan incluso, por un par de años.

Un reino desolado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora