Lider

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Los papeles estaban firmados y por lo tanto no tenía derecho a reclamación alguna, además, en cuanto mi nombramiento fuese oficializado mi vida quedaría enmarcada por aquel destino con el que un día me atreviera a soñar.

Por tanto tiempo este sitio fuera mi lugar seguro, el refugio que me aterrorizaba abandonar. Y luego todo cambió cuando Rygan me ayudó a abrir los ojos, a darme cuenta que ningún refugio era un buen lugar para vivir por siempre, sobre todo cuando lo utilizaba para esconderme de cosas que se encontraban dentro de mí. Recordaba como si fuese ayer cuando me dijo que mi refugio se convertiría en mi celda, una que terminaría por asfixiarme si no entraba en razón.

Éramos jóvenes y él repetía que debía aprovechar mi vida, asistir a fiestas, salir con muchachas, mas yo sabía que en el fondo hablaba en serio, que su bromas sobre mis miedos a tener la vida que cualquier otro macho pudiera tener no eran solamente eso, Rygan me conocía de sobra y de sobra sabía que mi vocación era en parte un camuflaje.

Amaba el templo, amaba la rutina aquí, la vida y lo que implicaba ser uno más de la congregación pero en aquel momento no estaba seguro de que los dioses o la madre me creyeran dignos de nada y por eso me enlisté en las fuerzas abandonando la congregación. Para la madre mi decisión había sido una sorpresa mas ella jamás intentó retenerme, solamente me aseguró que las puertas de la congregación y del templo estaban y estarían abiertas para mí, siempre.

Estar de regreso aquí y en las condiciones en las que llegara aquí eran algo que jamás hubiese podido aventurar.

La madre ya no estaba, su muerte continuaba siendo un misterio, tenía muy en claro que no podía creer ni media palabra de todo lo que Darrigan me dijera o de lo que le dijera a Nalu, y que tener a Cynan como nuestro líder sería solamente el comienzo de una de las eras más oscuras para nuestra raza. Tenía medio día de haber salido de mi celda y los horrores que escuchara, los cuales lo tenían de protagonista, se contaba por docenas. Cynan se autoimpusiera como líder y todos los que intentaron hacerle frente estaban ahora muertos o encarcelados.

Habíamos perdido a Vikas y a tantos otros. Familias destrozadas por la propia mano de Cynan.

Nuestra tierra y nuestra sociedad eran un absoluto caos y Nalu me había rogado que por favor, fingiera que todo iba bien, que ninguno de los dos desconfiaba de las intenciones de Darrigan o de Cynan. Estábamos jugando a la inocencia, al sometimiento que no estaba en la sangre de ninguno de los dos y eso me asustaba. Temía estallar en cualquier momento, temía que Nalu estuviese arriesgando demasiado al aceptar la invitación de Marrigan a cenar con su familia.

Otra vez me pregunté si en serio podían creer que aceptaríamos la muerte de la madre sin más, o el hecho de tener un rey que jamás tuvo derecho a sentarse en el trono.

El solo hecho de pensar en que debía coronarlo me hacía bullir la sangre.

Todavía no podía creer que estuviese vivo y aquí, que permitiera que Rygan fuese envenenado por Marrigan; toda la situación era simplemente desquiciada y debería seguir adelante para averiguar qué sucediera con Rygan, para ajusticiar a la madre, para asegurarme de que ni Marrigan ni Darrigan le pusiesen un dedo encima y para hacerles entender a Thurr, a Ivany y al resto de los gobernantes de los otros reinos que la voz de Cynan no era la que representaba a todo su pueblo. ¡Por los dioses y la madre que Cynan desterrara a los centauros de Ghaudia cuando muchos de ellos aún estaban enfermos y heridos, y por cierto, sin una tierra a la que regresar. Con respecto a eso, rumores llegaran; se decía que Ivany les diera acogida en los prados junto a sus playas, en aquel páramo de tierras fértiles de clima benévolo que eran parte del reino de las furias y que ellas tenían más que nada, como reservorio de vegetación y vida silvestre, a los pies de su ciudadela erigida en los acantilados. De todo corazón deseara que así fuera porque no podía parar de pensar en sus crías, en su sociedad desmembrada. Y tampoco podía quitarme de la cabeza la pérdida de Thurr y aquella peste que llegara desde el norte y que parecía que nadie tenía intención de detener.

Un reino desolado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora